Llegué al hostel después de tomar un metro, un tren y caminar un poco. Pleno centro. En el medio de todo. Lo había elegido porque era el más barato de la ciudad. Era bastante malo, pero era muy barato. Estaba al frente de la mezquita/museo Hagia Sophia. Lo único bueno era la ubicación, desde la terraza había una vista espectacular.
Apenas entré en la habitación, me encontré con Agustín, otro argentino viajero. Gran viajero. Y después de charlar 10 minutos, decidí cambiar mis planes y sumarme a la primera parte de su viaje. Su plan era viajar haciendo autostop y con bajísimo presupuesto (7-8 usd diarios) desde Estambul hasta China (una locura!).
A mí me interesó llegar hasta Irán. Además de tener la posibilidad de probar viajar haciendo autostop con alguien experimentado en el tema.
Mi plan anterior era ir de Turquía a Los Balcanes, Europa del Este y después algo del norte de África. Me duró 3 minutos. Es lo que pasa en los viajes. Uno puede planificar todo lo que quiera, pero nunca se sabe lo que puede pasar o a quién se puede cruzar, y todo puede cambiar. Y sobre todo si están abiertos y flexibles a las distintas oportunidades que van surgiendo. Cambié el chip, en 4 días iba a empezar a viajar haciendo autostop por Turquía, y después Georgia, Armenia, Azerbaiyán e Irán.
A los 30 minutos, apareció un cordobés que se había ido de working holiday a Dinamarca hacía 2 años y que nunca había vuelto. Seguía dando vueltas por Europa. Un personaje. En menos de 1 hora ya estaba en clima viajero de nuevo. Conversando con gente soñadora que no tenía miedo a perseguir lo que le gusta, aunque sea en contra de la mayoría de la gente.
Después fuimos a dar una vuelta y a comer algo con Agustín. Fuimos a un lugar local que le habían mostrado los chicos de Marcando el Polo el año anterior. Resulta que Agustín es fan de varios blogs de viajes, y tiene contacto con algunos de ellos. Siempre les pide ayuda para planificar sus viajes.
Caminamos bastante, pero me sirvió para tener una primera idea de la ciudad. Era de noche, y tuve una primera impresión muy positiva.
Al día siguiente me levanté tarde. Trabajé un poco, ubiqué puntos de interés y salí a caminar solo.
Primero fui a la mezquita azul, también conocida como Sultanahmed. Caminar descalzo por las alfombras es una sensación increíble, y levantar la cabeza y ver el techo es una sensación indescriptible, no hay palabras, hay que ir. Era mi primer contacto con el mundo musulmán, mi primer contacto con Oriente, por más que técnicamente esa parte de la ciudad está en Europa.
A los pocos minutos se hizo la hora de rezo y nos sacaron. La verdad me podría haber quedado todo el día adentro escribiendo inspirado de solo ver los techos. Pero tuve que salir.
Me compré un choclo en un puesto callejero para no morir de hambre y poder seguir caminando. Era bastante bueno o tenía demasiado hambre, o ambas.
Di una vueltas y entré a la Cisterna Basílica. Una estructura subterránea de casi 1500 años que tiene alrededor de 9.800 m2, con 336 columnas de mármol dispuestas en filas.
Había peces grandes en el agua que cubría casi todo el piso el lugar, y la gente tiraba monedas, no lo entiendo. La verdad es que inadaptados hay en todos lados.
Casi en el final del recorrido hay dos columnas que tienen la cabeza de medusa rotada en la base. Nada del otro mundo, algunos turistas se volvían locos por sacarles fotos. La historia del lugar es increíble, pero si están cortos de presupuesto, hay otras cosas más interesantes y baratas en la ciudad.
Cuando salí, vi que había un cartel que indicaba que se iba a hacer el World Humanitarian Summit en unos pocos días, con la presencia de la mayoría de los grandes líderes mundiales. Justo ahí en Estambul. Interesante, pero nosotros teníamos que seguir viaje.
De ahí fui a la Hagia Sophia.
Pagué la entrada individual, pero después de recorrer varias atracciones, me di cuenta que convenía comprar el pase de la ciudad que incluía varias de las que pagué por separado. Lástima que la estaban arreglando y había muchos andamios, igualmente casi me desnuco de ver esos techos. La recorrí toda. Si me iban a cobrar la iba a aprovechar bien.
