Fuerteventura nunca estuvo en mis planes. La verdad es que la idea de mi primer viaje a Europa era recorrer España (porque mi vuelo llegaba y salía desde ahí) y Europa del Este, pero nunca las Islas Canarias. Era otoño/invierno y la playa no era mi prioridad. Pero encontré un vuelo muy barato desde Barcelona. Una cosa llevó a la otra, y terminé pasando una semana en Las Canarias, disfrutando de la playa. Los primeros 3 días, acompañado, en Fuerteventura.
Estaba en el aeropuerto de Barcelona, haciendo tiempo, esperando la hora de embarque, cuando de repente vi pasar a una chica de color que me llamó mucho la atención, pero que pasó caminando rápido y siguió su camino. Yo seguí con mis cosas.
Unos minutos más tarde, fui uno de los primeros en subir al avión. Ya arriba del avión veo que esta chica entra (al mismo vuelo) y viene caminando. Una casualidad, la chica que me había llamado la atención en el aeropuerto iba al mismo lugar que yo. No había escalas, el vuelo iba directo a Fuerteventura, así que íbamos al mismo lugar. Pero la casualidad fue más grande aún. Vino caminando y terminó sentándose al lado mío. Tenía el asiento de al lado. Ya era mucho, yo no lo podía creer. Igual nada, solo era llamativa. Por su color de piel y por su estilo. Una chica distinta.
Tengo que admitir que cuando se sentó al lado mío no sabía que hacer. Estaba un poco intimidado, pero no pasó nada. Intenté dormir. Teníamos 3 horas de vuelo, no era necesario actuar rápido, dejé que las cosas fluyeran. Cuando me di cuenta, ella ya estaba dormida y cabeceando para mi lado. Miré un rato como dormía y terminé durmiéndome yo también.
Habré dormido una media hora, no recuerdo bien. No me animaba a hablarle (tampoco sabía que idioma hablaba, aunque yo siempre usaba el inglés y solía funcionar). Soy muy tímido para iniciar las conversaciones, no sé cómo hacerlo, nunca supe (aunque, de a poco, estoy aprendiendo y soltándome más). Una vez que el otro rompe el hielo, puedo hablar horas con un desconocido, pero me sigue costando ser el primero. Y en este caso, si no recuerdo mal, ella inició.
– Tienes idea a que hora llegamos? – Me dijo con un acento súper español.
Yo me fijé en el boarding pass que tenía en el bolsillo y le dije la hora. Y en el acto le pregunté si era española. El acento había sido inconfundible. Me contó que era de Senegal, que estaba estudiando en Francia, pero que había hecho un intercambio en España. La conversación fluyó de manera natural. Teníamos orígenes muy distintos y ambos éramos personas muy curiosas, así que nunca se acababan las preguntas. Y ambos muy abiertos, contestábamos todo, y las respuestas (muy interesantes) iban llevando a otros temas. Y así fluyó tan naturalmente, que cuando nos dimos cuenta, ya habíamos llegado a la isla. Fueron 2 horas de hablar y reír sin parar, mucha química. La situación me hizo acordar mucho a la canción «Con una rubia en el avión», obviamente que los detalles eran muy distintos. Ni era rubia, ni íbamos a Brasil.
Yo me iba a alojar en el pueblo de Corralejo, pero no tenía planes armados para los 3 días que me pensaba quedar en la isla. Ella se iba a alojar en Puerto del Rosario (cerca del aeropuerto, a 30km de Corralejo), y tenía planes sólo para la mañana del primer día. Me propuso hacer algo los otros días, y a mí me pareció muy bueno, sobre todo porque la habíamos pasado muy bien en el avión y ella ya conocía algunas partes de la isla. Yo lo tomé como una propuesta buena onda, pero no le creí mucho que fuera a pasar. Después de todo, nos acabábamos de conocer. Es raro que una chica muy linda te proponga hacer algo juntos en una isla paradisíaca. Era demasiado bueno para ser cierto, pero yo dejé que fluya.
