A decir verdad, Munich no estaba en mis planes. Alemania no estaba en mis planes. Como ya dije varias veces mi idea era recorrer Europa del Este. Porque es más barata, y porque son lugares menos turísticos. Pero cuando estaba en Praga y tenía que comprar mi pasaje a Salzburgo, me di cuenta que el bus tardaba varias horas más porque iba vía Munich. Y pensé, porqué no? Munich algo debe tener. Investigué un poco y decidí estar 2 días en la ciudad del famoso equipo de futbol: Bayern Munich.
Apenas llegué a la terminal de Munich me llevé una sorpresa. Estaba nevando! No era muy intensa la nevada, pero era nieve al fin. La verdad es que de última la esperaba en Polonia, pero no en ese momento, cuando ya había empezado a bajar hacia el sur. La cuestión es que estaba nevando. Por suerte el hostel estaba a sólo 3 cuadras de la terminal de buses, o eso era lo que yo creía haber visto. Resulta que las 3 cuadras eran a la terminal de trenes.
Salí caminando abajo de la nieve con las mochilas y resultaron ser unas 10 cuadras. Igual estaba muy feliz. Hacía casi 2 años y medio que no estaba en contacto con la nieve.
Llegué al hostel y, en la habitación, conocí a unas chicas estadounidenses que también estaban mochileando por Europa, y que tenían raíces latinas, por lo que hablaban perfecto español. Salí a comer algo rápido y volví a dormir. En la entrada del hostel había un bar, en el que ese día había alta joda. Sábado a la noche, se vendían cervezas como pan caliente. Yo me fui a dormir solito.
Al día siguiente me levanté temprano, y salí a caminar con un plan en mente. La noche anterior, antes de ir a dormir, había marcado en el mapa los lugares que quería ver. Los lugares que habían justificado mi parada en Munich. Así que salí con un plan, y bien abrigado.
Menos mal que salí abrigado, nevó casi todo el día. Fue el día perfecto para estrenar las calzas largas (todavía no las había usado nunca y ya empezaba a preguntarme por qué las había llevado, y por qué las seguía cargando en la espalda). Calzas, jean, medias térmicas, zapatillas impermeables, remera, pólar finito, campera de plumas impermeable, cuellito polar largo, guantes finitos, y gorrito polar. Y así y todo tenía frío.
Era domingo a la mañana y la ciudad estaba desolada. Es más, todavía faltaba limpiar algunos lugares que habían quedado sucios de la noche anterior. Alemania es ordenado, pero Munich no me pareció tan «estricto». No sé si será algo particular de esta ciudad, o Alemania ya no es tan prolija como dicen.
Empecé caminando hacia el suroeste, unas cuadras hasta la iglesia de San Pablo, imponente. Como en todas las iglesias que recorrí hasta ahora (créanme que muchas), entré a verla por dentro y la caminé un poco.
Y ya que estaba ahí, y había caminado para ese lado sólo por esa iglesia, seguí un poco más hacia un gran espacio verde (cada vez busco y disfruto más los espacios verdes en las ciudades). Pero éste resultó ser más marrón que verde. Era un complejo donde había una gran feria de comida, según entendí. Digo entendí, porque era domingo, y tan temprano, que todo estaba cerrado. Y ya que estaba ahí, caminé un poquito más y me crucé con la estatua de Bavaria.
Y desde ahí, caminé y caminé hasta la plaza principal, Marienplatz. En el camino paré en un Starbucks a desayunar y chequear las noticias de Argentina (día del histórico ballotage donde cambiamos de conducción política después de 12 años de lo mismo).
Me parecía raro que las calles estuvieran casi vacías, pero era domingo a la mañana. Finalmente llegué a la plaza, me crucé con los grupos de free walking tours, pero como había hecho hasta ahora, decidí caminar solo. Capaz que tenía menos información (la mayoría que se puede leer en internet), pero mucho más libertad de todo tipo.
Lo primero que me impactó fue el edificio del ayuntamiento. Parecía una gran catedral.
Entré a la iglesia de San Pedro que estaba a la vuelta y estaban en misa. Era la primera vez que había una misa en el mismo momento que recorría una iglesia. Me quedé escuchando unos minutos al fondo, muy interesante, pero no entendía nada y tenía que seguir caminando, así que me fui.
De ahí caminé un par de cuadras hasta el Viktualienmarkt, un mercado al aire libre, lleno de puestos de los más variados rubros. De nuevo, todo estaba cerrado.
Entonces empecé a caminar hacia el norte. En dirección al Englischer Garten, el parque más grande de la ciudad.
En el camino pasé por la Iglesia de los Teatinos y San Cayetano, y por la Residencia Real y sus jardines. En el medio del jardín, hay una cúpula, y me quedé ahí unos minutos para resguardarme de la nieve que no paraba.
Ya no eran copos chiquitos, sino que eran copos enormes, bien finitos, de esos de película. De esos que uno puede apreciar la forma del copo en su mano.
