Llegué a esta ciudad, de la que nunca había escuchado hablar, alrededor de las 9 de la noche. Bajé del tren, y en la estación había wifi, así que chequeé nuevamente el camino hasta el hostel, para no tener ningún problema. Caminé las 16 cuadras, la mayoría a oscuras, pero con una seguridad que no experimentaba hacía tiempo. Ya conociendo como era Polonia, y sabiendo que es un país seguro y de primer mundo, y sumando que Poznan no es una ciudad tan grande, sabía que podía caminar con tranquilidad por más que estuviera muy oscuro. Tuve la confianza para caminar sin ningún tipo de problema.
Llegué al hostel y después de subir los 3 pisos de escaleras (menos mal que viajo con mochila – los 4 hostels que fui en Polonia quedaban como mínimo en el primer piso y ninguno tenía ascensor), entré a lo que parecía un hostel desierto. Me recibió una señora muy simpática, hice el check in, me explicó todo el funcionamiento del hostel, y me dio la llave de la habitación para 10 personas mixta que había reservado. Estaba vacía. Las únicas personas que pude ver, eran la familia de la dueña del hostel que me había atendido. Era domingo a la noche, y se habían juntado todos ahí.
Me mostró en un mapa todas las principales atracciones de la ciudad de Poznan, y me dijo que por cualquier duda le avisara. Pero me sugirió que antes de ir a dormir, fuera a dar una vuelta a la plaza central para verla de noche, ya que me iba q quedar 1 solo día en la ciudad, y era mi única oportunidad de ver la plaza de noche. Me pareció buena idea, sobre todo porque todavía tenía que comer algo, ya era tarde, y seguro que en la plaza iba a haber algún lugar abierto.
Había visto unas fotos por internet de las casas con el típico estilo de Polonia que estaban en la plaza central. De varios colores. Pero verlas en vivo fue mucho mejor.
Una estatua en cada esquina, el extraño y colorido ayuntamiento, y una gran cantidad de bares, restaurantes, y boliches. Di una vuelta completa, y terminé eligiendo un lugar para comer. Decidí darme un gusto esta vez, y comer un poco mejor que lo que venía comiendo (basicamente pura comida chatarra). Entré al lugar, elegí una mesa, y estaba casi solo.
Dos chicas polacas muy simpáticas me atendieron y teminaron haciendo de esa comida, una de las noches más divertidas del viaje.
Como no había nadie, estuvimos charlando como 2 horas, hablando un poco de todo. Un poco de idiomas, comparando el polaco, con el español, el inglés, y el alemán. Y también aproveché para hacerles muchas preguntas de la cultura polaca. Cada uno contó su historia, y la pasamos muy pero muy bien. Comí un increíble costillar y un postre helado que era una bomba!
Hasta me regalaron un shot de vodka saborizado. Como agradecimiento, les escribí una «reseña» que pegué en la puerta de la heladera del local (a la vista de todos – hasta el momento es la única en español). Marita y Aga, gracias!
Cerca de las 11, cuando a estaban por cerrar, me fui al hostel. En el camino, en plena plaza central me volvieron a invitar a un strip club (ya me habían invitado en Varsovia). No sé si es algo tan común en Polonia, o me ven cara de que me gusta. Espero que sea lo primero, porque no son actividades que me atraigan mucho la verdad. Me gustan las mujeres en serio, no las que hay que pagarle para que se muevan.
Cuando llegué al hostel, ya tenía un compañero de habitación. Un indio que estaba viajando por unos meses por Europa y que le gustaba la fiesta más que respirar. Cuando comparamos planes de viaje, de lo único que me preguntaba y me hablaba era de la vida nocturna de cada ciudad. Me di cuenta que está lleno de viajeros que sólo buscan fiesta, y para ellos existen los «party hostels» que son conocidos por tener un ambiente «fiestero» todo el tiempo. Yo prefiero explorar más, y después poder sociabilizar, pero en un ambiente un poco más tranquilo.
Me quedé trabajando un poco en la compu, y a dormir.
Al día siguiente me levanté temprano. Me di cuenta que no tenía casi nada de ropa limpia, y como estaba lloviendo, no había forma de lavarla y esperar a que se secara, porque no iba a llegar a secarse para la tarde. Pregunté a la señora del hostel si no había un lugar para lavar y secar cerca, y gentilmente me indicó cómo llegar (es increíble la diferencia en la amabilidad cuando un lugar es atendido por los dueños).
Caminé las 7 cuadras, pero cuando llegué sólo había máquinas para comprar las fichas, sólo con monedas, y parte de las explicaciones estaban sólo en polaco. Estuve un rato, hasta que entendí cómo funcionaba todo. El problema era que faltaba una máquina que es la que te da cambio en monedas, cuando uno pone billetes. De dónde iba a sacar yo, casi 30 zlotys en monedas? De casualidad que tenía como 5.