Bajamos del avión. A ella la venían a buscar y yo tenía que ir a alquilar el auto. Decidí alquilar el auto para poder aprovechar mejor los 3 días, y explorar al máximo la isla. Había visto precios bastante baratos y la posibilidad de cruzar a la isla de Lanzarote con el auto. El precio no terminó siendo el que había visto porque justo ese día había subido por la cercanía a Navidad, pero el auto era necesario para exprimir al máximo la isla. Antes de despedirnos me dijo que la agregara al facebook (antes ya me había escrito su nombre en el celular porque yo no lo entendía jaja). La agregué apenas me pude conectar al wifi del aeropuerto.
La situación se parecía mucho a la canción «Call me maybe». Nos acabábamos de conocer, todo era muy loco, me pasó el facebook, y me dijo que nos contactáramos para hacer algo al día siguiente. Todo fluía.
En la única agencia de alquiler de autos que mantenía las tarifas bajas ya no quedaban autos. Yo no había hecho reserva, porque no estaba 100% seguro de alquilar auto, pero ahora que existía la posibilidad de recorrer la isla con alguien, y que ese alguien no estaba en la misma ciudad que yo, el auto era fundamental. Fui una por una, preguntando en todas las agencias de autos, hasta que encontré la más barata (aunque 3 veces el precio que tenía pensado pagar). No tenia muchas alternativas.
Alquilé el auto (carísimo) y cuando llegué al hostel me llevé la sorpresa de que era un surfcamp en su máxima expresión. Tipos grandes con pieles bronceadas y curtidas por el sol. Rubios decolorados de estar todo el día en la playa surfeando. Tranquilos, buena onda, y viendo vídeos de surf. Hablando de surf todo el tiempo. Un venezolano y un argentino, unos personajes.
Llegué, me acomodé, y a los pocos minutos me llegó un mensaje de A. Se ve que había habido buena onda de parte de ella también, porque en unos minutos, coordinamos para hacer algo al día siguiente. La conversación, ahora por mensajes, también fluía de manera espontánea, y de a poco nos íbamos conociendo. Quedamos en que yo me comunicaba a la tarde, y si ella ya había terminado el trámite que tenía que hacer, nos juntábamos y hacíamos algo.
Mi imaginación volada ya se estaba imaginando la canción «Ella y Él de Arjona» (salvando las distancias, después me iba a dar cuenta que, entre nosotros, eran muchas más las coincidencias que las diferencias).
Pero, mi hambre cortó a mi imaginación. Ya era de noche y necesitaba comer algo antes de ir a dormir. Por más que no hacía tanto calor, me puse la bermuda, las ojotas y salí a caminar. Hacía 50 días que andaba cargando la bermuda en la mochila, así que para que valiera la pena la usé todos los días que estuve en Las Canarias.
Salí a dar una vuelta y me encontré con varios restaurantes chiquitos, una playita, música en vivo. Un poco de todo en este pueblito surfero, pero también muy turístico. Después de dar unas vueltas terminé comiendo una pizza en una pizzería italiana, atendida por italianos. Así como había muchos turistas de diferentes partes del mundo, había muchísima gente de afuera viviendo estable en la isla. Muchos llegaban de vacaciones y se quedaban a vivir. Es más, el chico del hostel me dijo que quería poner una agencia de empleo como negocio secundario porque casi todos le pedían trabajo. Los menúes de los lugares estaban en (mínimo) 3 idiomas. Algunos estaban hasta en 6 idiomas, una diversidad increíble.
A la mañana siguiente salí a caminar por la playa. Caminé y caminé hasta que llegué a las dunas. Lo primero que me llamó la atención fueron como una especie de «refugios» construidos con piedras, o como unas murallas circulares, no entendía para qué servían.
Después, cuando estuve un poco más cerca, vi que en todas había gente, normalmente una pareja. Y después entendí que eran para los nudistas, para los que querían disfrutar de la playa «como Dios los trajo al mundo». Había escuchado que en Las Canarias se practicaba el nudismo, pero no esperaba esos fuertecitos de piedra para tener más privacidad.