Y después de un rato de jugar con los copos de nieve, seguí caminando. La nevada no me iba a parar!
Antes de entrar al «Jardín Inglés», caminé varias cuadras hasta el río Isar para ver al Friedesengel o Ángel de la Paz. De ahí me volví y en el camino al parque vi el único accidente de tránsito que iba a presenciar en todo el viaje. Un auto choco a un chico que andaba en bici. Igual no fue nada grave, no hubo heridos.
Seguí caminando y empezó a darme ganas de ir al baño. Entré a caminar por el parque y recé para que hubiera baños. A lo lejos vi una casita donde vendían café y masas, así que entré. Me pedí un latte macchiato y entré al baño. Muy lindo el lugar, muy chiquito, y lleno de gente resguardándose del frío que hacía afuera.
Tomé el café y seguí caminando por lo verde. Había varios cursos de agua que cruzaban el parque, y en uno de ellos me encontré con unos locos que estaban practicando surf. Yo había visto en el mapa papel, una imagen de alguien haciendo surf cerca del parque, pero creí que era una estatua. Nunca iba a pensar que había locos que surfeaban en un río, abajo de la nieve, en el medio de un parque en una ciudad.
No solo surfeaban, sino que también alquilaban las tablas a los turistas.
Caminé y caminé por paisajes verdes, rojos, naranjas, ríos, y algunos que iban acumulando un poco de nieve ya.
Y en un momento el río se volvió lago y empecé a rodearlo para dar la vuelta y volver. El parque es gigantesco, pero no había forma de dar toda una vuelta entera.
Y de repente, la nieve dejó de ser finita, y pasaron a ser copos más chiquitos, pero más pesados. Y mucha mayor cantidad. Por una hora pareció una tormenta de nieve.
Mucho viento, y la nieve se empezaba a acumular en los árboles, en el pasto y en lo bancos del parque. Yo seguí caminando.
Salí del parque, y caminando me encontré con una estatua gigante del «Walking Man», después pasé por el Siegestor, que es un arco del triunfo con la estatua de Bavaria arriba, la universidad, y finalmente llegué al museo que quería visitar (el Brandhorst).
No soy muy fan del arte moderno (no lo entiendo mucho, y la mayoría de las veces me quedo preguntando si eso es realmente arte), pero me habían dicho que ese museo estaba bueno, que había muchas obras de Andy Warhol (un artista que me gusta mucho), y que sólo costaba 1 euro.
La realidad fue distinta.
Me querían cobrar 10 euros, y la verdad es que ya estaba ahí, así que pagué resignado. Lo recorrí todo y la verdad es que el arte moderno no es lo mío. Simplemente no nos llevamos muy bien. Leí toda la información de las paredes, para ver si entendía más, pero no. No hay feeling entre el arte moderno y yo. Soy más «chapado a la antigua». Me gusta más lo clásico, lo histórico. No vale la pena en mi opinión.
Volví al hostel, y me acosté un rato. De repente entra un estadounidense a los gritos a invitar a salir a su amigo inglés y a su amiga ucraniana/italiana que estaban en la misma habitación que yo. Se sumaron las 2 chicas estadounidenses que había conocido la noche anterior y finalmente me sumé yo.
Fuimos al bar del hostel, y nos terminamos sumando a un grupo en el que había otra estadounidense y 3 italianos. Eramos como 10 en el bar, teniendo las típicas charlas de hostel. Yo cada tanto miraba de reojo las noticias de Argentina, para ver el avance de los resultados de las elecciones a presidente.
Con los italianos nos entendimos muy bien desde el principio, me di cuenta que somos realmente lo mismo. Las formas de hablar, la comunicación no verbal, hasta la forma de pensar sobre muchos aspectos distintos. Nos terminamos haciendo muy amigos con una de las norteamericanas (que hablaba italiano perfecto) y los 3 italianos.
Ellos habían viajado por el fin de semana. La chica de Estados Unidos estaba acortando su viaje de 3 meses en 2 meses por las advertencias de seguridad para los ciudadanos de su país (por el atentado de París). Se volvía a Florida, a su casa, al día siguiente. Todos abandonábamos Munich al día siguiente.
Comimos unas pizzas (que los italianos decían que no era pizza), y nos quedamos charlando hasta tarde, de la vida, de los viajes, de política, de religión, etc. Típicas conversaciones de hostel cuando la gente está viajando y tiene pensamiento crítico (a diferencia de la otra parte del grupo que sólo quería fiesta).
Al dia siguiente, me quedé en el hostel y trabajé un poco hasta que fue la hora en que salía el bus. Caminé hasta la terminal, y partí para Salzburgo.
Patricia dice
El Englischer Garten es belliisimo en pleno verano (claro que el calor pesa)….pero debe ser aun más maravilloso en otoño/invierno, por los colores que deben tomar los arboles….
Francisco Ortiz dice
Sí, es muy lindo la verdad. Soy fanático de los grandes espacios verdes. Siempre los busco en los mapas y voy a visitarlos, suelen ser un oasis en tanto cemento.
Saludos!