Me desperté en una carpa en el medio de la plaza principal de Selcuk, un pueblo al suroeste de Turquía, bien temprano en la mañana. Esto de dormir en carpa no estaba funcionando muy bien para mí (recuerden que mido 1.96 mts). Y de repente sentí que tenía que definir/ordenar mis objetivos/proyectos para los próximos 20 años. Linda locura tenía ese día. Cada tanto me pasa, y después me doy cuenta que por más que planifique todo lo que quiera, cualquier cosa puede pasar en el camino que altere todo. Por eso lo más importante es la flexibilidad.
Pero bueno, estaba como un loco a las 7 de la mañana dando vueltas a la plaza escuchando música mientras escribía en un cuaderno. Y salió una gran lluvia de ideas variadas. Varios proyectos a la vez (como siempre).
Una hora más tarde se levantó Agustín y fuimos a comprar unos Ayran (el yogurt aguado típico de Turquía) a un supermercado, y salimos a la ruta. Nuestro objetivo era Pamukkale.
El primer auto nos llevó sólo 8 km, pero al menos nos sacó del sol y del mismo lugar en el pueblo. Nos sirvió para empezar el día, empezar el recorrido. Después nos levantó un Passat que hacía ruido todo el tiempo porque el conductor no se ponía el cinturón de seguridad. Para colmo iba en 6ta a 160 km/h fumando y hablando por celular al mismo tiempo, un peligro.
Era el dueño de un restaurante en la ruta. Nos llevó hasta el restaurante y nos invitó a tomar un chai (té). Sacó un «excel rústico», hizo la caja, nos presentó a los socios y le dijo a un camionero que estaba comiendo ahí que nos llevara. No sé si el camionero quería llevarnos la verdad, pero nosotros nos subimos al enorme Scania apenas recibimos la invitación.
Ayudamos a bajar parte de la carga en una pinturería en la ciudad de Aydin, esperamos una mulita para bajar el resto mientras tomamos un chai con el dueño del local y el camionero. Y seguimos. Más adelante frenamos en un parador de ruta lindo a comer muy rico por 9 liras. Y continuamos el viaje. Yo iba atrás de los asientos escuchando música y durmiendo.
Cuando me despertaron creí que ya habíamos llegado, y en realidad habíamos hecho solo 30 km por unos cortes que nos habían obligado a entrar a una ciudad. Nos bajó en Nazilli y volvimos a la ruta. Nos levantó una camionetita y fuimos no más de 1 km. Después nos levantó un camión. No entendí nada de lo que me dijo, pero por las dudas subimos. Nos terminó llevando hasta Saraykoy a 30 km de Pamukkale. Ya estábamos más cerca.
El cartel a Pamukkale no funcionaba y lo cambiamos por el de la ciudad más cercana: Denizli. En el acto nos chistaron unos señores desde un lugar que parecía ser una remisería. Nos dijeron que nos llevaban gratis hasta Denizli. Nosotros no creíamos que fuera gratis, era muy raro. Porqué nos llevarían gratis si parecía ser su trabajo? Preguntamos muchas veces. Mientras tanto, nos regalaron unas frutas verdes chiquitas muy ricas. Aceptamos todo como siempre. Cuando se viaja haciendo autostop y con bajo presupuesto hay que aceptar todo, nunca se sabe cuándo se va a tener la oportunidad de comer de nuevo. Después se ve qué se hace con «el regalo».
Nos subimos al auto y nos dejó en el centro. Caminamos unas cuadras, entré al baño en una estación de servicio, y a la salida una combi de turistas que iba a buscar gente a Pamukkale ofreció llevarnos. Obviamente que nos subimos sin preguntar mucho. Eran 3 loquitos que iban muy rápido y nos dejaron en la entrada del pueblo.
Finalmente habíamos llegado a destino: las piletas en Pamukkale.
Fuimos caminando hasta el parque. Quisimos acampar ahí y nos echaron. Fuimos a cenar a un lugar local bien barato, y acampamos al borde del parque, al costado, donde nadie nos veía. Y como ya era de noche, no había nadie controlando tampoco. Pamukkale es un lugar muy chico y muy turístico. Hay una atracción principal y el resto es todo hoteles, restaurantes o negocios que venden souvenirs o cosas por el estilo. Nada del otro mundo.
Cuando nos estábamos por ir a dormir, empezaron a llegar muchos jóvenes que «ambientaban» en el lugar. Yo fui caminando hasta un bar que ya estaba cerrado para usar el wifi para hacer un Skype y después de un rato me fui a dormir a la carpa.
Al día siguiente me levanté en el medio de todo. En el medio de Pamukkale. De noche no se podía apreciar bien, pero de día: woow! Lo único malo fue que los chiquillos que estaban dando vueltas la noche anterior habían dejado basura por todos lados, unos sucios. Una lástima.
Fuimos a desayunar y encontramos un lugar turístico a casi la mitad de precio que el lugar local de la noche anterior. Aprendimos que no siempre lo local es más barato. Los lugares turísticos suelen tener precios visibles y transparentes. En los locales hay que negociar y a veces no se sabe el precio real.
