No tenía pensado visitar Italia en un principio, pero como encontré un vuelo barato desde Milán a Barcelona, me tomé unos días en la capital de Lombardía. Ya terminando mis 2 meses en Europa, tenía que volver a España porque mi vuelo de vuelta a Argentina era desde Madrid. De Estocolmo viajé a Milán (9 euros), y de Milán a Barcelona (9 euros). No conocía absolutamente nada de Milán, sólo que era una de las capitales mundiales de la moda (cosa que no me interesaba mucho honestamente).
Lo que sí tenía era alojamiento. Nico, un chico argentino que estaba haciendo un intercambio allá, me había ofrecido que me quede en su departamento cuando pasara por Milán. A Nico lo había conocido 10 días antes en Bratislava. Coincidimos en el mismo hostel un día, y teníamos tantas cosas en común que pegamos buena onda. Un ejemplo es que habíamos hecho un work and travel en el mismo lugar en Estados Unidos, en Lake Tahoe. Desde Estocolmo le mandé un mensaje, y Nico me pasó la dirección del departamento donde estaba viviendo junto con otros dos personajes argentinos: Mati y Ale.
El primer pensamiento que se me vino a la cabeza cuando me subía al avión en Estocolmo con destino a Milán fue: «no hay dudas, los argentinos somos italianos». Desde Suecia me di cuenta, en el aeropuerto mismo. Hablando a los gritos, atolondrados, se me colaban en la fila sin problemas, discutían, etc. El primer mundo se había acabado. Ciao Italia!
En el avión me hice amigo de un italiano que me contó cómo sufrió la discriminación racial en Polonia y con el que charlé no sólo las 2:30 horas del vuelo, sino también los 50 minutos de viaje desde Bergamo (ciudad a 52 kms de Milán donde está el aeropuerto de vuelos de bajo costo) a la estación central de Milán. Política internacional, biología, economía, y muchos pero muchos viajes.
Inclusive me acompañó unas cuadras una vez que ya habíamos bajado del bus, hasta que nuestros caminos se separaron. Me faltaban unas 10 cuadras hasta el departamento de los chicos. En Italia si que hay homeless, estaba lleno. Olor a pis en la calle, autos estacionados en cualquier lado, pero cualquier lado en serio. Cualquier similitud con Argentina no es pura coincidencia.
Era de noche y antes de ir al departamento, paré a comer algo rápido en un Mc Donald’s. No sólo era un lío, sino que es el único país donde el wifi del lugar sólo funciona por sms y sólo para algunos países. Claramente Argentina no estaba en la lista, así que no tuve internet. El primer Mc Donald’s que visito que no tiene internet gratis. En gran parte voy por eso y allá no andaba. Bienvenido a la mala atención al cliente y al subdesarrollo pensé.
Finalmente fui al departamento de los chicos. Muy piolas los 3. Eran compañeros de la facultad en Buenos Aires, y los 3 estaban haciendo un intercambio en el Politécnico de Milán cursando los 2 últimos años de su carrera. Hablamos de la vida, cada uno contó su historia, nos conocimos un poco más. Conclusión, me quedé charlando con los chicos hasta tarde y me fui a dormir a la madrugada. Yo estaba por dormir en el sillón, cuando me dijeron que se iban juntar ellos 3 en una habitación, y me iban a dejar la otra (con cama de 2 plazas) para mí. No podía creer la buena onda.
Al día siguiente aproveché para dormir un poco y arranqué el día casi a las 12. Salí caminando hasta el centro y en el camino me cruce varios Twizies (no los había visto en otros países). El Twizy es un auto eléctrico de Renault que siempre me llamó al atención por lo chiquito que es. Me encanta la tecnología y lo autos eléctricos sin dudas son el futuro. No tiene sentido que la mayoría de la gente maneje autos para 5 personas y que vaya uno solo adentro. O se comparte el auto, o se usa un monoplaza o biplaza. Y para que usar combustibles fósiles si se pueden usar energías limpias? La mayoría de la gente toma todas las decisiones basadas sólo en lo económico. Hola gobiernos! Es hora de que promuevan las energías renovables en serio, y «penalicen» las otras. Pilas muchachos!
