La Cumbrecita es ese pueblo de mi provincia que me encanta, que está a sólo 2 horas de mi casa y que hasta hace poco había visitado sólo en mi niñez. Fui hace unos meses a pasar el día, y ahora se lo recomiendo a todos. Cada vez que me preguntan a dónde ir en las Sierras de Córdoba, sin dudas les digo: La Cumbrecita.
Y así fue como, el último fin de semana largo de agosto, influido por mis comentarios más que positivos el lugar, varias compañeras de trabajo y amigas organizaron un viaje a este mágico pueblo. Ellas eran 3 y cada una viajaba con su novio / marido. Yo por mi parte iba como «guía turístico», sólo por un día. Cualquier excusa es buena para hacerse una escapada a la naturaleza. En total éramos 7, las tres parejitas y yo como «guía local».
Por suerte, el viernes yo tenía «home office» (trabajar desde mi casa), y lo pude hacer desde Córdoba. Así que para el sábado ya estaba descansado y nuevo para manejar hasta las Sierras (normalmente viajo el viernes a la noche desde Buenos Aires y el sábado estoy bastante cansado por el viaje en colectivo).
7 de la mañana del sábado y suena el despertador. Me fijo si me llegó el mensaje que estaba esperando y resulta que mi amiga alemana que estaba viniendo para Córdoba me avisa que llega más tarde, que el colectivo se demoró en la salida desde Buenos Aires por el gran éxodo de gente debido al fin de semana largo.
Duermo 15 minutos más y me despierto. Le aviso a mis otros amigos que la alemana estaba llegando tarde y me alisto. Paso a buscar a la parejita de La Plata (aunque ella es de Trelew originalmente) por el departamento de un amiga de ellos en Córdoba, y después busco a Natalie por la terminal de ómnibus. Los 4, ya en el auto y con el equipaje en el baúl, emprendimos nuestro viaje al mágico pueblo de La Cumbrecita.
Pasando Alta Gracia, hicimos la parada cuasi obligatoria para comprar un pan casero (sin chicharrón para que no cayera pesado) en el «Puesto de Carballo», uno de los más conocidos de todos los que hay en esa zona al costado de la ruta. Para cuándo llegamos al pueblo ya no quedaba nada.
Dos de las parejas se iban a alojar en el hostel del pueblo (hay un sólo hostel) y hacia allá fuimos. A diferencia de la última vez que había ido a La Cumbrecita, esta vez fuimos en el auto hasta la entrada y recién ahí nos recibieron los de la oficina de turismo. Como los chicos se iban a alojar al menos una noche, pudimos entrar al pueblo con el auto (el lugar es peatonal, están prohibidos los autos).
Entramos al hostel y por todo lo que habíamos conversado en el camino, me di cuenta que el día iba a ser largo y «movidito», así que pregunté si tenían lugar en el hostel y reservé por una noche.
Mi idea inicial era pasar el día y volver a la noche. Pero como ya veía que íbamos a terminar agotados, no tenía ganas de manejar 2 hs., sólo, de noche, por las sierras. Me mandaron al «búnker», la habitación más barata.
Por suerte, como en la habitación compartida donde dormía una de las parejitas, quedaba un lugar libre, me dejaron dormir ahí (era mucho mejor), por el mismo precio.
Esperamos que llegara el marido de Natalie y salimos a recorrer. Ya eran cerca de las 11:30 y no teníamos mucho tiempo como para hacer alguna caminata larga, así que fuimos a la cascada grande.
Esta vez tenía mucho menos agua que la última vez que visite el lugar y estaba lleno de gente. Para escapar un poco de tanto «ruido de turista», avanzamos sobre las piedras en la misma dirección en la que corría el agua y nos sentamos los 5 a tomar unos mates y charlar.
