Cansado de tanto cemento, del terrible tráfico de la ciudad, de los ruidos y de la locura de la gente, escapamos hacia una cabaña de troncos situada en plena Sierras de Córdoba. Con la intención de alejarnos de tanto movimiento y aprovechando un increíble descuento, fuimos a parar a un hermoso bungalow.
El lugar es muy bonito y nos posibilitó desenchufarnos al máximo (no hay internet, ni televisión, ni señal de teléfono y hay sólo 4 horas de electricidad limitada al día).
El complejo está situado en una reserva natural protegida por la fundación «vida silvestre». Sólo se escucha el sonido de los pájaros y del viento, cuando sopla fuerte, moviendo las hojas de los árboles.
Éstas eran las cabañas de troncos más lindas, nosotros fuimos a una más chiquita |
Para llegar desde Córdoba, tuvimos que cruzar la ciudad de Villa Carlos Paz, pasar la ciudad de Tanti y seguir por la ruta 28, 10 km más, contados desde que termina el asfalto. A medida que avanzábamos por la ruta de tierra, el paisaje se iba volviendo más natural y silvestre.
El primer día llegamos a la tarde y estuvimos casi todo el tiempo en la cabaña y recorriendo los alrededores. Encontramos señal de celular a 200 metros para avisar que estábamos bien, y por suerte no nos tentamos con el internet.
En la noche, las estrellas iluminaban el cielo como sólo ocurre en el campo. La cantidad de estrellas era impresionante. Comimos y nos fuimos a dormir temprano.
A la mañana siguiente nos levantamos al amanecer, desayunamos y fuimos a hacer una de las caminatas «autoguiadas» que comienzan en el complejo. El camino era bastante rocoso y por momentos complicado, pero cualquiera lo puede hacer.
Estábamos en el medio de la nada, caminando, hasta que, a lo lejos, divisamos un refugio de montaña.
Alguien se había hecho un asado un rato antes de que llegáramos nosotros. |
Recién ahí se empezaban a ver hilitos de agua que formaban pequeñas cascadas. Esos hilitos de agua, a su vez, creaban pequeñas lagunas con vegetación muy bonita a su alrededor.
El sendero por el que íbamos caminando estaba marcado, aunque a veces, había varias huellas y no sabíamos para que lado seguir.
Por suerte acertamos en todas las elecciones de ruta y terminamos llegando al río Yuspe. El paisaje era muy bonito, pequeñas cascadas, bancos de arena que se transformaban en playitas y enormes rocas por todos lados.
Nos quedamos un rato contemplando todo lo que pasaba a nuestro alrededor y escuchando sólo el sonido del agua corriendo por las piedras. A lo lejos, divisamos dos cóndores sobrevolando el área y con el zoom al máximo trataba de sacarles fotos.
Después de estar una hora allí volvimos hasta la cabaña. El camino de vuelta fue un poco más complicado porque era prácticamente todo en subida. Comimos, nos acostamos a descansar un ratito, y como somos demasiado de ciudad, no aguantamos la desconexión total y fuimos un rato a la tarde al pueblo más cercano: Tanti.
La verdad es que yo creía que era un pueblo más desarrollado, pero está igual que cuando lo solía visitar en mi niñez. Parece un pueblo que se quedó en el tiempo; a diferencia de la mayoría de las localidades de las Sierras de Córdoba que han crecido exponencialmente. Tomamos un helado, nos pusimos al día con internet un ratito, dimos una vuelta en auto y volvimos.
Llegamos justo para ver el atardecer naranja, con el sol escondiéndose en las sierras.
Al día siguiente habíamos planeado hacer la otra caminata que iniciaba en el complejo. Para eso nos levantamos temprano, desayunamos bien y salimos.
En el medio del camino nos cruzamos con unas vacas súper tranquilas |
La caminata fue mucho más corta que la del día anterior, en 15 minutos llegamos hasta la antigua mina del Cerro Blanco. No había mucho para ver, más que una mina abandonada con piedras blancas. La vista panorámica sí era muy linda.
Volvimos, caminamos un poco más recorriendo el lugar y simplemente nos sentamos a contemplar la naturaleza, descansar y desconectarnos de todo.
No crean que la corté yo, ya estaba así, lista para la foto. |
Terminó el día, más que tranquilo, y nos fuimos a dormir. Al día siguiente ya era hora de volver a nuestra querida Córdoba. Planeamos almorzar en Villa Carlos Paz, en el medio del camino de vuelta hasta Córdoba, pero todos los lugares estaban llenos de gente, así que seguimos hasta la gran ciudad.
Paradójicamente, viniendo de tanta tranquilidad, terminamos comiendo en un shopping atestado de gente, rodeado de ruido y malos modales. Pero bueno, esos días de desconexión total sirvieron para recargar energías y volver a la ciudad más calmado y en paz. Viene muy bien de vez en cuando!
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