Mucha gente me había hablado bien de Tbilisi. Que tenía una magia especial. Que era muy pintoresca. Que la gente no solo era amable, sino que era muy abierta. Que estaba llena de iglesias. Que era accesible. Que era muy europea. Etc., etc. La verdad es que los 2 primeros días, tenía las expectativas tan altas que no me llamó mucho la atención. Pero con los días, terminé enamorándome de Tbilisi. Si no quieren que les pase esto, no se queden más de 3 días. Si no corren le riesgo de querer quedarse.
Llegamos desde Batumi a la tarde. Habíamos tenido un día casi perfecto de autostop. Llegamos a Tbilisi rápido y después de tener unas experiencias de intercambio cultural con los conductores muy interesantes.
[box type=»info»]De Batumi a Tbilisi haciendo autostop.[/box]
Esa tarde no hicimos nada. Llegamos al hostel, yo me quedé trabajando un poco y Agus se fue a dar una vuelta. Más tarde fuimos a comprar algo para comer, y a dormir.
Al día siguiente empezamos recién al mediodía. Salimos a caminar con mapa en mano buscando las principales atracciones de la ciudad. Primero pasamos por una calle con casas llenas de balcones y techitos con grandes trabajos de herrería. Mucho verde, y una cosa que nos llamó la atención fue que algunos árboles subían a los balcones y se enredaban en las barandas.
Cruzamos el río, vimos el monumento a los héroes, subimos a un circo que estaba cerrado y no se podía ver nada, y seguimos caminando hacia la calle principal.
Estaba lleno de grandes edificios de estilo europeo. Había algunas iglesias más georgianas, y muchas flores por todos lados. Algunos edificios estaban siendo remodelados, en general se podía apreciar que la ciudad estaba creciendo muy rápido. No tanto como Batumi, pero Tbilisi es la capital de país, no se puede quedar atrás. Y Tbilisi tiene mucho más estilo, más parecido a Europa Occidental.
Un detalle que me gustó mucho de la ciudad y que no cuesta nada (y que otras ciudades deberían imitar), es que había wifi gratis en todo el centro y los lugares turísticos. Pero lo diferente era que el nombre de la red era: «Tbilisi Loves You». Tbilisi te ama. Una linda forma de promocionar la ciudad y la calidez de su gente. Es un detalle, pero desde el punto de vista comercial y de marketing, suma mucho. Muy inteligente.
Al final de la avenida llegamos a la plaza principal con el City Hall a un lado y una par de hoteles 5 estrellas. Muy pintoresca.
Y después nos metimos por unas callecitas donde había casas muy antiguas, algunas destruidas, y la mayoría con balcones al mejor estilo New Orleans. Balcones con barandas de hierro muy trabajadas y muy viejas. Todo muy auténtico. Era como trasladarse en el tiempo por sólo unas cuadras, como volver a la época de la Unión Soviética.
Y seguimos caminando. Subimos por unas escaleritas hasta un lugar donde se apreciaba una linda vista panorámica de la ciudad. También había un rosal, varias iglesias, y se alcanzaba a ver la estatua de la Madre Georgia desde abajo.
Y seguimos subiendo. Llegamos a la punta del funicular, por el que también se puede subir, y la vista era espectacular. A medida que íbamos subiendo, la vista panorámica de la ciudad iba mejorando. Estaba lleno de iglesias chiquitas, a excepción de la Catedral de la Santa Trinidad más conocida como Sameba, que es enorme y sobresale de todo el paisaje de la ciudad.
Cuando estábamos bajando, encontramos la entrada al castillo y nos metimos. Era gratis. Más vistas espectaculares de la ciudad. En la entrada una mujer se me colgó de la pierna pidiéndome monedas. Fue una situación muy extraña, sólo la había vivido en Estambul con un nene unos meses atrás, pero no dejó de ser algo incómodo. Agustín estaba más acostumbrado, al haber viajado por lugares como India o Bangladesh, pero a mí me siguen afectando esas situaciones. De todas maneras, seguimos caminando.