En fin, cuando entré en la peatonal, de lejos vi los pináculos del majestuoso Duomo de Milán, la catedral de la ciudad. Es una de las iglesias católicas más grandes del mundo, y en su interior entran alrededor de 40.000 personas. Es imponente, enorme, muy grande. Le di unas vueltas antes de entrar.
Me compré un sandwich de porchetta y entré al Duomo. Alcancé a ver que era carne de cerdo, me sumé a la fila del puesto del mercado navideño que los vendía, y lo pedí como si fuera un italiano. Siempre es divertido aprender algunas palabras del idioma local. En esa ocasión no me sirvió para conversar nada porque estaba lleno de gente esperando y todos estaban muy ocupados trabajando. El puesto vendía más que cualquier lugar de comida rápida.
Finalmente, compré la entrada (con subida al techo por las escaleras incluida) y pasé. Por suerte, casi que no tuve que hacer cola. La verdad es que es impresionante por dentro, es gigante, las columnas tienen un ancho increíble, todos los vitrales son muy buenos y todo lleno de esculturas de mármol, un espectáculo.
Y de ahí me fui al techo de la catedral. Mucha gente no sube porque no sabe que se puede subir. Pero hay que subir. La sensación de caminar en el medio de los enormes pináculos es increíble. Y para la gente grande, se puede pagar un poco más y subir por el ascensor. Aunque para que la experiencia sea completa, lo mejor es subir por las escaleras, es duro, pero se puede y vale absolutamente la pena.
Di una vuelta y seguí caminando. No hay grandes atracciones en Milán, pero ya que iba a estar 4 días, tenía que recorrer las más conocidas. Fui en busca de la Pinacoteca di Brera, una colección de arte italiano que está en el Palazzo Brera junto con la Academia de Bellas Artes de Brera. Toda esta información no la sabía hasta que llegué al lugar.
Entré a lo que yo creía que era la Pinacoteca di Brera y parecía gratis. Parecía una universidad de arte, llena de esculturas de mármol. Los chicos caminaban de un lado a otro del lugar como si nada, en su vida cotidiana, y yo, yo estaba asombrado por el arte del lugar. Después descubrí que el acceso a la pinacoteca eran 10 euros, la verdad no tenía muchas ganas de pagar así que di unas vueltas por el lugar y salí.
Fui al Castello, di varias vueltas por ahí, y antes de entrar en el Parque Sempione (el espacio verde más grande de la ciudad), volví a la zona del Duomo a comer algo. Caminando, pasé por una peatonal llena de banderas del mundo que habían quedado decorando la ciudad gracias a la Expo Milán 2015.
En un momento seguí caminando y de repente entré en una cripta en el medio de la calle. Nada del otro mundo, así como entré, salí en menos de un minuto. Después caminé un poco más para ver la extraña Torre Velasca.
Y de ahí volví al Parque Sempione. En el camino, a un paso del Duomo, un nene me pidió ayuda desesperado porque se le había salido la cadena de su bici. Justo le vino a pedir ayuda a la persona más inútil para esas cosas que hay (io). Traté de ayudarlo como por 10 minutos y no pude. Después fue a pedirle ayuda a un militar que estaba ahí cerca. Lo bueno fue que nos entendimos bien, y creo que ni siquiera se dio cuenta que yo no hablaba italiano. Cada vez lo escuchaba más parecido al español.
Saqué unas fotos más del Duomo y volví para el departamento. En el camino pasé por la zona llamada «el cuadrilátero de la moda», y caminando por la peatonal Via della Spiga, me encontré con unas decoraciones navideñas sumadas a una música de Frank Sinatra muy buenas. Cada cortada que terminaba en la peatonal tenía una decoración navideña diferente, muy interesante.
