Siete días antes de salir de viaje por más de siete meses hacia el viejo continente mi celular murió. Simplemente murió. Se quedó sin batería y no prendió más. Los dos primeros días me sentí un poco aislado del mundo por no tener Whatsapp (principal medio de comunicación en Argentina). Decidí poner un aviso en Faceboook para notificar que no iba a tener celular por varios días, y mucha más gente de la que me habla normalmente por Whatsapp, me habló por Facebook. Entre ellas M.
M es una chica que conocí en mi último viaje a Estados Unidos, casi 6 meses antes de que muriera el celular. Celular que compramos ambos, uno de los últimos días de ese viaje. Fue un viaje que organicé para un grupo de 25 personas. de las cuales yo conocía sólo a 5. Por suerte todos nos llevamos muy bien, muy buena onda con todos, pero con M la química era distinta. Había algo. Esa tensión en el aire que a mí particularmente me cuesta detectar, pero que en este caso era tan evidente que hasta yo me daba cuenta.
M fue una de las personas que conocí el primer día del viaje, y a partir del tercero ya parecíamos «novios». Minutos después del primer beso ya caminábamos de la mano por Las Vegas, cosa que me resultó rara en su momento, pero que dejé que fluyera porque me sentí muy cómodo.
Estuvimos así los 10 días hasta que se terminó el viaje, y sobre el final no llegamos a despedirnos bien, menos que menos hablar de lo que había pasado, estaba pasando, o podía llegar a pasar.
M es argentina, pero vive en otra provincia. Ella volvió a su casa y yo a la mía, a casi 700 km de distancia. Ella a enfocarse en su trabajo, y yo a enfocarme en lo que fue mi primer gran viaje a Europa, sólo 10 días después de la no despedida.
Por una cosa o por otra, nunca volvimos a hablar del tema. Cada tanto nos poníamos al día, pero lo vivido en USA y la no despedida no formaban parte de la conversación.
Yo había quedado enganchado. Muy. Con el tiempo, el sentimiento se iba moderando, pero algo quedaba.
Cuando ella me habló el día que posteé el mensaje de la muerte de mi celular pensé: «listó, se acabó, hasta acá llegamos. Hay que definir esto. Para bien o para mal, para abrir o para cerrar, hay que definir esto. Hablar de lo que pasó, ver si todavía hay algo, y tratar de definir». El «plan» era ambicioso, pero se podía. Inclusive teniendo los mensajes de Facebook como único medio de comunicación.
Nos dijimos las cosas, y era claro que a ambos nos había quedado una espinita clavada. Y pensé: «odio Facebook, es hora de poner toda la carne al asador, vamos por todo, all in; y si cometo una locura?».
Decidí invitarla a pasar 3 de mis últimos 5 días a las Sierras de Córdoba.
Pero había un pequeño detalle. No quería hacer la invitación por Facebook, me parecía re despersonalizado. Pensé en mandarle un audio, pero dejé pasar un par de horas hasta invitarla.
En el medio de toda la situación, le conté la historia a 2 personas. Una amiga que conoce a ambos, y otra amiga que no conoce a M. Pero mis dos amigas tienen algo en común: son muy soñadoras y les encantan las historias de amor. Ambas me apoyaron, ambas me alentaron. Me cebaron mal.
Terminamos haciendo un skype de 2 horas con M, y cerrando con la invitación y con un SÍ como respuesta. Nos despedimos con cara de feliz cumpleaños, con esa sonrisa de oreja a oreja que muestra todos los dientes.
Era jueves a la madrugada y la idea era pasar el fin de semana juntos. Cuando nos despedimos, quedamos en que a la mañana siguiente yo iba a arreglar todo.
Intenté dormir pero no pude. Después de unos minutos, cuando me di cuenta que la felicidad y la ansiedad no me iban a dejar dormir, bajé a usar la computadora.
Encontré un vuelo desde su ciudad a la mía con sólo 1 asiento disponible para el día siguiente, el viernes a la mañana; y otro vuelo para que volviera el lunes.