Si bien la ciudad me parecía linda, a primera vista no me había gustado tanto. Era linda, pero ni cerca dentro de mis favoritas. De todas maneras, no por eso la íbamos a dejar sin explorar. Seguimos caminando. Pasamos por una de las zonas más turísticas donde estaba lleno de restaurantes, y después aparecimos en una callecita llena de lugares para comer y tomar algo. Muy linda, pero muy turística, y como todo lugar muy turístico, oferta cara.
Y a la vuelta de esa callecita, nos topamos con el moderno puente de la ciudad. Muy interesante como estructura. Es un puente peatonal. Me gusta cuando en las ciudades tratan de hacer cosas diferentes. Cuando se esmeran en destacar cosas que se podrían hacer simples. Porque le aporta algo único a la ciudad. Un puente podría ser sólo un puente. Pero si a mí me muestran la foto de éste puente, automáticamente voy a saber que están hablando de Tbilisi. Me gusta que traten de hacer cosas distintas a lo tradicional. Creo que es una de las cosas que más me gusta de Georgia. Que es un mix de todo.
Y del otro lado del puente había un parque que tenía otras estructuras modernas. Muy locas. También cosas que diferencian a la ciudad y que la vuelven única.
De ahí subimos a ver la residencia del presidente, pero no pudimos llegar. Tbilisi tiene sus contrastes, pero es mucho más europea que Batumi. Tiene sólo algunas construcciones modernas, pero en general es muy europea.
Nos metimos por unas callecitas menos cuidadas. Más humildes. Más locales. Más georgianas. Y finalmente llegamos a la enorme catedral. Era enorme. Había varios turistas, pero no muchos. La ciudad todavía no ha explotado para el turismo. Por suerte.
Dando vueltas a la iglesia vi una de las cosas más asquerosas que presencié en este viaje. Estaba contemplando la enormidad de iglesia y disfrutando de las flores y rosales que había alrededor, cuando vi entrar un Rolls Royce Phatom al complejo. Uno de los autos más lujosos y caros del mundo. Y quién puede haber bajado del auto?? Sí señores. El cura de la iglesia.
En la entrada había gente pidiendo monedas, hasta un chico paralítico en una camilla pidiendo ayuda, y el caradura (por no decir otra cosa, o muchas otras cosas) del cura se bajaba de un auto que vale cientos de miles de dólares. Indignación total. Me quedé sin palabras. Y no paré de comentarle lo que vi a todo el mundo por varios días. La gente resignada me contestó que la iglesia tenía mucho poder. Que a pesar de estar prohibida la religión en la época soviética, los lideres religiosos jugaron un rol muy importante en esa etapa, y muchos amasaron fortunas por su complicidad con los líderes políticos. Sin palabras.
Nos comimos un Kachapuri camino al hostel, y después paramos a comprar algunas cosas en el súper.
La chica del hostel era re buena onda. Y había viajado un montón, cosa poco común entre los georgianos. Después nos cruzamos con un turco de raíces hindúes que estaba viviendo en el hostel. Tenía alrededor de 35-40 años y era todo un personaje. Tenía un master de marketing en la Sorbonne (una conocida universidad parisina), pero parecía un comediante. Lloré de la risa. Hablaba sin parar y pasaba de contar chistes a hablar en serio sin transición, y con las dificultades de su marcado acento cuando hablaba inglés, por momentos era difícil seguirle el ritmo. Un personaje total.
Al día siguiente desayuné con el turco loco, y con una pareja de una chica belga y un chico francés que habían estado por todo el mundo y que en ese momento estaban yendo de Nepal a Francia haciendo autostop y en carpa. Justo esos días habían elegido descansar en un hostel, pero depués seguían en carpa. Iban vendiendo pulseritas de macramé que ella había aprendido a hacer en un viaje por Sudamérica.
Cerca del mediodía, salimos del hostel con Agus rumbo a uno de los parques más grandes de la ciudad, donde estaba Turtle Lake, un lago que en el mapa parecía interesante.
