Llegamos a Denizli desde la famosa Pamukkale y fuimos caminando directo a la plaza que habíamos ubicado en el mapa. Siempre buscábamos grandes espacios verdes para poder acampar en las ciudades de paso. No íbamos a pagar un hostel sólo para dormir y seguir al día siguiente haciendo autostop. Esta plaza estaba en las afueras de la ciudad y parecía buena.
No se veía mucha gente, pero parecía bien.
Al frente de la plaza vimos un almacén de barrio y como teníamos mucho hambre cruzamos a comprar queso, fiambre y pan. Hicimos unos enormes sandwiches y nos sentamos a comer en la entrada del lugar con las mochilas al lado nuestro.
El dueño, al ver la situación, nos invitó a tomar un chai (té) con él. Dejó la caja y se sentó con nosotros. No había mucha gente por la zona, y cada vez que venía algún cliente se paraba lo atendía y volvía con nosotros. Él no hablaba ni una palabra de inglés, pero de alguna manera (con muchas señas) nos entendíamos. Para ese entonces con Agustín, mi compañero de viajes, ya sabíamos varias palabras de turco.
Cuando le explicamos que queríamos dormir en el parque que estaba al frente se mostró muy sorprendido y nos aconsejó que no lo hiciéramos. Que si queríamos podíamos dormir en la entrada del almacén y armar la carpa ahí una vez que cerraran. Que esa opción era más segura porque ellos tenían cámaras en el negocio. A nosotros no nos parecía inseguro el parque, pero siempre escuchábamos los consejos de los locales. Además, era como una «invitación» de su parte para que durmiéramos en su local. Aceptamos.
Pero todavía faltaba mucho para cerrar. Ya era de noche, pero el almacén cerraba a la madrugada.
De a poco íbamos entrando en confianza. A cada persona que entraba le contaba que éramos dos argentinos viajando por Turquía haciendo autostop, y todos nos miraban como bichos raros. Y nosotros estábamos ahí, no podíamos creer la buena onda.
Una vez que la conversación había llegado al límite de lo que podíamos interactuar, al dueño se le ocurrió usar el Google Translate de su computadora. Entonces, entre cliente y cliente, charlábamos con el traductor de por medio. La situación era muy cómica. La conversación, obviamente, era muy poco fluida. Pero cada tanto se le ocurría una pregunta sobre nosotros o nuestro viaje y nos llamaba de nuevo para que fuéramos adentro hasta la computadora para ver la pregunta en inglés.
En un momento me llamó para ver si quería atender la caja un rato. No podía decir que no. Me senté en su silla y me enseñó un poco cómo funcionaba el sistema y cómo escanear los productos. Yo feliz.
Ya éramos amigos. En un momento llegó un amigo de él que era colectivero. El chofer nos invitó a dar una vuelta porque en unos minutos tenía que comenzar su recorrido. Pensábamos que era una broma, que estaba loco. Pero después de unos minutos nos dimos cuenta que la propuesta iba en serio. No sabíamos si confiar en él. No sabíamos a dónde nos iba a llevar. Pero nuestro amigo del almacén nos aprobó la locura, nos dijo que era máximo una hora.
Dudamos bastante. Pero decidimos ir. Éramos dos. Qué es lo peor que nos podría haber pasado? Dejamos las mochilas grandes en el almacén, y por las dudas llevamos las mochilas chicas con las cosas de valor. Nos subimos al colectivo y empezamos el recorrido.
Empezó a meterse por lugares oscuros y hasta algunos caminos sin asfalto. Con Agus nos mirábamos y no nos gustaba mucho la situación. Estábamos en modo desconfianza. Para colmo, el conductor tampoco hablaba una palabra de inglés. Pero bueno, dejamos que la situación fluyera. Cuando empezó a subir gente al colectivo (en las distintas paradas), nos fuimos relajando. Y tan relajados estábamos que Agus empezó a cobrar a los pasajeros para ayudarle al conductor. Nos matamos de la risa.