La música salía de cada uno de los arcos verdes con luces a lo largo de la vía. La Via della Spiga es donde van a comprar los famosos y millonarios. Por las marcas, el nivel de los productos y los precios. En un momento había un paparazzi sacando fotos a lo loco por una vidriera, pero no pude saber quién estaba adentro.
Algunas vidrieras eran de otro planeta. En algunas tiendas había una suerte de mozos que te recibían adentro, y hasta te servían champagne y delicatessens. Yo hubiera tenido que ir a comprar ropa sólo para poder entrar a los negocios. Me causaba mucha gracia estar caminando rodeado semejante lujo en plan de mochilero.
Volví al departamento, vi algunas noticias de la asunción de nuestro nuevo presidente, trabajé un poco y me quedé charlando hasta tarde con los chicos. Me dieron un curso avanzado de las nuevas formas de comunicación de los jóvenes hoy en día, los maté a preguntas, y nos matamos de risa. Solo 5 años de diferencia, pero la tecnología ya nos separa un poco; y las maneras de pensar también. Además de que yo soy bastante old school, para algunos temas.
Al día siguiente salí a caminar tarde. Fui directo al Parque Sempione y en el camino pase por la Vía della Spiga. La verdad es que de día no tenía el mismo encanto que de noche. Es linda igual, pero no sonaba Frank, no estaban prendidas las luces navideñas.
El parque no fue nada novedoso. Después de haber recorrido tantos parques en este viaje, éste no fue uno que me llame la atención. De ahí me fui a la plaza del Duomo. Fui al baño, comí algo, y fui por la Vía Torino hasta la zona de los naviglios, los canales artificiales construidos hace más de 500 años.
En el camino pasé por cientos de tiendas. En ninguna ciudad había visto tantos negocios de ropa y tanta gente consumista comprando como loca. No sé si era porque se acercaba navidad, o si la ciudad es siempre así, pero no me gustó para nada eso. Casi que no se podía caminar, era un mar de gente. Y la mayoría estaba ahí comprando cosas.
El Naviglio Pavese no tenía nada. Caminé un poco y casi me vuelvo para el centro, pero decidí explorar un poco el Naviglio Lombardi. Y ese si era interesante, más pintoresco, más barcitos y restaurantes al borde del agua, más luces, más romántico. En un momento, entré en una callecita donde había cuadros en exposición, y en el agua vi a unos chicos entrenando remo con su profesor acompañando en bici desde afuera, muy divertido. La verdad que no es nada del otro mundo, si no hubiera ido no me hubiera perdido nada muy interesante, aunque reconozco que debe ser un lugar lindo para tener una cena romántica.
Volví a la plaza del Duomo al baño (que bueno que es cuando los baños de los Mc Donald’s no tienen contraseña como en otras ciudades). Camino al departamento pasé por la galería Vittorio Emanuele y parte de la Vía della Spiga, todo un lujo.
Invité unas pizzas italianas para la cena. Era lo menos que podía hacer por todo lo que habían hecho los chicos por mí. Me alojaron 4 noches, y realmente me hicieron sentir como en casa. Me dieron una llave y siempre me manejé solo, porque ellos tenían otros horarios. Iban a la facultad y salían de noche. Hasta me prestaron una tarjeta para usar las bicis gratis de la ciudad (que al final no usé porque siempre prefiero caminar y la ciudad es chica). Mucha pizza italiana, mucha pizza italiana. Quieren que les diga una cosa? Me gustan mucho más las pizzas de Buenos Aires.
Mi ultimo día en Milán me desperté tarde. Escribí y ordené varios posts, y salí tarde a buscar donde imprimir los boarding pass de mis siguientes vuelos. Busqué en internet y los lugares abiertos (según google) quedaban cerca del Duomo, así que hacia allá fui otra vez. En el camino pasé por el medio de una manifestación del partido comunista. Manifestación pacífica, parecía una fiesta en algunas partes. Me parecía interesante que fuera en Milán, cuna del consumismo, la exclusividad, la moda y el diseño. Calculo que siempre hay un movimiento contrario para cada cosa, acción y reacción dice la tercera ley de Newton, no?