Íbamos caminando, como siempre, y en el medio del cruce de una ruta pasó un auto tocando bocina como loco. Creíamos que nos tocaba a nosotros porque estábamos cruzando mal, pero no le dimos mucha bolilla. El auto paró más adelante mientras nosotros cruzamos la ruta. De repente vemos que se baja un chico y viene gritando nuestros nombres. Cuando estaba un poco más cerca pudimos ver que era el chico de Abjasia (un territorio de Georgia en conflicto) que habíamos conocido en el hostel de Batumi.
No podíamos creer la casualidad. Estábamos en una ciudad de poco más de 1 millón de habitantes y justo nos encontramos con una de las pocas personas de Georgia que conocíamos en el medio de una ruta.
Él estaba llevando a su novia a la estación de buses. O su ex novia porque justo ese día nos contó que habían cortado. Ex novia que trabajaba como manager en uno de los hoteles de las constructora que habíamos ido a visitar en Batumi para averiguar sobre oportunidades de inversión. Otra casualidad.
Nos subimos al auto con ellos. La llevamos a la estación de buses y de ahí nuestro amigo nos llevó a recorrer.
Nos llevó al lago que planeábamos visitar y las verdad es que no había mucho para ver. Menos mal que no caminamos todo lo qe nos faltaba para llegar. Hubiese sido una decepción. Le dimos una vuelta al lago y seguimos. Aprovechamos para hacerle muchas preguntas sobre Georgia y su cultura y lo más interesante es que hablaba de los georgianos en tercera persona. Él era de Gali, en Abjasia. No se consideraba georgiano.
Después fuimos al centro y nos contó la historia de la fundación de la ciudad. La leyenda dice que alrededor de 500 años A.C. no había nada en el lugar, sólo bosques. Y que un día el Rey Vakhtang Gorgasali fue a cazar al lugar, acompañado de su halcón. En una de esas, el halcón se va a cazar otra ave y encuentra unas termas naturales. El rey estaba tan impresionado con el hallazgo que decidió construir la capital de su imperio en el lugar y la nombró Tbilisi que significa «lugar caliente» en referencia a las termas sulfúricas que al día de hoy siguen activas y son baños termales comercializados para los turistas.
Seguimos caminando por la zona y fuimos a ver la cascada que estaba en pleno centro de la ciudad. Yo no lo podía creer. Una cascada en el medio de la ciudad. Y sin tener que pagar nada para verla. Se notaba que la ciudad todavía no había sido explotada por el turismo. En 5 minutos se podía acceder a la cascada y hasta bañarse en ella. Increíble!
Y un capítulo aparte para las casas colgantes. Un espectáculo. En muchas ciudades (como Cuenca en España, por ejemlpo) serían una de las atracciones principales, pero en Tbilisi son sólo un detalle que sólo lo más curiosos detectan y aprecian. Pasaban desapercibidas para la mayoría de la gente.
Nuestro amigo nos siguió contando un poco más de Georgia. Un poco más de historia, pero reciente. Y nos quedamos muy sorprendidos cuando nos comentó que 20 años atrás tenían electricidad sólo 1 día a la semana. Y que a partir del presidente anterior al que estaba en ese momento, el país empezó a despegar de una manera brutal. Que ese presidente había hecho todo bien. Nosotros (con Agustín) ya sabíamos que todas las opiniones políticas e históricas había que tomarlas como lo que son, opiniones. Pero en los hechos, era cierto que el país estaba creciendo de manera descomunal.
Nos contó que con Armenia ya no había problemas. Que la relación era buena, pero que tampoco eran amigos. Pero nos dijo que con Abjasia (el territorio de donde era él), la situación era complicada. Que Rusia apoyaba a Abjasia en su búsqueda de independencia y que la relación con Georgia estaba muy tensa en ese momento.
Mientras charlábamos nos sugirió parar a comer algo en un restaurant por ahí. Con Agus temimos que nos costara una fortuna porque estábamos en una zona muy turística. En el restaurant que tenía el cartel: «I love (corazón) Tbilisi». Más turístico imposible. Pero por suerte era bastante accesible. Menos de 7 dólares cada uno, un regalo.