Y cuando el recorrido finalmente terminó, nos invitó a tomar unas cervezas de ilegal en el bus. Paramos en un lugar que vendía alcohol (ilegal en Turquía), nos compró unas cervezas, y volvimos hasta el almacén. Pero no podíamos tomar en público, así que nos quedamos adentro del bus. Todo esto sin tener un lenguaje en común, pero entendiéndonos con las pocas palabras que sabíamos y con señas, muchas señas.
Yo no tomo alcohol y menos que menos cerveza, porque no me gusta. Tomé un poco de compromiso, y después se la di a Agus para que la terminara. El señor era medio pervertido, se puso a hablar de chicas y stalkeamos a algunas en las redes sociales, pero tranqui.
Después nos compró una Pepsi y nos quedamos hablando por Google Translate con el dueño del almacén. Fue interesante porque al tener el traductor de por medio pudimos salir de la típica charla superficial de viajes y terminamos hablando de diferencias culturales.
Cuando se hizo la hora de cerrar, le ayudamos a entrar las cosas que estaban en exposición afuera del negocio. Y finalmente armamos la carpa para dormir ahí mismo.
Dormimos bastante bien para ser que estábamos sobre el cemento y no pasto o al menos tierra.
A la mañana siguiente, Agus fue al baño de la estación de servicio cercana y yo me quedé cuidando las cosas. Tenía tantas ganas de ir al baño que empecé a analizar la situación. Ya no aguantaba más y yo no puedo jugar con eso porque tengo un solo riñón. Cuando estaba por ir atrás del negocio apareció el dueño para abrir el negocio.
En la mañana no atendía él, sino la cuñada.
Era muy temprano y casi que no había clientes. Para nuestra sorpresa, la señora nos armó un desayuno espectacular. Hasta cocinó huevos para nosotros. No lo podíamos creer. Estábamos desbordados por la amabilidad de esta gente. No teníamos palabras para agradecerle. Y a pesar de no tener lenguaje en común con ella, nos entendimos.
Nos trajo de todo. Fue un desayuno espectacular!
La amabilidad de la señora era increíble. Después se sentó con nosotros y ya conocía un poco nuestra historia porque se la había contado el cuñado. Charlamos, entre cliente y cliente.
Cuando estábamos por terminar e irnos, llegaron los amigos de dueño. Se sentaron con nosotros y la señora nos sirvió a todos. El chai (té) no se le niega a nadie así que terminamos comiendo más y tomando más té.
Hablamos un rato con ellos, y también con cada proveedor que venía a dejar mercadería. Todos se sentaban un rato a tomar chai con nosotros, era muy gracioso. La estábamos pasando bárbaro, pero no nos podíamos quedar todo el día ahí comiendo. Necesitábamos salir a la ruta de nuevo para seguir viaje.
Saludamos a todos, incluyendo un saludo «frío» a la señora. Teníamos unas ganas de abrazarla y decirle gracias, pero nos tuvimos que conformar con decirle un gracias en turco desde 1 metro. Y si no recuerdo mal, cometió la «imprudencia» de darnos la mano.
El dueño nos dio 5 botellas (algunas de agua y otras de Pepsi?) para el camino y nos dijo que sacáramos lo que quisiéramos del negocio. Agarramos las botellas porque no nos dejaba decir que no, y porque siempre viene bien tener líquido en la ruta, pero no sacamos nada del negocio. Ya era demasiado.
Cuando nos estábamos yendo, justo llegó un proveedor y el dueño del almacén le dijo que nos llevara hasta una parada de camiones para ver si alguno nos levantaba. El proveedor no sé si nos quería llevar, pero no le quedó opción. Ya no podía decir que no al frente de todos. Nos despedimos de nuevo y nos pidió que lo volvamos a visitar algún día. Todo en turco, obvio.
Yo estaba shockeado, emocionado. No podía creer ni entender tanta generosidad con desconocidos. Cada día me sorprendía más. La amabilidad del pueblo musulmán es increíble. Me habían dejado sin palabras. Por siempre les estaré agradecido.
