Shiraz, que alguna vez fue la capital del Imperio Persa, es la ciudad más importante del sur de Irán. Con Anita y Agustín fuimos a visitarla porque había muchas atracciones interesantes y también porque Agus tenía un amigo que nos iba a alojar en su casa.
Nosotros veníamos haciendo autostop y cuando llegamos a Shiraz nos dejaron en pleno centro.
Empezamos a caminar.
Teníamos que hacer tiempo hasta encontrarnos con nuestro host. Caminamos buscando un lugar de comidas pero en pleno Ramadan, no fue fácil.
Lo que sí vimos mucho fueron locales de ventas de alfombras. Pero más que las alfombras me llamó mucho la atención que en los locales de ropa, toda prenda estaba puesta en un maniquí. Entonces eso significaba que cada local estaba lleno de estos hombres musculosos blancos y buen mozos.
El metro no estaba funcionando (sí, tienen metro en Irán) y una señora nos guió para tomar un bus y después combinar para poder llegar al lugar donde nos íbamos a encontrar con nuestro host. Lo «loco» del bus fue que las mujeres iban atrás, separadas de los hombres así que una barra nos separaba de Anita. No nos miraban con buena cara cuando seguíamos hablando con ella en el bus.
Finalmente llegamos al metro. Era mejor que los de «primer mundo» o países desarrollados. Todo nuevo, todo muy limpio. La verdad que el nivel de infraestructura del país era excelente.
Fuimos a encontrarnos con Peyman, nuestro host y estuvimos charlando un rato con sus amigos. Derribando mitos y prejuicios, uno tras otro.
Después fuimos a comer a su casa y quedamos impresionados con su mapa planisferio de gente que había alojado. Eran decenas y decenas de personas de más de 20 países. El turismo en Irán está creciendo mucho y él estaba surfeando la ola.
Al día siguiente nos levantamos y fuimos a hacer la extensión de la visa. Agus y yo había hecho la visa en Batumi (Georgia) y nos la habían dado por 14 días. Extenderla por 30 días más costaba 10 usd y era un trámite fácil o al menos eso creíamos.
Nos tuvieron una hora y al final nos dijeron que ya se había acabado la hora de atención. En esa hora no nos habían atendido porque el jefe estaba en «hora de rezo». Pongo las comillas porque la hora de rezo no es una hora. Se veía que Irán no escapaba de la ineficiencia de los empleados públicos.
Insistimos e insistimos. Apelamos a nuestra nacionalidad (en Irán aman a los argentinos) y como siempre, terminamos hablando de fútbol. Eso aceitó un poco la conversación y pudimos encontrar una solución.
Nos ofrecieron extender la visa por 7 días y nos dijeron que si queríamos más la extendiésemos en otra ciudad más adelante en nuestro viaje. A mí me alcanzaban justo los días pero a Agus no, seguimos peleando. Eficiencia típica de oficina pública, se ve que es lo mismo en todos lados. Acá no tomaban mate pero sí charlaban de pavadas. Hasta nosotros nos dábamos cuenta sin entender una palabra.
Terminado el trámite fuimos a un convento donde Peyman participaba activamente. La paz en el ambiente era increíble. Todos eran muy amables y educados.
Después de explorar todo el lugar e intercambiar unas palabras con las autoridades de la institución, fuimos al bazar de la ciudad.
El bazar era enorme o mejor dicho, largo. Muy largo. Y si bien estaba lleno de negocios de los más variados rubros, le faltaba un poco de «sangre». Le faltaba pasión. La mayoría de los vendedores estaban durmiendo (no los culpo con la temperatura agobiante que había). Todo estaba demasiado tranquilo. Era muy diferente al Grand Bazaar de Estambul.
De ahí seguimos camino a la Tumba de un poeta muy reconocido de Shiraz.
Agus no entró porque había que pagar y no parecía nada del otro mundo. Había lindos jardines pero tenía razón. Nada muy espectacular. En menos de 30 minutos estábamos afuera con él camino al siguiente destino.
De ahí fuimos a lo que yo creía que era una mezquita pero que era un santuario (shrine) en honor a un personaje importante de la religión islámica de la región. La verdad es que fue la primera vez que Anita y yo entrábamos a un lugar así (Agus había estado en Irán el año anterior). Nos quedamos alucinando cuando nos dimos cuenta que el lugar era todo espejado por dentro. Un delirio.
Volvimos caminando por el bazar y después fuimos a una zona que parecía un pueblo. Calles de tierra y construcciones antiguas, en mal estado y alguna que otra persona caminando por ahí.
Y después fuimos a un lugar de otro planeta. Me di cuenta que era importante porque además del inmenso tamaño del lugar, estaba lleno de gente. Locales y turistas.
En la entrada identificaron que éramos extranjeros y nos hicieron esperar para que viniera un guía a mostrarnos el lugar. Todo gratis. En realidad fueron 2 guías porque en una parte se separaban los hombres de las mujeres.
Era un edificio monumental (otro shrine) separado en 3 partes:
- Una nueva y «sobria».
- Una de 30 años de antigüedad muy ostentosa y lujosa.
- Y una de 100 años de antigüedad con la tumba del homenajeado que era de otro planeta.
Las fotos son de la segunda parte porque en la última no se podía fotografiar el lugar.
Después de recorrer las 3 zonas nos llevaron a un salón de recepción de turistas y nos quedamos charlando con un chico que trabajaba como voluntario y estaba estudiando español. Todos muy amables como siempre. Hasta nos dieron para tomar algo. El único detalle que no me gustó es que nos dieron material impreso «lavador de cerebros» contra occidente.
Volvimos a la casa de Peyman, comimos y a dormir.
Como él no había vuelto a su casa esa noche, nos levantamos y tomamos un taxi bien temprano en la mañana para ir a la mezquita que refleja todos los colores de los vitreaux. Visita obligada en Shiraz.
Lamentablemente algunas de las ventanas estaban tapadas para proteger la madera de sol por lo que el reflejo de la luz en el interior de la mezquita no era el mejor pero seguía siendo alucinante.
Peyman llegó con 3 chicos de Suiza que había conocido el día anterior y nos quedamos charlando bastante adentro de la mezquita mientras unos turistas chinos nos paraban de sacar fotos.
Salimos de ahí y fuimos a pagar al banco para poder extender la visa. En el lugar conocimos a otro suizo que viajaba en bici y que se unió con nosotros. Terminamos todos comiendo en un restaurant.
Más tarde fuimos a descansar del calor a un espacio verde afuera del fuerte (en pleno centro) y después fuimos a dar otra vuelta al bazar.
A la noche pasamos un lindo rato en familia. Los dos chicos se enamoraron de la familia de Peyman y les encantó el clima que había. A mí no me atrajo tanto como a ellos. Puede ser porque, a diferencia de la gran mayoría de las familias de Occidente, la mía sigue unida y tiene una relación abierta y transparente entre todos sus integrantes. Una familia feliz. Lo disfruté obviamente pero no me pareció nada de otro mundo como otras cosas que vimos en Irán.
Al día siguiente íbamos a ir a visitar las ruinas de la histórica ciudad de Persépolis.
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