En 1502, Cristobal Colón llamó a Martinica «el país más bonito del mundo», un poco exagerado el hombre, aunque hay que tener en cuenta que no conocía gran parte del planeta. Martinica es lindo, pero yo seguía impresionado por la belleza de Antigua, isla que habíamos visitado el día anterior.
Me levanté temprano y todavía me dolía todo de mi vuelta al gimnasio (2 días atrás en el crucero), después de casi un año sin ir al gym. Fuimos a desayunar al restaurant, bien «cargadito», muchas calorías, para estirar la comida lo máximo posible. Martinica iba a ser un largo día en tierra y no teníamos intenciones de gastar plata comiendo en la isla si teníamos todo incluido en el barco.
Alrededor de las 9 a.m. bajamos a tierra. Perdimos un poco de tiempo antes de bajar porque nos desencontramos después del desayuno. Como lo hacíamos en 2 turnos, porque mi hermano y mi mamá siempre se quedaban durmiendo un poco más, a veces no coincidíamos para encontrarnos en la habitación, y si no hay buena coordinación, no es fácil encontrarse en un barco de 15 pisos con 4.000 personas a bordo.
Bajamos y todos hablaban francés (Martinica es una colonia francesa actualmente). Muy pocos hablaban inglés y nadie español. Nos vimos rodeados de taxistas que ofrecían 4 recorridos/tours por la isla. Todos muy caros, con precios en euros, la moneda oficial de la isla.
Después de escuchar a varios y obtener algo de info, decidimos recorrer la ciudad de Fort-de-France (capital de Martinica) por nuestra cuenta. Pasamos por la biblioteca, la catedral, varias plazas, y varias callecitas llenas de negocios parecidos a los del centro de Córdoba. Nada de otro mundo, muy sencillos.
Cada 2 o 3 cuadras nos encontrábamos con una chica muy amable, de la oficina de turismo, que nos daba recomendaciones y tips par aprovechar al máximo nuestro día. Gran iniciativa de la isla, no lo vi en otro lado, me pareció muy bueno. Sobre todo porque los que bajan de un crucero tienen un sólo día para recorrer la isla y muchas veces se ven abrumados por los que venden tours o paquetes armados. Las recomendaciones de estas chicas eran independientes de cualquier interés económico.
En el camino nos cruzamos con un edificio que tenía un enorme cartel con el mensaje: «Je suis Charlie», en homenaje a las víctimas del terrible ataque a los periodistas de la revista Charlie Hebdo que conmocionó al mundo y en particular a toda Francia. Unas cuadras más adelante pasamos por una construcción muy antigua que tenía tallada la frase insignia de la revolución francesa: «Liberté, égalité, fraternité». Libertad, igualdad y fraternidad, 3 principios básicos muy difíciles de encontrar en la sociedad moderna de hoy en día.
Decidimos ir a ver la réplica de la Basílica de Sacré-Cœur, originalmente ubicada en Mont Matre, en París. La réplica de Martinica quedaba subiendo la colina yendo hacia el norte de la isla, camino al jardín botánico que también decidimos ir a ver.
Para ir caminamos hasta la parada del colectivo 25, previa compra de los tickets en una oficina con tarjeta de crédito porque no teníamos ni un euro y no aceptaban dólares.
Casi todos en la parada eran turistas, aunque la mayoría franceses. El otro crucero que había parado ese día era francés y en nuestro barco, si bien había personas de todo el mundo, estaba lleno de franceses porque visitábamos varias colonias de ellos. No tenían problemas con el idioma como nosotros, así que nos ayudaron bastante para ubicarnos y entender cómo funcionaba todo.
Apenas llegamos a la parada se nos pasó el colectivo porque estaba lleno de gente, así que tuvimos que esperar unos 25 minutos al siguiente.
Nos subimos y el colectivo, para nuestra sorpresa, no paró en la iglesia, así que fuimos directo al botánico.
En el camino, durante los 20 minutos que duró el viaje, subimos por las verdes colinas, algunas llenas de casitas humildes del estilo de las favelas de Río de Janeiro, pero un poco mejores.
Nos bajamos todos en el jardín botánico, pagamos la entrada e iniciamos el ordenado recorrido observando las interesantes plantes de todas partes del mundo. Me hizo acordar mucho al Ke’anae Aboretum que visité haciendo el camino a Hana en Maui. En realidad, todas las montañas con vegetación bien verde y frondosa me hicieron acordar a Hawaii.
Muy bueno el Jardín de Balata, lo recorrimos bastante rápido hasta que tuvimos que hacer una cola interminable para subir a cruzar unos 10 puentes colgantes que unían estaciones arriba de los árboles.
