Nuestro gran amigo kurdo Saman nos dejó en la salida para el sur de Sanandaj, la ciudad donde él vivió toda su vida y donde nos había alojado las últimas noches. Habíamos pasado unos días increíbles en la provincia de Kurdistán en Irán pero ya era hora de seguir viaje hacia otras regiones de ese país tan misterioso y distinto pero a la vez tan abierto y hospitalario.
En menos de 5 minutos ya estábamos arriba de un auto que iba a 140 km/h camino a la ciudad de Kermanshah. En el medio de la ruta el auto empezó a quedarse sin GNC (en Irán casi todos los autos usan gas natural comprimido) y el señor disminuyó la velocidad para ahorrar porque no había estaciones de servicio por la zona. Finalmente cargamos nafta y volvió la velocidad.
Cuando nos bajamos en la estación de servicio Agus, Ana y yo nos estábamos riéndonos de lo mojados en transpiración que veníamos en el auto. El señor se dio cuenta y prendió el aire a full para el siguiente tramo.
Llegamos a Kermanshah y el señor nos llevó hasta un sitio turístico muy importante antes de dejarnos sobre la ruta. No entendimos muy bien qué era porque no teníamos lenguaje en común y como había que pagar y no lo teníamos en los planes, decidimos no entrar. Vimos todo desde afuera y volvimos al auto.
Nuestro plan en ese momento era ir por el sur del país hacia Shiraz. Pero el señor nos aconsejó que no fuéramos al sur porque nos íbamos a «cocinar» en pleno verano y en el medio de Ramadan. Le hicimos caso, cambiamos los planes y decidimos ir primero a Isfahan.
Historias de hospitalidad kurda: Parte I
Historias de hospitalidad kurda: Parte II
Como vimos en el mapa que no íbamos a poder llegar hasta Isfahan en un día, nos pusimos como meta pasar la noche en Khorramabad.
Nos dejó en una plaza y a los 10 minutos ya estábamos en otro auto que nos llevó 25 kms hasta el siguiente pueblo. Caminamos un poco para escapar de los taxistas hasta que nos levantó una camioneta que nos llevó en la caja por unos 15-20 kms y nos dejó en el medio de la nada.
En menos de 5 minutos paró otra camioneta, y otra vez arriba con mochilas y todo en la parte de atrás. Unos 15 km y de nuevo a la ruta.
Paramos un auto y nos llevó hasta la siguiente ciudad. Ahí mismo nos levantó un auto donde iba un personaje muy particular. Era un granjero que nos invitó a conocer sus campos. Lo dudamos por un momento pero terminamos aceptando. Pesamos que podía ser una experiencia interesante.
Nos llevó unos 10 kms hasta el lugar y en un momento nos desviamos de la ruta y nos metimos por el medio de la nada.
Nos bajamos y caminamos hasta su granja. Cruzamos un arroyo con agua muy limpia y transparente y finalmente llegamos a su parcela de tierra. Nos dio garbanzos que sacó de la tierra ahí mismo y después nos acompañó a esperar un auto a la ruta. Era un personaje el señor.
A los 10 minutos paró un amigo del señor que nos llevó hasta la entrada a su pueblo a unos 10 kms. Después de escapar de los insoportables taxistas, nos levantó un chico que casi nos mata a los 2 minutos cuando se le cruzó una camioneta y más tarde, a los 10 minutos, cuando se cruzaron una cabras por la ruta.
El chico nos dejó en Khorramabad en un parque con un gran lago, juegos por todos lados y mucho verde.
Mientras estábamos evaluando ir a dar una vuelta, una enorme familia que estaba de picnic nos invitó a tomar el té con ellos. El que se acercó a invitarnos fue un chico de 8 años que era uno de los que mejor hablaba inglés.
