Esta es la historia de un amigo inglés que conocí en el departamento donde estoy viviendo actualmente. Uno más de los personajes interesantes que van pasando, mientras yo estoy “estático” en Buenos Aires. Le vamos a llamar «Pepe» para reservar su identidad.
Pepe es un personaje si los hay, super enérgico, super ambicioso, super emprendedor, que viaja por el mundo desde que tiene 18 (hace 17 años). Se ha ido moviendo de un lugar a otro, emprendiendo, invirtiendo y conociendo gente.
Imagínense si tiene historias para contar…
Este es el relato de unos de sus últimos viajes, en este caso a Venezuela.
Resulta que Pepe ya llevaba varios días en Venezuela, y quería seguir viaje, cambiar de país, continuar con su loco estilo de vida que lo lleva de un país a otro de manera «desordenada», libre, sin rutinas. El cuenta que su próximo destino siempre lo elije yendo al aeropuerto y tomando el avión hacia el destino más barato e interesante que encuentra en ese momento, una locura!
Eso mismo quiso hacer en Venezuela, había llegado con un pasaje de ida sólo, no había calculado sacar el pasaje de vuelta con anticipación, había hecho lo que hace siempre: dejar en manos del destino la próxima parada de su viaje. Lo que no sabía era que Venezuela no se la iba a hacer fácil…
Llegó al aeropuerto y resulta que no lo dejaban comprar pasajes a ningún lado. En todas las aerolíneas le decían lo mismo: que tenía que sacar el pasaje con 3 o 4 meses de anticipación. Si bien su estilo de vida le permite flexibilidad, 3 o 4 meses era una locura, además de que, si hay algo que a Pepe le molesta es que le quiten su libertad, que le digan lo que tiene que hacer sin darle opciones.
Estaba como loco, peleó y peleó hasta que se dio cuenta de que no iba a encontrar solución en el aeropuerto, así que se fue de vuelta a la ciudad y se puso de lleno a armar un plan de escape de Venezuela junto con un amigo venezolano.
Lo primero que pensaron fue cruzar la frontera por tierra hacia Colombia. Aunque cuando averiguaron bien, resultó que el paso fronterizo que tenían más cerca era muy peligroso y más siendo extranjero, por lo que decidieron no arriesgarse.
Se tomaron unos días más para armar un plan de escape. Mientras tanto disfrutaba de la enorme brecha cambiaria que había en Venezuela entre el dólar oficial (alrededor de 6 en ese entonces) y el dólar paralelo (cerca de 90). El que iba con dólares a Venezuela se hacía una fiesta, como él me decía: «In Venezuela dollar is King!!«. Todo le parecía super barato, igualmente se quería ir del país, no le gustaba que le coartaran la libertad de moverse a otro país.
La segunda opción fue ir hasta Puerto La Cruz y buscar alguna persona que por un par de dólares lo llevara en un velero o barquito hasta el territorio que no fuera venezolano más cercano. La intención de Pepe era que lo llevaran hasta Curacao o Aruba que están bastante cerca.
La cuestión es que se subió con su equipaje al barquito junto con su amigo venezolano que le hacía de traductor, y se encomendaron a la suerte y a las habilidades de esta persona que les ofreció llevarlos. Estuvieron un rato navegando hasta que llegaron a una isla.
Pepe se bajó con sus valijas en esta isla paradisíaca y cuando el barco estaba por salir, se dio cuenta de que no había suficiente «estructura» como para que fuera otro país (en realidad era Isla La Tortuga, que depende de Venezuela). Estaba sólo, cual Robinson Crusoe, en una isla desierta y con las valijas. Empezó a gritarle al conductor del velero para que volviese y lo buscara. El lugar era espectacular, las playa magnífica; pero Pepe lo único que quería era irse del país, no seguir atrapado en lo que para él ya se estaba volviendo un infierno.
Malentendido? Avivada? Nunca sabrá, pero la cuestión es que volvieron a Puerto La Cruz. Como veía que se le estaba haciendo difícil salir, se relajó y decidió aprovechar la enorme brecha cambiaria venezolana que jugaba a su favor. Se fue en otro barquito a Isla Margarita a un All-Inclusive con su amigo por unos pocos dólares. Fiesta, mucha comida y mucha playa por unos días; todo por sólo unas monedas.
Llegó un momento en le que Pepe se cansó. Quería volver a ser productivo y para eso tenía que salir de Venezuela. Volvió a Caracas y un día se fue al aeropuerto con la valija y sin pasaje.