Nos despedimos de nuestro amigo que se tenía que ir y volvimos al hostel en el medio de la lluvia.
A la noche volvimos al centro. Intentamos ir a comer al casino del Radisson, al mejor estilo Batumi (íbamos a comer todos los días doble turno al casino, gratis obvio). Pero no hubo caso. Lo único bueno fue la atención de las chicas que trabajaban ahí. De comida, nada. Para colmo nos atendieron tan bien que no nos podíamos ir tan rápido, íbamos a ser muy caraduras. Dimos vueltas unos minutos y salimos.
La calle principal, Rustaveli, es muy linda de noche. Es como una calle de cualquier ciudad europea, pero con menos gente y más segura. Y Old Town también es muy pintoresca de noche. Muy romántica. Como para andar de la mano y perderse por las callecitas con la luz baja y cálida.
El castillo todo iluminado en la montaña, muy bueno. Y el puente iluminado con la bandera de Georgia era genial!
La vista desde el medio del puente era increíble. En 360° se veía: la estatua de Madre Georgia, el castillo, las iglesias, la catedral, el palacio del presidente, y el río en ambos lados. Un espectáculo, todo estando abajo de miles de leds que formaban la bandera de Georgia.
Creo que Tbilisi me gustó más de noche que de día. Pasa con algunas ciudades. Me pasó con ésta.
Otras cosa que me pareció genial es que los supermercados estaban abiertos las 24 horas, los 7 días de la semana. Probablemente sea porque la legislación laboral es muy precaria o inexistente (espero que no), pero la verdad es que es muy conveniente para el cliente. Y los bebederos en la calle funcionando 24/7, muy práctico.
Al día siguiente me levanté a desayunar y conocí una japonesa que viajaba por el mundo en una mini van hacía 11 años. Una genia. Había estado en todos lados.
Ese día Agus se fue a acampar a la naturaleza, a las montañas y yo me quedé trabajando en la ciudad. Ese día salí tarde a recorrer. Una cosa que recuerdo que me llamó la atención fue que quise ir al bebedero cerca del hostel a cargar mi botellita y había un señor que había conectado una manguera y estaba lavando el auto. Yo no lo podía creer. Una avivada. Siempre que alguien ofrece algo gratis, hay algún desubicado que abusa de ello, y todo el resto tiene que pagar por el aprovechador.
Seguí caminando.
Fui al Jardín de la República de Georgia. Estaba lleno de flores en el medio de la ciudad. Pero nada del otro mundo. La verdad es que no había tantos espacios verdes. Pero sí había muchas flores y lugares para sentarse, descansar, y disfrutar del momento.
Compré un agua en el camino, porque no había podido cargar mi botellita en el bebedero, y me salió carísima. Nunca compren en los lugares turísticos, y menos si no saben el idioma local. Y menos en un lugar donde los precios no sean claros y transparentes. Pero bueno, necesitaba líquido.
Me senté a descansar en el parque del otro lado del puente moderno, y la vista era genial!
Fui a comer al mismo restaurant de la zona céntrica con sus platos baratos y abundantes y a la vuelta volví a pasar por el puente, pero ya iluminado con la bandera de Georgia.
Al día siguiente tuve una cita con una chica de Rusia que conocí por internet, y la pasamos tan bien que compartimos todo el día juntos. Literal. Una cita a ciegas que duró 10 horas. Explorando la ciudad. Repetí varios lugares que había visto los días anteriores y hasta le conté la leyenda que había aprendido de la fundación de la ciudad.
A la noche volví al hostel y todo el día siguiente me la pasé trabajando. Salvo por un momento que fui al banco a abrir una cuenta porque es un país con muchas facilidades y muy interesante.
Al día siguiente salimos con Agus para Yerevan, la capital de Armenia.
La despedida de la amabilidad georgiana fue en el metro, cuando la señora de la caja le pidió a una chica que nos pasara la tarjeta porque no teníamos una y no nos convenía comprar ara hacer sólo 1 viaje. Una genia!
Nos despedimos de Georgia y emprendimos nuestra camino hacia Armenia.
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