Estaba lleno de mujeres vestidas con niqabs, ese velo que cubre el rostro y sólo deja ver los ojos. Era la primera vez que veía tantas. Me parecía raro que de abajo sacaran un iphone último modelo o una cámara enorme y empezaran a sacar fotos. Entiendo que es su vestimenta simplemente y que son iguales que cualquier otra mujer, pero me resultaba extraño verlas con tanta tecnología, no me lo esperaba.
Había algunas pinturas con mosaicos muy buenas, estaban bien cuidados, y se los veía muy antiguos.
Una cosa que me sorprendió es como la gente hacía cola para poner el dedo en una columna y girarlo. Dice la leyenda que si el dedo sale mojado, anuncia la curación de enfermedades y la mejoría de la salud. Yo no creo en todas esas cosas la verdad, pero igual me pareció curioso.
Cuando estaba saliendo de la mezquita/museo, un turco me avisó que tenía la bragueta abierta. Casi me muero de la vergüenza. Para colmo justo en un país musulmán con reglas conservadoras y adentro de la Ayasofia. Un desastre, mucha vergüenza. Empezó a darme calor del mal momento. Ni quería pensar todos lo que lo deben haber visto. No había ido al baño en ningún lado, debí haber salido del hostel así. Menos mal que me avisaron, vergüenza.
Caminé por una zona llena de tiendas para turistas y aparecí en el Gulhane Park. Un gran parque muy cuidado y adornado de la cuidad. En la entrada compré un kek en un puesto de la calle, y me clavé. Era un pretzel grande, pero duro y seco, muy feo la verdad.
El parque es muy atractivo, por momentos es demasiado armado, demasiado artificial, pero es lindo. Me di cuenta que los parques me ponen sensible, hacen que quiera compartir la naturaleza con alguien, me hacen pensar en la compañía que quiero a mi lado para ver este tipo de cosas. Me daban ganas de escribir, pero seguí caminando.
Era el típico parque que hay en toda ciudad, donde van las novias a sacarse fotos. Mientras estuve dando vueltas, pasaron una de blanco y una de violeta, ambas con sus parejas.
El cuidado que tiene el parque es increíble, les debe demandar mucho trabajo y muchos recursos seguramente, pero bueno, Estambul vive del turismo, es entendible.
Volví caminando por el parque para ir al Topkapi Palace. El palacio más importante de la ciudad. La entrada era muy cerca del hostel, muy cerca, un lugar por el que habíamos acortado camino la noche anterior, pero que me costó encontrar (mi capacidad de ubicación es nula).
Compré otro pretzel, esta vez con nutella, bien de turista, y me volví a clavar. Terminé comiendo el nutella y tirando parte del pan duro.
Entré al palacio, y de nuevo jardines llenos de rosas y otras flores, increíble!
Y vistas del Bósforo también. El estrecho que separa la parte europea de la parte asiática de la ciudad.
Sin dudas hay que comprar el pase de la ciudad. Sólo la Hagia Sofia y el Topkapi salen 80 liras entre los dos, y el pase que suma un montón de museos más, sale 85. Ya era tarde para mí, pero me parece lo mejor.
En una de las salas había un nivel de joyas y ornamentos que nunca había visto en mi vida. Un diamante de 85 kilates, rubíes, esmeraldas, etc., etc. Una locura. Había varios guardias y no se podían sacar fotos. Al parecer, no se privaban de nada en su momento.
La suavidad de las alfombras, de nuevo, era increíble. Bien mullidas, daban ganas de quedarse ahí todo el día. De tirarse a rodar por las alfombras o acostarse a dormir ahí mismo en el medio de toda la gente o quedarse escondido en algún lugar hasta que cerrara todo y dormir tranquilo en esas alfombras que parecían colchones.
Los jardines también estaban muy cuidados, llenos de flores. El palacio es la majestuosidad en su máxima expresión. Los mosaicos de las paredes me encantaron. Estaba como loco mirando para todos lados, todo me sorprendía. Fotos, fotos, todo el tiempo. Era un terrible turista, pero el lugar realmente lo vale.
En otra de las salas había una exposición de armas con un nivel de lujo que no había visto nunca. La mayoría de las armas estaban llenas de piedras incrustadas de todos los colores. Además de espadas,había armas de fuego con unos trabajos impresionantes.
Después de semejante estímulo visual, y de haber explorado las atracciones más importantes de la zona, volví al hostel. A descansar, trabajar, y a empezar a darle forma al viaje.