Estuvo bastante bueno, a unos 15 metros del suelo, los puentes colgantes le sumaban un poco de aventura al tranquilo jardín botánico.
En los puentes colgantes se obtenía una vista panorámica de la extraña mezcla de vegetación que había en el complejo.
Cuando terminamos el recorrido entero fuimos hasta la parada del colectivo 25 junto con muchos otros viajeros. Antes de salir, sacamos una foto familiar con el nuevo palo para selfies que había comprado mi hermano.
Por suerte entramos justo en el ómnibus, sino hubiéramos tenido que esperar otros 25 minutos. A la vuelta, la iglesia parecida a Sacré-Cœur estaba cerrada así que no paramos y volvimos hasta el centro.
Caminamos en dirección al ferry para ir a alguna playa más linda que la que está al lado del fuerte que le da el nombre a la capital de Martinica, Fort-de-France. Esa playa era la más cercana al barco, pero era súper chiquita y normal. No íbamos a pasar el poco tiempo que teníamos en la isla en una playa normal. Veníamos de las paradisíacas playas de Antigua, queríamos Caribe en su máxima expresión, así que fuimos a tomar el ferry.
Antes de llegar al muelle desde donde salía el ferry, el hambre empezó a hacerse sentir. Todavía estábamos cruzando el centro, así que paramos en un supermercado de un shopping a comprar agua, fiambres y pan para hacernos unos sandwichs. Fort-de-France es una ciudad mucho más desarrollada que las de otras islas, con casi 100.000 habitantes, avenidas y algunos edificios de varios pisos.
Yo estaba muerto de hambre, ya habían pasado 7 horas desde el desayuno sin tomar ni comer nada.
Mientras esperábamos al ferry (10 USD ida y vuelta por persona), nos armamos un par de sandwichs y aplacamos el hambre un poco. Después del viajecito de 25 minutos, llegamos a una playa que más que arena blanca tenía arena gris. Con agua limpia, pero más cercana al gris que al azul o turquesa. una desilusión total. El nombre de la playa: Anse-Mitan.
Para colmo, el contraste con las playas alucinantes de Antigua del día anterior, volvía a Anse-mitan en Martinica, aún peor. No obstante sigue siendo una playa del Caribe, mucho mejor que Mar del Plata o Punta del Este.
Estuvimos ahí un par de horas (sólo para justificar los 10 dólares por persona que habíamos pagado), y después volvimos a tomar el ferry hacia el puerto de Fort-de-France. En el camino, el ferry hizo una parada en otra playa, pero no bajamos, no parecía nada diferente a la playa de la que veníamos. Una vez en Fort-de-France, fuimos hasta un Mc Donald’s para usar el wifi 10 minutos.
El resto de la familia estuvo 10 minutos y volvió al barco, yo me quedé un rato más para aprovechar el wifi y volví más tarde caminando sólo. Por suerte, no sé cómo porque soy malísimo ubicándome en cualquier lugar, pude llegar al barco a tiempo.
Martinica me desilusionó bastante. Veníamos del paraíso de Antigua, y sí, es verdad que el contraste fue muy grande, pero igualmente sigo pensando que Martinica no es la gran cosa. Seguramente con más tiempo, mejor clima, y más presupuesto, se pueden hacer cosas interesantes, pero no fue el caso.
A la noche, ya en el barco, fuimos al teatro a ver un tributo al gran Frank Sinatra. El equipo de animación («il coure del barco»), como siempre animó la previa del show. En esta ocasión sumándose al movimiento global de «free hugs», ofreciendo abrazos gratis.
El espectáculo estuvo muy bueno y el cierre con una de mis canciones favoritas «My Way», fue genial!
De ahí nos fuimos a comer y a dormir temprano. Al día siguiente nos esperaba una larga jornada en Santa Lucia.
eileen dice
hola fran! Como siempre muy bueno todo lo relatado. Evidentemente Martinica no es el paraiso. Es bueno saberlo. Creo que no me hubiera animado a subir a esos puentes colgantes, Demasiado altos! Lastima no pude escuchar la cancion de Frank Sinatra. No me funcionan los parlantes.
Muy lindas todas las fotos y la familiar, buenisima!
beso, eileen.
Francisco Ortiz dice
Gracias Eileen! Sí, al menos nuestra experiencia en Martinica no fue deslumbrante. Seguramente hay muchas cosas interesantes por hacer en la isla y muchos lugares por conocer que no tuvimos la oportunidad de visitar. Es difícil etiquetar un lugar cuando sólo se lo ha visitado un día, y además se viene de otras islas caribeñas paradisíacas, con las cuales es imposible no comparar.