Empezó a hacer la cola del check-in sin pasaje, y de repente se dio cuenta de que los sistemas no andaban bien. El televisor que mostraba las salidas y los arribos no estaba actualizando y percibió un caos en el counter de la aerolínea. Pepe, muy vivo por cierto, salió de la fila y llamó a su amigo venezolano. Le dijo que buscara el próximo vuelo que saliera de Caracas, sin importar el destino.
«Panamá! Hay un vuelo que sale a Panamá en 45 minutos» – Listo dijo Pepe. Salteó la fila y empezó a decirle a la persona que estaba haciendo el check-in que se le iba el vuelo, que tenía un pasaje a Panamá en 45 minutos y que estaba llegando tarde. Esta persona, como efectivamente no funcionaban los sistemas, empezó a buscar el nombre de Pepe en una lista impresa. Pepe le decía que si llegaba a perder el vuelo él se lo iba a tener que pagar (como para meterle presión y que lo dejara pasar).
A todo esto Pepe se había ido al aeropuerto «disfrazado» de ejecutivo, de traje y corbata; porque según él cuando te ponés un traje la gente te respeta más y es más fácil conseguir lo que querés (al mejor estilo Barney Stinson: suit up!).
La cuestión es que como no lo encontraba en la lista y para que no perdiera el vuelo, le dijo que lo comprara de nuevo y que después pidiera un refund. Pepe estaba feliz, no quería viajar gratis, él quería escapar de Venezuela y ya estaba muy cerca. Cuando sacó de su bolsillo un puñado de bolívares para pagar en moneda venezolana, no lo dejaron. Resulta que los extranjeros no pueden comprar pasajes en moneda local.
Pepe estaba indignado, no quería pagar con la tarjeta o con dólares, iba a perder una fortuna (imaginensé que estamos hablando de un tipo que tiene un excel con una macro que se conecta a yahoo finance que le calcula la diferencias de tipo de cambio con un botón y cuando detecta diferencias significativas, salta un trigger y le avisa que compre o venda para «ganar unos pesos»). Discutió y discutió hasta que se dio cuenta de que no iba a poder pagar en bolívares.
Sacó un puñado de dólares del bolsillo para pagar. De repente lo ojos de la persona que hacía el check-in brillaron. El venezolano no lo dejó pagar en dólares, le propuso pagar con su tarjeta de crédito personal venezolana y que Pepe le diera los dólares. Obviamente a un tipo de cambio intermedio entre el oficial y el paralelo, win-win situation, Pepe ni lo dudó.
Para colmo, como los bolívares no le servían de nada a Pepe, ni tampoco valían mucho, se los regaló al venezolano como agradecimiento. Todo esto en pleno counter con una cola de gente esperando para hacer el check-in. El tipo no lo podía creer. Lo acompañó hasta la puerta del avión y le cargó la valija, una locura. Como dice Pepe: «in Venezuela, dollar is King«.
Y así fue como recaló en Panamá y siguió haciendo de las suyas en ese pequeño país. Un tiempo más tarde vendría a Argentina a vivir unos días en el departamento donde estoy viviendo actualmente. Seguramente seguiremos en contacto, Pepe es uno de esos personajes interesantes que se conocen en el camino, de esos que realmente creen que el mundo es un lugar lleno de oportunidades, sólo hay que estar abierto y atento para poder aprovecharlas.
Seguramente haremos algo juntos en el futuro y les contaré más de él.
Es todo por hoy, hasta la próxima!
Neba dice
Muy buena historia!!
Francisco Ortiz dice
Gracias Neba!! La verdad es que cuando me la contaba no podía creer todas las cosas que le habían pasado. Para colmo ésta es sólo una de las tantas que me fue relatando en el tiempo que estuvo viviendo en el departamento. Es un personaje interesante de esos con los que se puede charlar horas…
Saludos!
Romi M dice
Ooooh que bueno! Que ganas de conocer a Pepe! xD
Francisco Ortiz dice
jajja Romi no te das una idea de lo loco que está «Pepe», es un personaje bárbaro. Cada tanto aparece por Buenos Aires, que es donde estoy yo ahora, y nos juntamos a charlar. Delira como él solo, a veces creo que todo lo que dice es un cuento, porque sus historias son muuy locas. Pero todavía le sigo creyendo, aunque a mí también me digan que estoy loco.
Saludos!