No sabía nada de Batumi antes de llegar. Es más, en realidad queríamos ir a Tbilisi, la capital de Georgia. Pero decidimos parar un Batumi para que el viaje desde Capadoccia no fuera tan largo. Como yo venía muy atrasado con algunas cosas, decidí tomar un bus. Agus se fue haciendo autostop.
Tomé el bus directo de Capadoccia a Batumi, o al menos eso era lo que había entendido. Nadie hablaba inglés, menos que menos español.
En el camino paramos en una terminal de buses de una ciudad chica y me comí un durum muy picante. Cuando sentí lo picante que era, pedí un ayran (típico yogurt aguado turco) para neutralizarlo. Pero así y todo me quedó picando. Creí que me iba a durar toda la noche, hasta que subí al bus y el chico que estaba al lado me regaló un chicle sin que le pidiera nada. Era increíble la generosidad de los turcos. Ni ellos mismos lo creían cuando les contaba. Hay una concepción generalizada de que los turcos son malos o poco generosos, y en mi experiencia es todo lo contrario.
Más tarde, el chico que trabajaba en el bus me dijo que me podía mover a cualquier asiento que estuviera libre. Me fui a una fila en la que los 2 estaban libres (acuérdense que mido casi 2 metros). Estaba mucho más cómodo para dormir. En Trabzon (una de las últimas ciudades turcas antes de llegar a la frontera) cambiamos de colectivo.
Durante el viaje, creí haber entendido que el bus finalmente me iba a dejar del lado turco, en la ciudad de Hopa a unos pocos kilómetros de la frontera. Pero cuando estábamos llegando a Hopa me preguntaron si iba a Batumi y dije que sí. El colectivo siguió así que seguí hasta donde me llevaran. No entendía muy bien qué estaba pasando, pero mientras más cerca de Batumi me dejaran, mejor.
Todo el último tramo, el bus fue bordeando el Mar Negro con montañas verdes del otro lado. Muy lindo camino costero.
Bajamos a hacer migraciones y todavía no entendía si el bus nos iba a esperar del otro lado o no. Pero migraciones era a pie, eso sí.
En la salida del lado de Turquía al hombre que estaba adelante mío casi lo llevan preso por ponerse los lentes de sol justo cuando lo estaban atendiendo a él. Ponerse lentes oscuros está prohibido en cualquier frontera porque se asume que se quiere ocultar el rostro por alguna razón sospechosa. El clima se había puesto un poco tenso, y para colmo a mí me demoraron unos minutos. Simplemente porque no están acostumbrados a ver cruzar muchos argentinos por ese paso terrestre, pero igual me puse un poco nervioso.
Lo que me llamó la atención fue la increíble diferencia entre los turcos serios y agresivos, y las 3 georgianas buena onda que me atendieron para entrar a su país. No paraban de sonreír cuando vieron el pasaporte argentino. Fue un trámite mucho más natural y rápido.
Esperé unos minutos y como no encontré el bus del lado georgiano, asumí que ese era el final de la ruta. No iba a pagar un taxi, ni tampoco quería esperar un bus. Había estado haciendo autostop varios días con Agustín, era el turno de probar hacerlo solo. La distancia era muy corta y estaba lleno de tráfico que entraba a Georgia.
Empecé a caminar para alejarme de los taxistas que me querían llevar, y comencé a hacerle señas a los autos. Vi un turco haciendo lo mismo al lado mío. No había porqué competir. Empezamos a hablar en mi turco básico y su inglés básico, y de alguna forma nos entendíamos. Era un personaje.
En menos de 10 minutos nos levantó un auto a los dos. Como el conductor era turco, ellos iban hablando lo más bien y yo no entendía nada. Yo iba cerca, iba a Batumi. Pero el turco personaje que se había subido al auto conmigo estaba yendo a Tbilisi, la capital de Georgia. Y el loco pretendía que cambiara mis planes y me fuera con él. Recién nos habíamos conocido y la conversación no podía pasar más allá de las preguntas básicas y el loquito pretendía que cambiara mis planes por él.
Yo tenía que llegar a Batumi. Al día siguiente iba a llegar Agustín. Le dije que no varias veces, pero me costó bajarme porque el loco no le decía nada al conductor que yo me bajaba en Batumi. Le insistí y él me quería llevar a Tbilisi. Entonces en un semáforo cerca de mi hostel, me bajé del auto de una vez y les agradecí desde afuera.
Terminé bajándome a 1 cuadra o al menos eso era lo que me decía el mapa (no siempre los mapas online son exactos).
El problema fue que no podía encontrar el hostel. Iba a la dirección que me mostraba el mapa, nada. Caminaba 2-3 cuadras para un lado, nada. Para el otro lado, nada. Pregunté como 5 veces a distintas personas y nada. Me metí a otro hostel y me decían que no lo conocían. Entré a un hotel y se hacían los tontos. Di mil vueltas, me cansé de preguntar. Me embolaba que se hicieran los tontos, ya les estaba empezando a agarrar bronca. Debo haber estado casi una hora dando vueltas con la mochila por esa calle destruida, en plena remodelación.
Por momentos pensaba: quién me mandó a venir a esta ciudad que está destruida? Para qué vine acá? Y si me voy a otro hostel? No, porque me van a cobrar la primera noche. Bueno, pero son sólo 5 dólares. No importa, no me puedo rendir tan fácilmente. Lo voy a encontrar como sea.
Como no encontraba solución, decidí ir a una zona más céntrica y buscar algún lugar con wifi. Justo cuando empecé a caminar para ese lado, vi en el mapa la oficina de turismo y fui directo para allá. Me senté, y por suerte hablaban bastante bien inglés.Les conté la situación. Ellos llamaron al hostel y me ubicaron en el mapa la dirección exacta. Era como 3 cuadras más lejos que lo que marcaba el mapa. Pero bueno, al menos ya sabía dónde quedaba.
Aprovechando que ya estaba ahí, les pedí un mapa papel para que me ubicaran las principales atracciones de la ciudad. Y de paso usé su wifi un rato. Estaba agotado y muerto de calor de caminar tanto.
Finalmente fui caminando hasta el hostel y me recibió su dueño muy amablemente. El hostel era chiquito, y el señor no hablaba inglés, pero era muy buena onda. La odisea había terminado. Finalmente podía bañarme y relajar un poco.
Los días siguientes iba a sorprenderme del potencial de la ciudad. De alguna manera la iba a situar entre mis favoritas. Inclusive al punto de querer ir a pasar unos meses allá.
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