Con el proveedor repartimos lácteos y embutidos a otros negocios. Y después de hacer el recorrido nos dejó en Kocabas, en un buen lugar para hacer autostop. Ah, y nos regaló un ayran (el típico yogurt aguado turco), increíble. Parecía que hubiéramos ido de compras. Teníamos un montón de bolsas de mercadería sin haber comprado nada.
Esperamos menos de 5 minutos y nos levantó un señor que iba a 150 km/h. A los pocos kilómetros, se bajó y nos compró un agua y un snicker a cada uno. Parecía una película ya.
Nos dejó en Sandikli, y en 5 minutos nos levantó un auto con 2 chicos pisteros. Iban a 140 km/h con música electrónica. El auto parecía que se iba a desarmar. Íbamos todos bailando. El conductor era un demente como metía los cambios. Jugaba con el volante a 150 km/h. Se sacaba una selfie a 140. Estaba loco. Bailaba música turca con el cigarillo en la mano. Manejaba sin manos en el volante, un peligro!
Era muy gracioso porque cuando la ruta bajaba era un loco, pero en las subidas el auto no le daba más.
Venía manejando como un demente y de repente pararon en la banquina. Se bajaron y cambiaron de lugares, por las dudas que hubiera un control policial. El loquito que había venido manejando no tenía papeles. Pensamos que iba a cambiar el panorama pero el otro manejaba igual de tarado o más. Ya no era gracioso. Veníamos divertidos pero nerviosos por la imprudencia que tenían al manejar.
Todo volvió a su lugar cuando bajamos y nos enfocamos en llegar a Ankara. Nuestro destino final era Capadoccia, pero fuimos vía Ankara para que fuera más sencillo. Iba a ser más sencillo encontrar gente que fuera a la capital, que por el camino directo desde Pamukkale a Capadoccia.
Nos dejaron en la entrada a una ciudad, cosa que siempre es más complicada. Lo mejor para seguir viaje es bajarse en la salida de la ciudad para el lado en el que se sigue camino, y no en la entrada porque la mayoría se queda en la ciudad.
Caminamos en poco, cambiamos el cartel a un destino más cercano y esperamos que alguien frenara. Nos levantó un trabajador en una camionetita. No entendimos nada de lo que decía, pero nos subimos. Y nos terminó dejando en la salida de la ciudad hacia Ankara, bárbaro. Ya estábamos más cerca.
De nuevo en la ruta. Después de que un camión nos amagara, nos subimos a una camionetita de un turco pícaro pero buena onda que nos llevó directo a Ankara. Era un petiso con una pinta de chanta bárbara. Todo el camino decía que nos iba a cobrar. Y todo el camino hablaba de mujeres. Era terrible de pícaro el señor.
Hizo 2 paradas largas y la tercera nos invitó un chai. Manejaba muy lento, pero hicimos 250 km con él, no nos podíamos quejar.
Finalmente, llegamos a la moderna y dinámica Ankara. Había edificios espejados por todos lados, todo parecía nuevo. Ya era tarde y no teníamos tiempo de salir de la ciudad. Agustín quería acampar en cualquier plaza, pero en las grandes ciudades es distinto. No es tan seguro. Tampoco teníamos mucho tiempo para buscar un lugar, y menos dentro del presupuesto de Agus (7-8 usd por días incluyendo todo).
Terminamos durmiendo en los asientos de la estación de buses. Al lado de varios homeless y de un que otro viajero.
A la mañana siguiente íbamos a seguir camino hacia Capadoccia.
Maria Jaramillo dice
Fran, nos encanta tu sitio. Llegamos a el por «error» buscando ideas para hacer en Maui. Pero ya hemos leido casi la mitad de tu blog. Todos todos buenisimos… Nos transportamos a tus viajes… Genial.
Somos dos colombianos, viviendo en montreal (canada) y viajando cada q podemos.
Todo el cuento minimalista nos gusta mucho…
Escribis muy muy bueno..
Feliz viaje
Francisco Ortiz dice
Gracias María!! Me alegro de haber podido ayudar con la info de Maui, pero más me alegro de que les gusten otros artículos y todo el «cuento» minimalista jaja.
Saludos desde Grecia!