Ya había pasado más de 1 hora desde que habíamos terminado el skype, pero le mandé un mensaje por las dudas. Me contestó en el acto, también estaba despierta, tampoco podía dormirse. Hicimos otro skype, compramos el pasaje y nos volvimos a despedir con caras de feliz cumpleaños.
Me desperté el jueves y faltaban menos de 24 horas para que ella llegara. Llamé a unos tíos que tienen casa en Las Sierras para ver si ellos iban a ir el fin de semana o si podíamos ir nosotros. No iban, me prestaban la casa, todo salía como quería.
El viernes a la mañana la pasé a buscar por el aeropuerto. Nos saludamos con caras de feliz cumpleaños, nos subimos al auto, y salimos manejando para Las Sierras.
Después de perdernos un poco por mi nula capacidad de ubicación y su escasa habilidad como copiloto, llegamos a la casa frente al río en las afueras de un pueblito, en el medio de las Sierras de Córdoba.
Paz total. Verde por todos lados y el sonido del agua del río de fondo. Tranquilidad.
Pasamos dos días hablando mucho, conociéndonos mucho más. Hablamos de todo. Sin explicitarlo, ambos estábamos pensando en el futuro y «evaluándonos».
Disfrutamos del momento, muchísimo. Pero con el pasar de las horas el nivel de magia iba bajando. Ambos, pero sobre todo ella, estábamos un poco preocupados por la incertidumbre del futuro. Había algo serio, sino no nos hubiéramos puesto a pensar en eso.
Pasamos dos días entre la fiaca para levantarse a la mañana, el calor del sol en la playita a la tarde, y el frío congelado con el cielo estrellado y la luna llena iluminando todo a la noche.
El tercer día dejamos la casa y nos fuimos a almorzar a Villa General Belgrano y a pasar la tarde a La Cumbrecita.
Faltaban sólo 2 días para mi partida hacia el Viejo Continente y tenía que empezar a saludar a mi familia, así que volvimos a Córdoba el domingo a la noche. A cenar con parte de mi familia.
Esa noche, nuestra última noche juntos, tuvimos la inevitable e impostergable conversación. Los dos sabíamos que no queríamos dejar las cosas en el aire como cuando nos conocimos.
Nos dijimos todo.
Los miedos, las dudas, los sentimientos, los planes, los límites. Todo.
Fue muy duro.
Si hay algo que no me gusta de viajar, son las despedidas. Y ésta fue muy dura.
Al día siguiente M me acompañó a hacer un par de trámites que necesitaba completar antes del viaje y a despedir a más familiares. Comimos en familia y finalmente la llevé al aeropuerto.
Café de por medio, hablamos de manera directa, frontal, sin vueltas. No era el momento para guardarse cosas, lo sabíamos por experiencia.
Después de una emotiva y cariñosa despedida, finalmente se fue.
Mi cara ese día lo decía todo. Si bien estaba muy feliz por el hermoso fin de semana que pasamos juntos, tenía un gran dolor por la despedida.
Durante el fin de semana puse todo. Di todo, me entregué por completo. Nunca estuve tan vulnerable. No había lugar para el orgullo sin sentido. Los pingos se demuestran en la cancha.
Yo puse all in.
Pero a diferencia del casino donde hay rojo o negro, en las relaciones hay muchos grises.
El final quedó claro para ambos. No es ni rojo, ni negro.
El final quedó abierto.
Me encanto!!! Llegue a este blog de casualidad y me lei casi todos! Necesito saber el final!!!! Jajaja muy interesante , que paso con esta historia?
jaja lamentablemente no terminó bien jaja o sea, terminó todo bien entre las partes, pero ya no pasa nada. Me fui de viaje y a la distancia fue muy difícil mantener algo que no tenía una base fuerte. Hay una historia que sí sigue y que termine como termine voy a escribir un libro porque ya lleva varios capítulos en diferentes locaciones alrededor del mundo y nadie me a cree. Es más, en unos días la veo de nuevo y veremos qué pasa.
Te dejo la historia de cómo nos conocimos (que es la única que escribí, las otras las dejo para la novela jaja): Todo fluye en la Isla de Fuerteventura.
Saludos!