Esa vez, la exclusiva Vía Della Spiga, no fue la mejor elección para caminar. Se ve que es una calle muy «milanesa», porque ese día sábado estaba llena de gente. Colas para entrar a los negocios, no se podía caminar tranquilo. Los 2 días anteriores, días de semana, no había casi nadie y se podía caminar tranquilo.
Menos mal que había visitado el Duomo el jueves, porque el sábado había más de 100 metros de cola para entrar y la plaza estaba inundada de gente. Fue lo peor caminar por el centro de Milán un sábado a la tarde.
Caminé hasta los 2 lugares que había encontrado en internet que podían estar abiertos. El primero no existía, y el segundo estaba cerrado. Crucé otro que parecía imprimir, y también estaba cerrado. De lejos vi un hotel 4* y decidí entrar a preguntar, no me quedaban muchas opciones.
No sólo que me atendieron muy amablemente, sino que también me imprimieron la 2 hojas gratis. Ya aprendí, para la próxima voy a un buen hotel y listo, aunque me cobren, me ahorro la pérdida de tiempo. Tan feliz estaba que salí y doblando las hojas para guardarlas en la mochila, me corté el dedo con el filo de una de ellas. Imprimir los boarding pass antes de ir al aeropuerto es clave cuando se toman vuelos de bajo costo, justamente ese es uno de los ahorros que hace la empresa. Casi nadie pasa por el mostrador. Si no se lo lleva impreso te matan con el recargo. El recepcionista del hotel me había salvado.
En mi humilde opinión, si Italia no estuviera ubicada en Europa, en la zona donde está, Italia sería un país mucho menos desarrollado que Argentina. Todo estaba repleto de gente, era un caos. Demasiado contraste con todos los países que había visitado antes. Sólo se parecía a la Puerta del Sol en Madrid, pero con gente menos educada y menos respetuosa a mi entender.
Venía caminando al ritmo de un neurótico en dirección al departamento hasta que entré en la Vía della Spiga, con su Frank Sinatra de fondo, y me calmé y disfruté de la magia. La verdad que junto con las luces navideñas lo transformaban en un lugar de película.
Los chicos salieron a una fiesta de Erasmus Italia, y yo me fui a dormir porque me tenía que levantar a las 5 am para llegar a tiempo al aeropuerto.
Los días anteriores había coqueteado con la idea de ir a visitar la zona del Lago di Como, sobre todo el pueblo de Bellagio que me habían dicho que es el más lindo. Pero analizando los tiempos de viaje, iba a estar muy justo, y por eso preferí descansar el último día en Milán.
Dejé el departamento, y salí caminando hasta la estación central. En las 15 cuadras que tuve que caminar, estaba yo y todos los jóvenes que volvían de fiesta. Apenas llegué a la estación fui directo al costado, donde me había bajado cuando llegué a Milán. Busqué el bus que iba al aeropuerto de Bergamo, pagué los 5€ y me subí tranquilo y con mucho sueño.
En el aeropuerto eran las 8 de la mañana y los tanos no paraban de gritar. Tenía ganas de decirles: «paren un poco por favor, es domingo a las 8 am!» Y no podía dejar de preguntarme, sin ánimo de ofender a los italianos, pero de verdad: «yo vengo de esto?» Pareciera que no.
Mi siguiente destino, Barcelona, bastante más «civilizado». Según me cuentan, tengo que ir al sur de Italia para ver el lío en serio, seguramente iré en algún momento y les contaré mi experiencia. Ya se estaba acabando el viaje, era el turno de volver a España!
infusionyte.com dice
Buenas, muy buen artículo y fotos! La verdad que ahora parece que esto del Covid ya esta remitiendo dan ganas de viajar un poco más. Ya he estado en otras ciudades de Italia pero desconocía lo que me puede ofrecer Milán, Me lo apunto para futuros viajes. Un saludo!