Igualmente la gente que estaba adentro de esos círculos o semi-círculos de piedras cada tanto se paraban. Sobre todo los hombres. Y si la muralla no era muy alta, se los veía flameando su «banderita» al aire. Otras «murallas» tenían más de 1,5 metros y cubrían todo todo.
Decidí participar. Después de caminar mucho, encontré mi propio círculo de piedras, dejé las cosas, me saqué el traje de baño y me acosté tranquilo a tomar sol.
Me encantaba ver a las parejas ancianas, despojadas de todo tipo de prejuicios y pensamientos conservadores, compartiendo el momento en el medio de la playa en pelotas. Para ellos es mucho más admirable, porque vivieron en épocas mucho más conservadoras. Porque será que casi no hay jóvenes? Será que están complejizados con sus cuerpos? Será que no lo ven como algo natural? Tienen miedo? Por qué personas mucho más conservadoras lo hacen y ellos no? Será que la gente grande está más allá del bien y del mal y ya no le importa nada? Lo habrán hecho cuando eran jóvenes? Todas reflexiones de un joven en pelotas en el medio de las Islas Canarias.
En un momento me paré e hice la típica pose del contemplador del mar y del horizonte. Parado firme, con los puños cerrados, las manos en la cintura, y mirando a lo lejos. Imitando a los viejos con experiencia en esto. Había algunos que parecía que llevaban décadas tomando sol. Eran marrones de cuerpo entero, parecían unas pasas de uva por como tenían la piel.
Casi ningún joven, todos viejos. En algunos casos no se distinguía bien si eran hombres o mujeres. En serio, porque las mujeres grandes tenían pelo corto y los hombres grandes tenían pechos jaja, en serio.
Y cuando estaba escribiendo esto, creyendo que en el medio de Las Canarias nadie me iba a reconocer, justo en ese mismo momento escucho: Francisco! Y veo alguien que me saluda jaja, no entendía nada. Cuando el sol me dejó ver, me di cuenta que era uno de los personajes del hostel que había conocido la noche anterior. Saludé como si nada y él siguió caminando. Todo fluía, todo natural, cada uno hacía la suya.
Eran las 12 del mediodía ya y todavía no había desayunado. Había pasado por varios lugares que ofrecían desayuno en el camino a la playa, pero era temprano y quería seguir caminando. Después llegué a la playa y no había lugares para comprar.
Después del «destape», seguí caminando y encontré un bar piola en el medio de la playa. Fui y me compré un agua y un sandwich de atún. Muy bueno, necesitaba líquido y necesitaba comer algo. El chico que trabajaba en el bar era de Colombia y me quedé charlando un rato. Me contó que estaba lleno extranjeros viviendo en la isla, y que muchos trabajan de manera informal. Que no era fácil conseguir trabajo si no se conocía a nadie. Pero lo más cómico era que él trabajaba en un bar en la playa (el sueño de mucha gente) y a él no le gustaba, no la pasaba bien. Estaba ahí porque era lo único que había encontrado, pero no lo disfrutaba.
Increíblemente el bar tenía wifi, y admito que me conecté para ver si me había escrito algo. Yo no sabía bien a qué hora iba a desocuparse ella. Me fijé y no tenía ningún mensaje. No sabía si era porque no iba a pasar nada y nunca me iba a escribir, o si todavía estaba ocupada. Me había pegado fuerte. Seguí explorando.
Seguí caminando casi hasta el final de las dunas. Por momentos pasaba por lugares con mucho nudismo, y por momentos por lugares más familiares, había de todo un poco. El mar tenía muy lindo color y la playa, hacia el final, ya no tenía piedras.
Volviendo hacia la zona de Corralejo noté que una pequeña parte de la playa estaba cubierta con algo que parecía pochoclo (pururú en Córdoba). Me acerqué a ver y resultaron ser corales blancos muy chiquitos.