Nos sentamos en el medio del enorme grupo a compartir el té y de alguna manera a conversar con ellos. Nos explicaron quién era cada uno en la familia y nosotros les mostramos fotos de nuestras familias. Un té llevó a otro té y a comer algunas cositas, y después a cenar y a compartir casi toda la noche con ellos.
Jugamos al voley con los más jóvenes, caminamos alrededor del lago, intercambiamos datos y charlamos de todo un poco. Fue un momento increíble. Pasamos una de las mejores noches del viaje en un parque en una ciudad que no teníamos planeado visitar junto con una familia que conocimos ahí y que nos trató como si fuéramos parte del clan.
En un momento no podíamos encontrar a Ana y resulta que se había hecho amiga de otro grupo de chicas que también la habían invitado a tomar té y a comer algo. Ellas sí hablaban bien inglés.
El problema fue cuando las familias empezaron a irse y todos nos querían llevar a sus casas a dormir. En un momento las chicas amigas de Ana se «pelearon» con la gran familia por llevarnos.
Un pueblito en el medio de las montañas de Kurdistán
Finalmente rechazamos las ofertas y dormimos en el parque en la carpa para poder empezar temprano al día siguiente.
Desayunamos y salimos a la ruta.
Fuimos en la caja de una camioneta hasta la salida de la ciudad y después de 10 minutos paró un auto. Cerca nuestro había dos chicos iraníes que también estaban haciendo autostop, pero no entrábamos los 5 y nos subimos nosotros. Después de decir la palabra mágica (Salavati) aceptaron llevarnos hasta Aligudarz.
Eran dos amigos que nos llevaron cantando, aplaudiendo y filmando los 150 kms que faltaban para esa ciudad. Cuando llegamos nos llevaron directo a la casa de la hermana a comer, ni nos preguntaron. Fue un buen descanso del intenso calor, cargamos los celulares, fuimos al baño, recargamos energías con una comida excelente y seguimos aprendiendo a interactuar más allá de no saber nada de farsi. Una muestra más de la hospitalidad iraní!
Después de la parada técnica que finalmente nos llevó 2 horas, salimos de nuevo a la ruta. Nos esperaban 230 kms hasta Isfahan.
Volvimos a la ruta y de nuevo nos acechaban los taxis. Por suerte a los pocos minutos paró un señor que nos llevó 20 kms para adelante. El señor nos quería llevar a dormir a su casa pero no aceptamos, teníamos que seguir.
Era muy loco como cada día superaba al anterior en términos de las muestras de hospitalidad que recibíamos. Era difícil de entender para nosotros a pesar de que uno se iba acostumbrando. Cuando uno está ahí por varios días ya le empieza a parecer normal lo de los iraníes pero si uno lo pone en perspectiva, realmente es asombroso.
El señor nos dejó en la salida a su pueblo, en el medio de la nada. Por suerte a los 10 minutos paró un señor en una camioneta doble cabina que hablaba muy bien inglés y que iba directo a Isfahan. Pusimos las mochilas en la caja y nos subimos a la camioneta.
El señor era de esas personas que transmiten paz cuando hablan. Estaba yendo a visitar a un amigo y el tiempo que no me quedé dormido, fuimos charlando de todo un poco.
En un momento paramos para que rezara en una mezquita y nos compró café y galletitas. Un genio!
Como la mayoría de los iraníes, nos pidió el teléfono y nos invitó a pasar algunos días juntos en Isfahan. No nos ofreció hospedaje porque le habíamos dicho que nos quedábamos en lo de un amigo (nuestro host de Couchsurfing).
El señor era muy progresista para ser musulmán practicante. Había vivido 2 años en Tailandia y la conversación fue súper interesante.
Fue tan amable que nos dejó en la puerta del café de nustro host en Isfahan.
Fueron dos días de travesía haciendo autostop y conociendo gente increíble que nos ayudaba en el camino.
Después de esta experiencia íbamos a recorrer Isfahan. La tercer ciudad más grande de Irán.
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