Como no nos conocíamos, había muchísimo para hablar. Aunque sin querer, en varias ocasiones, terminábamos hablando de situaciones laborales. Y contrario a lo que pensaba yo, muchas veces los novios no quedaban «colgados» o fuera de tema. Ya sabían bastante de escuchar a las chicas hablar en sus casas.
Estuvimos un rato ahí, y a la vuelta paramos un ratito en la capillita característica de La Cumbrecita. Ahí fue cuando me acordé que la última vez que había visitado el pueblo, había prometido que para la próxima iba a bajar la app «Viento Cumbrecita» para recorrer el lugar de la mano de la tecnología. Intenté bajarla, pero pesaba mucho y con la calidad del 3G en Argentina podía llegar a tardar horas. Quedará para la próxima visita.
Acá les dejo un video que muestra como funciona la app. Parece muy interesante y muy útil, y ¡es gratis!
Después empezamos a buscar dónde almorzar por la calle principal. Vimos casi todos los lugares, precios, menúes, etc, aunque no sirvió de mucho porque terminamos comiendo caro y de mala calidad, pero bueno, la pasamos bien igual.
Volvimos al hostel, nos cambiamos, estuvimos un rato dando vueltas, conocimos algunas personas que también se estaban alojando ahí y seguimos la recorrida.
Por recomendación de una señora que se estaba alojado en el hostel, fuimos hasta la cima del Cerro Wank. Cruzamos el vado, y emprendimos una caminata de 45 minutos hasta el monolito que marca la cima de la montaña. Por suerte casi no había gente y fue una actividad más natural que la cascada de la mañana.
Paramos 3 veces en el camino para tomar un poco de aire, descansar y tomar unos mates.
Cuando estábamos llegando a la cima, la gente de Peñón del Águila (un complejo de actividades de aventura que queda cerca del pueblo) había puesto música tan fuerte que nos interrumpía totalmente la paz natural del camino. Una contaminación auditiva tan grande que no lo podíamos creer.
Estábamos en el medio de las sierras, subiendo una montaña, sólos, entre las piedras y los arbustos, con una vista increíble; y teníamos que soportar la música de fondo.
Pero bueno, llegamos a la cima del Cerro Wank, nos sacamos unas fotos, y nos sentamos a merendar unas galletas, unas chips y a tomar el infaltable mate. ¡Muy bueno!
A la vuelta, intentamos volver por el mismo camino. pero en un momento nos perdimos, estuvimos dando un par de vueltas, pero siempre orientados, yendo siempre hacia abajo, y en dirección a las pocas construcciones que podíamos ver desde el cerro.
Ya se estaba haciendo de noche, por lo que volvimos al hostel.
En el camino compramos unos quesos y pan, y apenas llegamos hicimos una picada con un salame que apareció por ahí. Más tarde, vino la tercer parejita y todos nos quedamos a comer en el hostel.
Un pollo al disco muy bueno, que disfrutamos en una gran mesa, junto con otros viajeros. Yo me separé de las parejas, las dejé tranquilas en una punta de la mesa, y me fui a socializar al otro lado.
Y ahí fue donde conocí a la famosa ex profe de matemática del pueblo. Una señora que desbordaba de pasión por la enseñanza y el desarrollo de los chicos, que acababa de jubilarse. Ella se había mudado a la cercana ciudad de Villa General Belgrano, pero había ido a pasar el finde al hostel. Una genia total, con la que mantuvimos charlas muy interesantes en la mesa, junto a otro grupo de chicas de Buenos Aires. Era increíble la pasión que tenía por la educación, empezaba a hablar del tema y uno se emocionaba.
Historias muy interesantes, como suele pasar en casi todos los hostels. Casi siempre uno termina conociendo gente muy interesante para conversar e intercambiar opiniones.
Muy buena cena.
Terminamos de comer, dos parejas se fueron a dormir, y yo me fui con la tercer pareja a caminar hacia el vado y nos sentamos en el pasto, en la completa oscuridad de la noche, a admirar las estrellas. Esas que se ven sólo en el campo. Esas que inundan el cielo, ese cielo que es tan limpio y natural que te permite ver todo.