Dejamos las mochilas en lo del señor local (que según él había atendido a Obama y Putin en su negocio, ponele), y fuimos a la entrada del parque.
Entramos descalzos a caminar por el frío travertino. Hacía un calor terrible y se estaba acercando el mediodía. Es clave llevar lentes polarizados, o al menos lentes de sol normales. El reflejo del sol en el travertino blanco leche te mata. Es muy fuerte, no se ve nada.
Empezamos a subir y una de las cosas que nos llamó la atención es que había muchas piletas secas. Sin agua. Aunque usted no lo crea, antes de que se declarara al lugar como Patrimonio de la Humanidad (1988), todo estuvo muy descuidado. Y se construyeron hoteles que usaron el agua termal para llenar sus piletas. Sí, aunque usted no lo crea. Por eso hay muchas que hoy en día están secas o vacías.
Estaba lleno de gente. El lugar es muy turístico y era fin de semana. Nosotros la verdad no teníamos mucha idea de qué era lo atractivo del lugar. Yo sabía que estaban estas piletas naturales, pero no tenía idea de que la gente se podía meter. Había mucha gente, había de todo.
Me animé a embarrarme un poco como los turistas y después de un rato me enjuagé. Necesitaba agua, tengo que confesar que habían pasado 5 días ya sin bañarme. No lo comento como un logro. Es un asco, era un asco. Pero bueno se dio así. Estábamos viajando haciendo autostop y en carpa por varios días para ese momento y no es fácil encontrar donde ducharse. Higienizarse sí, pero una buena ducha no.
Después del barro, la piel me quedó re suavecita…
A Pamukkale hay que ir con traje de baño y no llevar casi nada más. Agua, toalla y no mucho más. Sobre todo porque hay mucha caminata y el tema de meterse a las piletas.
El contraste de culturas en el lugar era muy interesante. Se notaba más que nada en los trajes de baño y en la vestimenta.
Estábamos un poco abrumados por la cantidad de turistas. Así que decidimos ir a recorrer las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis, que también están en el mismo complejo y que la gente muchas veces pasa por alto. Y nos llevamos la sorpresa de que no había casi nadie.
La mayoría de los turistas ese día, eran los típicos turistas de selfie stick en la pileta, muy poco culturales o exploradores, bien bien turistas. No tenían idea lo que se estaban perdiendo del otro lado de las piletas.
No sólo las ruinas y su historia eran interesantes, sino que todo estaba muy bien cuidado y conservado. Los caminos estaban llenos de flores. Mucha naturaleza. Y sin turistas!
Las vistas del valle era muy impresionantes.
No sabíamos mucho de las ruinas. Es más, nos tomaron por sorpresa. No teníamos ni idea que había ruinas en el lugar. Sólo conocíamos de las piletas. Pero vaya qué sorpresa nos llevamos. En un momento nos encontramos caminando por una calle de 2 mil años de antigüedad…
Pero lo que más me llamó la atención fue el anfiteatro. Era enorme. Para mí fue lo mejor de Pamukkale. Es difícil capturarlo en una sola foto porque es muy grande. Es un buen lugar para una panorámica. Pero viajando sin cámara y sólo sacando fotos con el celular, es difícil.
Después de quedarnos contemplando la vista desde los primeros asientos del anfiteatro por un largo rato, volvimos a las piletas. Y por suerte ya casi no había gente. Eran turistas de paso. Estuvieron un rato (a la peor hora), se cansaron y se fueron. Ni vieron las ruinas, nada. Como si fuera una pileta pública a la que van a mojarse un rato. Nosotros no lo entendíamos, pero cada uno hace lo que quiere, mejor para nosotros.
Y como no había nadie, nos metimos a las piletas. En esta ocasión, aproveché para darme un buen baño. Extrañaba mucho estar limpio. Y que mejor que darse un baño con barro terapéutico jaja.
Después de darnos un baño, volvimos a comer al mismo lugar turístico barato, el mismo lugar donde habíamos desayunado.
Más tarde fuimos a un bar que era uno de los únicos que tenía internet y nos quedamos un rato largo sólo comprando un agua porque era muy caro. Justo a los minutos, casualmente, se cortó la luz. Nos quedamos por bronca, además nos habían atendido bastante mal. Al final, volvió la luz, volvió el internet. Y nuestras sospechas de que nos querían echar probablemente hayan sido infundadas. Pero que nos atendieron mal, eso seguro.
Salimos de nuevo a la ruta. Y cuando creíamos que no nos iba a levantar nadie y que íbamos a tener que tomar la combi, finalmente paró una camionetita de unos pintores, que nos llevaron hasta Denizli, donde terminamos acampando.
Pero no lo hicimos en cualquier lugar. Acampamos en la puerta de un almacén de barrio donde nos hicimos amigos de todos.
Al día siguiente, salimos para Capadoccia, vía Ankara, la capital de Turquía.
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