Fuimos nuevamente al lugar de comida local y uno de los 3 platos que pedí era corazón de vaya a saber que bicho, e hígado de algún otro animal. No lo pude terminar. Cuando me di cuenta de qué era lo que estaba comiendo, me quería morir. Volví al hostel con el estómago un poco revuelto. Pero bueno, me fui a dormir para ver si se me pasaba.
A la mañana siguiente nos levantamos tarde, desayunamos y salimos a seguir recorriendo la ciudad.
Pedimos agua en un puesto de vigilancia. Al principio no nos querían dar (porque Agustín ya había pedido el día anterior). Viajar con presupuesto tan bajo no es fácil, y una de las formas es buscar recursos en todos lados. Agustín me enseñó a pedir agua a la gente. En este caso, el jefe del puesto finalmente nos dijo que nos daba agua pero que era la última vez. Nosotros felices. Igual se enojaron y querían 2 liras. Cargamos agua y obviamente no les pagamos.
Primero fuimos al Gran Bazar. Al principio me pareció muy comercial, muy turístico, no estaba cumpliendo con mis expectativas. Me imaginaba algo más como La Salada (un gran mercado que hay en Argentina), más informal. Y la verdad es que me encontré con algo muy armado.
Pero después nos metimos para adentro a hablar con los vendedores. Y ahí empezó la diversión. Comimos varias cosas, tomamos té, cambié plata, compré un protector para el celular (10 veces más barato que en el free shop), y seguimos explorando.
Podría estar horas en el Gran Bazar. Es muy divertido. Muy colorido.
Pasamos por la universidad. El edificio era increíble. Quisimos entrar, pero estaba lleno de seguridad. Ni lo intentamos, no íbamos a poder pasar.
Llegamos a la mezquita de Suleymaniye, una de las más grandes de la ciudad, y como era viernes (día más importante para los musulmanes) estaba lleno de gente. Los hombres se estaban lavando los pies, las manos, y la cara para entrar.
Como Agustín tenía puesta una camiseta de su club Boca Juniors, unos chicos se nos acercaron a hablar de fútbol antes de rezar. Charlamos un rato, mitad turco, mitad inglés. Muy amables, aprendimos un par de palabras que después íbamos a ir incorporando a nuestro vocabulario turco.
No pudimos entrar porque era hora de rezo, igual nos quedamos observando a la gente.
Empecé a sentirme mal (después me di cuenta que era por haber tomado agua de la canilla del hostel), y por suerte fui al baño ahí en la mezquita. Por 1 lira, tuve mi primera experiencia con las letrinas turcas (asiáticas). Todo un éxito, hasta hice triceps jaja.
Seguimos caminando. Pedimos agua en una peluquería, muy amables, nos llenaron las botellas. Estuvimos charlando mucho con Agustín sobre las diferencias entre nuestros viajes. Entre los 2 habíamos recorrido casi todo el mundo. El Oriente, yo Occidente. Y se dio la casualidad que justo nos encontramos en Estambul (el mix de ambos). Hablamos más que nada de la diferencia en la concepción de propiedad privada excluyente y la competitividad que hay en Occidente, en comparación con la apertura y el desapego material de parte de Oriente. Muy interesante…
En el camino hacia el puente para cruzar del otro lado, pasamos por otro mercado. Comimos unas turkish delight (delicias turcas), unos dulces típicos de Turquía. Gratis obvio, la muestra gratis.
Caminamos bordeando la costa hasta el Palacio Dolmabace. No entramos. Yo ya había gastado mucho el día anterior, y Agustín tenía bajo presupuesto. Le entrada tampoco estaba incluida en el pase que al final no había comprado, así que eso me sirvió de consuelo. Capaz lo visito la próxima vez que vaya. Preferimos ahorrarlo y gastarlo en Éfeso. Por las dudas, llenamos la botellita de agua en el lugar.
Al frente estaba el estadio de fútbol del Besiktas. El tercer equipo del país, después del Galatasaray y del Fenerbahce. Pero el equipo que salió campeón mientras estuvimos en Turquía.
Esa zona estaba muy linda para caminar; entre las flores al costado de la calle, y los palacios y construcciones del otro.
En un momento veníamos caminando por la avenida y nos cruzamos con una manifestación de «Kabatas». Eran todos chicos, bien coordinados, y gritaban arriba de unas escaleras y abajo cortando el medio de la calle. Varios pasaban en autos también gritando. Debe haber sido un colegio, o algo por el estilo. Pero fue raro, porque cortaron media calzada y estaban tan coordinados en los cánticos que parecían una secta.
Al frente del parque al que estábamos yendo para descansar un poco había un palacio (Kempinski). No entramos por la misma razón que no fuimos al palacio anterior.