Volví al hostel, y aprovechando el wifi me comuniqué con A y organizamos el resto de la tarde. Me desafió a que le proponga un plan. Y yo, que ya había investigado un poco la isla, le propuse ir a ver el atardecer a El Cotillo y después volver a comer algo a Corralejo que es donde estaba la movida. Todavía faltaba un rato para que cayera el sol, pero tenía que pasarla a buscar por Puerto del Rosario a 30 km, y después manejar hasta El Cotillo. Mis cálculos decían que podíamos llegar justo para ver la puesta del sol.
Un poco romántico el plan para dos personas que recién se conocían. Lo peor que podía pasar era que dijera que no. Que hiciera una contra propuesta o que ya no quisiera hacer nada conmigo. Pero a A le pareció una muy buena idea, todo fluía.
La pasé a buscar y fuimos directo a ver el atardecer a El Cotillo. Llegamos un poco tarde para ver toda la puesta del sol, pero alcanzamos a ver el final desde el auto. Igual, como ya estábamos ahí, bajamos a caminar y explorar un poco. Caminamos 10 minutos y ya habíamos recorrido todo el pueblo.
De ahí seguimos a otro pueblo. Estuvimos 15 minutos, vimos un poco más de gente, pero en ese tiempo ya habíamos recorrido todo.
Nos fuimos a Corralejo. Todo el tiempo hablando sin parar, de los temas más variados. Mucho de nuestras diferencias culturales, de nuestras historias, de nuestros pasados, presentes y futuros. La conversación crecía, la conversación era muy divertida. La química en el ambiente era muy notable, y ambos reíamos sin parar.
Cuando llegamos a Corralejo, caminamos por la calle principal y terminamos comiendo unas paellas en un lugar muy lindo, con música en vivo, y muy cerca del mar. Elegimos ese lugar porque cuando pasamos caminando nos pareció genial el señor que estaba tocando en la entrada. Nos sentamos, y cuando nos trajeron la carta, el show terminó. Nos queríamos morir, habíamos elegido el lugar por la música y justo cuando nos sentamos, la música se había acabado. Dudamos si pararnos e irnos, pero finalmente nos quedamos.
Yo pedí una paella negra y ella una «blanca», aunque ambos compartimos y teníamos la mitad del plato negro y la mitad blanco. En ese momento fue lo más normal del mundo, ahora que lo escribo me parece cómico.
En el medio de la cena, pasando de un tema a otro con total naturalidad, me tiró una bomba: estaba de novia. Yo, si bien sentí que fue como cuando se triza un vidrio y después se cae a pedazos (con ruido y todo), seguí la conversación como si nada hubiera pasado.
No lo entendía. Me parecía raro semejante nivel de química (todavía es raro hoy en día), siendo que ella estaba de novia. A es increíblemente buena onda, muy abierta, muy simpática y amigable; pero esto parecía algo más. Igualmente mi forma de pensar me impidió avanzar de ahí en adelante. Todo siguió fluyendo normalmente, pero mi «avance se frenó. Tengo códigos chicos. No hago lo que no me gusta que me hagan. Simple. Llámenme como quieran, no me parece bien.
Terminamos de comer y nos quedamos un rato viendo a un show que había en plena calle peatonal, con música y baile. Es más, ella casi se suma a bailar. Había un señor, que había pasado los 70 tranquilamente, que estaba dando un espectáculo bailando. Yo para bailar soy de madera, así que no se me ocurrió acercarme.
De ahí nos fuimos caminando a buscar el auto. En el camino, una chica nos invitó a pasar a un bar con karaoke y aceptamos. Sin pedir nada para tomar, buscamos el libro de canciones y dimos vueltas como 30 minutos para elegir la canción. La bartender, que no hablaba español (era suiza), nos quería apurar para que nos decidiéramos. No había nadie cantando, no había casi nadie en todo el bar realmente.
Y en esa apurada, le sugería a A que cantara temas de todas celebrities negras como Whitney Houston, entre otras (lo que me sonó bastante discriminador y más viniendo de una suiza rubia de ojos claros). A se lo tomó con naturalidad y la miraba sin entender porqué le sugería esas canciones.