Y en ese ambiente empezamos a divagar y reflexionar sobre la vida, sobre diferentes proyectos, ideas, sueños, etc. El clima lo ameritaba. Hasta tuvimos la oportunidad de ver varias estrellas fugaces. Un lujo, sobre todo para chicos que ahora viven en la gran ciudad, rodeados de edificios, autos, gente, ruido; por todos lados. El tiempo pasaba y no nos queríamos ir, esa conexión con la naturaleza era muy fuerte, y nos predisponía a reflexionar y evaluar nuestras distintas situaciones.
Después de un par de horas, volvimos al hostel (habíamos tenido un día muy largo, y por más inspiración, estábamos muy cansados). Fuimos a dormir y al día siguiente, después del desayuno, volví manejando hacia mi casa en Córdoba.
Ellos siguieron su fin de semana en La Cumbrecita. Con caminatas más intensas y fuera del circuito turístico tradicional. Caminatas que me quedé con ganas de hacer. Y como digo siempre: «si encontrás un lugar que te gusta mucho, siempre es mejor dejar alguna cosa interesante sin hacer, para tener la excusa de volver». Y bueno… tendré que volver.
En definitiva La Cumbrecita es un excelente lugar para escapar de la locura de la ciudad. La próxima, capaz bajo la app del pueblo y la recorro con más tecnología. Esta vez fue conexión … pero con la naturaleza.
¡Hasta la próxima!
vicky campana dice
Hermoso lugar la cumbresita, de esos lugares que siempre da ganas de volver!
Francisco Ortiz dice
Siiii, totalmente!! Aunque lo mejor es ir durante la semana y fuera de temporada, porque ya no es no es un secreto que es un lugar increíble, por lo que siempre está lleno de gente. Pero bueno, igualmente está muy bueno!
eileen dice
muy interesante todo tu relato Fran! Yo conoci La cumbrecita, pero hace muchos años… seguramente debe haber cambiado bastante, aunque por lo que veo sigue siendo un lugar muy tranquilo mientras no haya demasiados turistas y con la musica a mil Un desproposito!
beso,
eileen.
Francisco Ortiz dice
Gracias Eileen! Sí, seguramente La Cumbrecita debe haber cambiado en los últimos años, pero por suerte se trató de conservar la cultura natural y tranquila. Uno de los pueblos más lindos y pintorescos de Córdoba sin dudas!
Saludos!
Neba dice
Fraaan querido! Qué lindo aparecer en tu blog 😀 Quiero aclarar que bajando del cerro Wonk sí nos perdimos y ya estaba anocheciendo..por más que me asusté un poco (tengo que reconocer) fue más divertido!! En tu mención del «salame que apareció por ahí»..lo gané con el sudor de mi frente visitando a mis amigos de los concesionarios del centro cordobés y decidí compartirlo con uds <3 Cómo te inspiraste para describir lo hermosa que es la noche bajo las estrellas…sin dudas lo mejor del viaje! Recomiendo recorrer la cumbrecita saliéndose de los senderos tradicionales y consultando a los lugareños los mejores lugares..así llegamos al cerro Wonk! Y por último, el hostel era muy bueno por su calidad humana, todas las noches el dueño del lugar organizaba comidas comunitarias a muuuy bajo precio…la noche que Fran no estuvo comimos unos tacos increíbles!!
Francisco Ortiz dice
Gracias genia por ayudarme a recordar ese hermoso día para mí, y finde para ustedes, que pasamos en La Cumbrecita!! Pasó tanto tiempo ya (no voy a decir que era porque alguien me debía las fotos, shh) que no me acordaba de algunos detalles. Estuvo muuy bueno! Con lo del salame, en realidad no te quería quemar que «coimeabas» recibiendo regalos jajaja. Ya los voy a ir a visitar a La Plata y escribiré de eso!!