Estábamos yendo al Parque Yildiz, uno de los parques más grandes de la ciudad, y donde decidimos descansar un poco.
Caminando por el verde nos cruzamos con una familia mochilera. Padre, madre e hijo. Los 3 con la mochila al hombro, botella de agua, zapatillas de viajero, etc. Había verde por todos lados, parecía un lindo lugar para acampar. Era mucho más natural que el parque que había visitado antes (el Gulhane).
Después de un buen descanso, seguimos explorando. Estábamos muertos de hambre, así que paramos en un lugar de comida rápida. Como siempre que nos preguntaban de dónde éramos, terminamos hablando de fútbol. Una vez que uno dice que es argentino, las primeras dos palabras son siempre las mismas: Messi, Maradona. Y automáticamente se inicia una conversación de fútbol.
Hablamos de fútbol con los chicos del lugar de comida, comimos un gran sandwich, fui al baño por 1 lira (de nuevo), y seguimos.
Una cosa curiosa de Estambul es que todos te saludan. Pero en el 99% de los casos, ese saludo esconde las ganas de venderte algo más adelante. Te llaman para iniciar una conversación, pero en realidad buscan venderte algo, siempre, o casi siempre. Con nosotros no tuvieron suerte. Sólo aceptábamos las muestras gratis. Nuestro postre fue una frutilla cubierta de chocolate.
Después de eso, queríamos cruzar el puente hacia la parte asiática pero no había manera de hacerlo caminando. Intentamos hacer autostop, pero nos dijeron que no se podía por la policía. Quisimos llegar a Asia, pero no pudimos.
En el camino de vuelta a la zona del hostel, paramos a tomar algo en un café. De nuevo, salió charla de fútbol. Eran fanáticos del Galatasaray. Nos mostraron canciones de la hinchada, algunas tomadas del fútbol argentino. Eran todos muy amables, aunque de poca paciencia, eran bastante calentones. Al final nos terminaron invitando el té. Resultó que era un negocio familiar, donde todos los que trabajaban ahí eran parientes. Saludamos a todos y seguimos.
Volvimos al restaurant de todas las noches y a dormir al hostel.
En el camino nos volvimos a cruzar con los «estafadores del cepillo». Como Agustín ya los conocía, no caímos en su trampa. Resulta que empiezan a caminar delante tuyo, se hacen los tontos, disminuyen el paso y dejan caer el cepillo con el que supuestamente limpian zapatos, y siguen caminando. La mayoría de la gente lo levanta y se los alcanza. Y ahí es donde ellos hacen su jugada. Cuando se lo das, te empiezan a hablar de manera agresiva para sacarte plata.
Nosotros dejamos tirado el cepillo y seguimos caminando como si nada. Cuando el chico se dio vuelta, nos reímos en la cara de él y se dio cuenta que sabíamos lo que estaba haciendo. Hay que tener cuidado con ellos, están todas las noches en uno de los puentes. Aunque después vimos uno haciendo lo mismo más adelante, en otra zona.
Llegando al hostel vimos un lugar con muchas cajas de cartón, y le preguntamos al señor del puesto de diario que había al lado si podíamos sacar algunos. El señor no solo nos dijo que sí, sino que se puso a ayudarnos a cortar los cartones. Nosotros los necesitábamos para el día siguiente. Comenzaba nuestra aventura haciendo autostop y queríamos tener carteles con las ciudades a donde íbamos a ir.
Antes de volver al hostel, nos quedamos contemplando la mezquita azul. Una última mirada a esa increíble obra de arte.
Al día siguiente nos levantamos temprano y salimos para la ruta a hacer autostop con destino Éfeso. Era mi primera vez haciendo autostop, pero por suerte iba con alguien experimentado.
Oriente y Occidente se cruzaron en Estambul, y Occidente (yo) decidió abrirse y cambiar sus planes para seguir a Oriente (Agustín) en su aventura. Al menos hasta Irán. Pero la primera parada no iba a estar muy lejos, la primera parada iba a ser Éfeso.
Paula dice
Me encanto tu relato con tanto detalle e imagenes de tu viaje por Estambul, la verdad que te felicito por poder y arriesgarte a la podibilidad que la vida te da de poder viajar y conocer lugares maravillosos y que cuentan una histororia riquisima, y ya te lo he dicho y lo repito, muchas gracias por compartirlo, saludos
Francisco Ortiz dice
Muchas gracias por tus lindas palabras Paula!!