A eligió «Bailando» de Enrique Iglesias, pero cuando la fuimos a pedir no estaba en la lista. A no la había elegido del libro de canciones, simplemente se le había ocurrido. La mala onda de la rubia que ponía la música (idéntica a Jeniffer Aniston) , nos mandó a volver a leer el enorme libro de canciones. Para dejar de dar vueltas, negociamos. La bartender eligió la cantante (Rihanna), y A eligió el tema («Rude Boy»).
Yo esperaba que pasara ella sola a cantar, pero como no se animaba, la acompañé al escenario. Un papelón! Ninguno conocía bien el tema, ninguno de los dos sabía bien la letra, un papelón. Igual nos matamos de risa.
La cosa no podía quedar así. Teníamos que revertir la situación. Pedimos unas aguas para no quedar como los ratas que van a cantar y no consumen nada, y para tener un poco más de tiempo para tomar valentía y volver al escenario.
Después me enteré que era la primera vez que A hacía karaoke. A diferencia de ella, yo soy un fanático (a pesar de que soy un desastre cantando). Siempre me gustó. En algunos viajes de chico, canté en hoteles. En mis cumpleaños casi siempre había karaoke. Y hasta he cantado en algunos boliches de cara dura. Elegí una canción fácil: «Twist and Shout» de Los Beatles.
Yo hacía la voz principal y ella el coro. Y así limpiamos un poco nuestra imagen ante la poca gente que había tomando algo en el bar. Hasta recibimos una felicitación de un borracho estadounidense que estaba en la barra.
Terminamos las aguas y nos fuimos. A la salida vimos un metegol y, para mi sorpresa, ella me propuso jugar un partido. No le di chances, pero nos divertimos mucho.
Finalmente la llevé hasta Puerto de Rosario y volví a dormir al hostel a Corralejo. Fue una tarde/noche perfecta, salvo por el detalle que me contó en la cena. Antes de despedirnos, coordinamos para ir a visitar el sur de la isla al día siguiente.
Me levanté bien temprano, y la pasé a buscar por Puerto del Rosario para ir hacia el sur. Primero paramos en el camino para ver el Museo de Sal. Como no vinos nada interesante, seguimos. Después fuimos a ver si podíamos hacer el tour en camellos en el Oasis Park, pero para la siguiente salida faltaba mucho y no íbamos a esperar ahí, en el medio de la nada, todo ese tiempo. No íbamos a perder horas de sol esperando en un parque de atracciones. Seguimos.
A se había olvidado la bikini así que, apenas llegamos a Morro Jable, fuimos a un centro comercial y ella se terminó comprando una bikini demasiado cara en un negocio de unos comerciantes indios. Después de ahí fuimos a la playa de Morro Jable. Muy linda, con algunas dunas, sobre todo llegando al final de la playa.
Caminamos por una rambla casi hasta el final y bajamos corriendo a la playa por una duna. Parecíamos dos nenes divirtiéndose. La playa estaba llena de parejas de ancianos mostrando todos sus atributos libremente, y no detrás de un «fuerte» de rocas. Al aire libre nomás, en el medio de la playa. Todos en pelotas.
Para volver a la rambla, subimos corriendo la duna en una suerte de carrera entre nosotros. No le iba a dar chances, pero para que fuera más divertido, bajé la intensidad un poco, y traté de tirarla a la arena. Llegamos arriba casi al mismo tiempo y súper agitados. De nuevo, parecíamos dos nenes.
Sacamos algunas fotos arriba y seguimos porque había demasiada gente. A ninguno de los dos nos gustaban las playas llenas de gente.
A había anotado algunos lugares interesantes para visitar en la zona, y sobresalía Cofete: una playa aislada y muy bonita al parecer. Preguntamos cómo llegar y nos aconsejaron ir en 4×4 porque el camino era muy complicado y de ripio. Yo había alquilado un Citroen C3, pero pensaba hacer el camino igual, no nos iba a detener un simple ripio. La gente siempre suele ser exagerada con esas recomendaciones, y sobre todo en los países desarrollados (ya me había pasado en Kauai).