Además de eso, iba a perder demasiado tiempo esperando a que la ropa se lavara y secara. No era un lugar donde podía dejar mi ropa y después alguien me la entregaba, eran sólo máquinas. En la pelea máquinas vs hombres, perdí.
Decidí volver al hostel, y posponer la lavada. No iba a perder las pocas horas de luz en Poznan, lavando ropa. Me alisté y salí a explorar! Abajo de la lluvía, desde el minuto 0. Menos mal que ya tengo la ropa adecuada, sino hubiera sido imposible. Zapatillas impermeables, y campera impermeable, clave!
Primero fui a la plaza central para verla de día, apreciar la hilera de casas de colores, y a tratar de entender el extraño estilo del edificio del ayuntamiento.
Y después empecé a explorar las calles del casco histórico, tratando de cubrir la mayor cantidad de puntos de interés posibles. Entré a la iglesia rosa de San Stanislao, con sus imponentes columnas y su colorido por dentro (rasgo característico de la gran mayoría de las iglesias cristianas de Polonia).
Seguí caminando, crucé el río, y llegué a la isla de la Catedral. Flores, estatua de Juan Pablo II, una catedral impactante por fuera, no tanto por dentro, pero sí con mucha historia. Ya que esos edificios fueron de los primeros que hubo en Polonia como asentamiento unificado, hace aproximadamente 1.000 años. El detalle es que hoy en día casi todo está reconstruido, no es lo original.
Volví caminando, pasé por un par de iglesias más, y volví a la plaza central porque a las 12 del mediodía hay un espectáculo muy característico de Poznan. Algo que todas las personas con las que me crucé me recomendaron ver, pero que la verdad no es nada del otro mundo. Es gracioso, y todos los visitantes que estaban en Poznan (no más de 100 personas) fueron a la plaza a esa hora, pero no es algo de vida o muerte.
Pero como todavía faltaban unos 30 minutos para el mediodía, fui a la oficina de turismo (en la misma plaza) para que me indicaran qué más podía hacer, un lunes lluvioso.
La mayoría de los museos estaban cerrados, pero la señora, con gran amabilidad y gran lujo de detalles, me indicó una por una todas las opciones que tenía. Como sólo faltaban 30 minutos, no me podía mover mucho de la zona, así que fui a ver los restos de la antigua muralla que cercaba la ciudad de Poznan. Muralla que hacia el oeste (lado desde donde el país limita con Alemania) era doble por temor a ataques.
Mucho verde, y muchos colores otoñales, además del rojo intenso (naranja con mucha agua de la lluvia que no paraba) de los ladrillos de las construcciones.
Volví a la plaza 5 minutos antes de las 12, y me busqué un buen lugar, bien en frente del reloj del ayuntamiento. La gente empezó a llegar y a buscar un lugar con buena visibiidad de la torre del reloj. A las 12 en punto, se abrió una puerta de la torre, y salieron 2 cabras, que chocaron sus cabezas y cuernos 12 veces. Es más, había un grupo de chicos de un colegio, que contaba en voz alta las «chocadas». Una tradición que ha perdurado, y que hoy en día, no es más que una anécdota para los visitantes.
De ahí, me fui a conocer la antigua cervecería, hoy en día convertida en una gran centro comercial, que ganó el premio al mejor centro comercial remodelado (de tamaño intermedio) de toda Europa. Todos lo promocionan como una actividad interesante para visitar. El shopping es pintoresco, pero de ahí a que sea una atracción turística, me parece mucho. Di unas vueltas y volví a la plaza a comer.
Y volví a comer al mismo lugar que la noche anterior, pero esta vez Aga y Marita no estaban (ya me habían avisado que iba a estar una de sus compañeras: Karolina). También estaba bastante vacío, así que tuve la oportunidad de conversar bastante con ella, sobre todo de las diferencias del nivel de apertura mental de los polacos de las grandes ciudades, comparados con los polacos de los pueblos del interior. Muy interesante!
Agregué su nombre a mi «reseña» en la heladera del lugar y me despedí.
Antes de terminar mi recorrida por Poznan, fui hasta el castillo. En el camino, pasé por un par de parques, con estatuas interesantes y jardines muy cuidados, como siempre. La lluvia no paró en ningún momento del día, pero eso no me iba a detener. Fui hasta el castillo, saqué varias fotos y volví al hostel.
No daba más del cansancio, no sólo había dormido poco, sino que terminó siendo unos de los días más activos del viaje. Llegué al hostel, y aproveché el wifi para verificar los horarios de los trenes a Wroclaw (Breslavia en español: mi siguiente destino), y para reservar el hostel. Estuve un rato ahí, y me fui con las mochilas a la estación de trenes.
Ya hecho todo un polaco, compré mi ticket en la máquina, en polaco, y pagando en efectivo con zlotys. Subí al tren, otra vez rodeado de rubias, altas y de ojos claros, pero estaba tan cansado que dormí de punta a punta, las 2,5 horas del viaje. Me bajé directo en el siguiente destino: Breslavia!
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