Fuimos a comer y a tomar un helado ahí en Morro Jable. Pedimos un pollo con papas y nada para tomar porque teníamos una botella de agua en la mochila. Actitud terriblemente rata que sugirió ella, y que me encantó! No sólo implicaba que era una viajera de bajo presupuesto (una «busca»), sino que le importaba poco y nada lo que pensara el resto. Me encantó!
Después de comer emprendimos el camino a Cofete. 17 kms de camino de tierra, por momentos un poco roto, por momentos bien, pero nada que un auto no pueda transitar. Curvas, curvas, y más curvas. Al pasar la montaña que teníamos que cruzar, pudimos ver la playa desde arriba.
Muy extensa, casi desierta, y protegida por unas montañas muy parecidas a las de la Napali Coast de Kauai, pero con la diferencia que estas eran más secas y más chicas. Un paisaje muy interesante. Seguimos haciendo curvas y más curvas hasta llegar a la playa.
En la bajada a la playa vimos de lejos la casa Winter, una villa en el medio de la nada, aislada del mundo. La casa está deshabitada, y es el centro de numerosas leyendas, la mayoría relacionadas con los nazis. Nos daba mucha curiosidad, pero no nos acercamos, seguimos bajando a la playa.
Bajamos el auto y nos metimos directo al agua. Estaba bastante fría (ya eran las 5 de la tarde), y había unas olas bastante interesantes. Tan grandes que a A la tiró varias veces a rodar por el agua. Estuvimos un rato jugando en el agua y después salimos porque estaba bastante frío.
Al salir del agua, el cuerpo de A estaba cubierto de sal. Capaz que el mío también, pero el de ella se notaba mucho por el contraste con su piel oscura y tersa. Por suerte nos quedaba un poco de agua mineral, y ella se pudo limpiar la cara al menos. Nos matamos de risa.
Estuvo muy bueno ver caer el sol detrás de las montañas. Muy interesante ver el cambio de colores en el horizonte.
Apenas terminó de bajar el sol nos quedamos solos en la playa. Era EL momento según la gente jaja. Pero para mí, llámenme «quedado» o como quieran, el hecho de que no haya estado sola era una barrera para avanzar. De nuevo, no hago lo que no me gusta que me hagan. Si hay algo que respeto y admiro es a las mujeres, y no me parecía bien hacer algo. Aunque, honestamente, me moría de ganas. Son esos momentos en los que tenés al diablito y al angelito, uno en cada oído, diciéndote qué hacer, y vos estás en el medio sin saber qué hacer. Y yo dejé fluir la cosa. La pasé bárbaro, me divertí mucho. Nada más, ni nada menos.
Me acordaba de la canción «I really like you». Tenía unas ganas bárbaras de expresarle que sabía que era demasiado pronto, que sabía que no era amor, pero que necesitaba decirle algo: que me gustaba mucho mucho.
Dicen que es un error cada vez más común no comprender que algunos errores no se saben que son errores hasta que se los comete. Y que por eso es un error creer que no hay que cometer el error. Justamente el error más grande es no cometer el error y quedarse con la pregunta de qué hubiera pasado si se hubiese cometido el error. Así y todo, no hice nada. Por ahí mi problema es pensar todo demasiado. Más que por ahí, es mi problema, listo, lo dije.
También dicen que cuando lo que está sucediendo es muy fuerte o intenso como para enfrentarlo, a veces es mejor no hablarlo y disfrutar de la compañía. Quién sabe?
Nosotros no hablamos de la química que teníamos, pero sí hablamos (todo el tiempo) de las diferencias culturales de nuestros países, de nuestras religiones, y de cómo los prejuicios, preconceptos y las reglas afectaban las relaciones. También hablamos muchísimo de los viajes de cada uno y de los que nos gustaría hacer. Todo el día hablando sin parar, riendo sin parar, aprendiendo sin parar, intercambiando experiencias sin parar.
Finalmente volvimos a Puerto del Rosario. A se quedó a comer con la amiga de su mamá que la estaba alojando y yo volví a Corralejo.
Volví al hostel y conocí a varios personajes. Un marroquí-italiano que tenía un negocio en Holanda e iba a abrir un hostel en algún lugar con playa para hacer windsurf. Una checa que había nacido en Eslovaquia (antes era el mismo país: Checoslovaquia) y que estudiaba odontologia, que había hecho intercambio en Granada, y que se estaba yendo a Kenia a hacer un voluntariado. Una italiana que hablaba perfecto español y que daba clases de griego y latín. Un catalán más grande (de unos 40 años) que tenía un hijo esloveno y que venía viajando por 20 años, mayormente por Europa. Y un marinero venezolano que vivía en Los Roques y que tuvo que dejar todo por la situación económica en su país. Esos personajes con historias increíbles que se conocen en los hostels. Si quería diversidad, en Fuerteventura la encontré.
Al día siguiente A se volvía a su casa. Yo tenía 1 día más en la isla y después tenía planeado cruzar con el auto en ferry a Lanzarote (la isla que está al frente) y alojarme en el departamento de una amiga de mi papá. Indirectamente le sugerí que se quedara más tiempo, y para mi sorpresa ella ya había buscado pasajes para extender su estadía, pero no había encontrado buenos precios. Busqué más opciones y encontré una mejor desde Lanzarote. Se la sugerí, y ella dudó bastante (el auto y el alojamiento ya los tenía conmigo), pero al final decidió seguir su plan inicial y volver el día de su vuelo original.
La pasé a buscar temprano por su casa en Puerto del Rosario y de ahí fuimos a caminar por el puerto. Como no había mucho fuimos a tomar algo a Corralejo. Charlas, charlas y más charlas. Cruzando las dunas de ida y vuelta, y también con café de por medio. Horas hablando de viajes.
En el camino de vuelta a puerto del Rosario quedamos en vernos en Cuba en septiembre del 2016. Los dos estábamos de acuerdo que hay que visitar Cuba lo antes posible antes de que Estados Unidos la «conquiste», y nos pareció un territorio neutral para ambos. Ella de África, pero viviendo en Europa; y yo de Sudamérica, habiendo vivido en Estados Unidos. Cuba sonaba como una gran idea para encontrarnos, para que ella siga practicando el español, y para que me enseñe a bailar.
Pero Cuba 2016 no va a pasar. Ya saqué pasaje para ir a Europa hasta diciembre de este año. Capaz vamos a Cuba en el 2017. Igual nos vamos a ver en Europa ahora, o en Senegal, quién sabe qué va a pasar.
La dejé en su casa y nos despedimos. Altísimo saudade tenía en ese momento, pero bueno, volví a la playa.
«Si lo que has encontrado está formado por materia pura, jamás se pudrirá, y tu podrás volver algún día. Si solo fue un momento de luz, como la explosión de una estrella, entonces no encontrarás nada cuando regreses. Pero habrás visto una explosión de luz. Y esto sólo ya habrá valido la pena» – Paulo Coelho
En el camino de vuelta fui a la zona de grandes playas (dunas) a relajar y a emparejar un poco la marcas de la mochila en el pecho que me habían quedado del primer día. Todo por caminar al mediodía con la mochila puesta y sin remera.
Al día siguiente fui a desayunar un pesadísimo english breakfast con vista al mar, y más tarde fui a la dunas y al mar au naturel.
Después volví al hostel, me duché, fui a comer una pizza a la calle principal, y de ahí directo al puerto a cruzar a Lanzarote en el ferry.
Las interesantes e interminables charlas con A siguieron, pero por whatsapp. Y siguen hasta el día de hoy, por horas. Dicen que para que del encuentro de dos personas surja algo mágico, una relación en serio, tiene que encontrarse la imperfecta perfecta combinación de timing y química, y después asegurarse de mantener las cosas imperfectamente perfectas. En este caso sobraba química, pero falló el timing.
Capaz mejora, anything can happen.
Por lo pronto, tengo unas ganas bárbaras de decirle vamos a «Dar la vuelta al mundo». No tengo todo calculado, ni vida resuelta, solo tengo una sonrisa y espero una de vuelta…. Dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo.
À bientôt!
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