Llegamos al aeropuerto de Punta Cana, directo desde Córdoba (vía Lima) y sentí una sensación muy parecida a la primera vez que puse un pie en Cancún: todo el circo estaba demasiado armado para los norteamericanos. Igualmente nosotros no nos íbamos a quedar en Punta Cana, ni en Bávaro, las zonas más explotadas que básicamente son un resort al lado del otro, sino que seguíamos viaje en auto hasta Bayahibe.
Un pueblito pesquero, muy cerca de la cuidad de La Romana, muy conocido por sus playas paradisíacas de aguas cristalinas. Bayahibe también está poblado de resorts, híper vendidos en Estados Unidos y en Latinoamérica. Es muy común ir y encontrarse con cientos de argentinos, lo que tengo que confesar que no me gusta para nada.
Mientras más diversa, culturalmente, es la gente con la que me encuentro en un viaje, mejor la paso y más valiosa es la experiencia. Ir a un lugar lleno de gente de mi país no me resulta muy atractivo, más bien todo lo contrario, y es por eso que elegimos un lugar distinto, muy poco conocido para los americanos (en el sentido amplio del adjetivo, ni yankees, ni latinos).
La verdad es que no conocíamos el complejo, lo reservamos por internet y nos llevamos una gran sorpresa. No teníamos nada incluido, ninguna comida, y como habíamos alquilado un auto, teníamos planeado salir del resort para ir a comer al pueblito y conocer un poco.
Llegamos a la tarde, hicimos el check in, dejamos las valijas en la habitación (toda la familia en la misma, los 4 en dos camas queen, para que fuera más barato) y nos fuimos directo a la playa. Teníamos sólo 2 noches en el lugar y queríamos aprovechar al máximo nuestro tiempo.
En los 250-300 metros desde nuestro edificio hasta la playa fuimos descubriendo que este no era un hotel más, era la reproducción de un pueblito de la Toscana italiana, que lejos de lo excesivamente comercial y «cargado» que son la mayoría de los all-inclusive en el Caribe, era un lugar donde se cuidaba hasta el último detalle con un ejército de empleados trabajando para que toda parezca lo más natural y relajado posible. Además de que casi no había gente, el lugar era súper tranquilo.
No parecía un hotel, parecía un pueblito europeo en el medio del Caribe. Es más, el 75% del complejo no era un hotel en sí, sino un mix de tiempos compartidos y departamentos con dueños full. Y eso influía mucho en el ambiente del lugar, muchos estaban en «su casa» y no en un hotel.
En el camino descubrimos una gran cantidad de flores, fuentes, palmeras, pero todo muy delicado, muy cuidado. Nos encontramos con que había callecitas entre los edificios, todas con nombres italianos, franceses o españoles; y nos cruzamos con la pileta y su bar siempre tranquilo y vacío, un grocery, un spa, un playroom, un café, un gimnasio, una iglesia, puentecitos, plazas, etc.
Apenas llegamos a la playa, notamos que había demasiadas piedras en los primero metros de mar, 3 inflables fijos pasando las piedras y un muelle muy lindo hacia un costado del complejo. Fuimos hasta el muelle y nos metimos al agua desde ahí, pasando las piedras.
El mar Caribe realmente es fantástico, a mí al menos me encanta la temperatura del agua. Uno se puede meter a cualquier hora que nunca va a sentir frío. Las increíbles palmeras que se contorsionaban para todos lados y el agua turquesa inspiraban hasta al más duro.
Estuvimos ahí dando vueltas entre el mar, los inflables y el muelle hasta el atardecer. El muelle estaba lleno de italianos de unos 60-65 años que no paraban de hablar durante todo el día. A veces la conversación se ponía un poco acalorada, hablaban de política, economía, religión, etc. Ahí me di cuenta de dónde viene la efervescencia de nosotros los argentinos. Sin lugar a dudas, el espíritu discutidor, confrontativo y la manera de hablar con las manos viene de nuestras raíces italianas.
Acabo de encontrar una frase en internet muy buena que resume un poco como nos ven en el resto del mundo a los argentinos (y que bastante de verdad tiene):
«Los argentinos son italianos, que hablan español. Pretenden sueldos norteamericanos y vivir como ingleses. Dicen discursos franceses y votan como senegaleses. Piensan como zurdos y viven como burgueses.» Muy bueno!!
Volviendo a Bayahibe, el atardecer en el muelle fue increíble. No nos daban las manos para sacar tantas fotos, un espectáculo!
Volvimos a la habitación, nos dimos un baño, y salimos en el auto a «explorar» el pueblo de Bayahibe para buscar algún lugar para comer. Después de dar un par de vueltas, terminamos en un lugar muy pintoresco, al lado de la pileta de un hotel sencillo; un lugar con unas 8 mesas muy particular.
El dueño era un italiano de unos 65 años, y el lugar estaba «administrado» por una pareja de italianos de unos 35 años súper amables. Lo raro era que no había casi nadie, todos las otras personas que estaban comiendo ahí eran parejas de italianos con dominicanas y se conocían entre todos.
Comimos unas pizzas hechas en horno de barro a la vista de todos y fueron tan buenas y baratas que volvimos al mismo lugar a almorzar y cenar hasta que nos fuimos de Bayahibe. Cena, almuerzo, cena, almuerzo. Cena = pizza, almuerzo = algo más liviano.
Cuando volvimos, mi hermano entró al baño a darse una ducha y al querer salir la puerta no abría. Se quedó encerrado y no había ninguna forma de abrirla. Intentó de todo y no podía, así que llamamos a recepción. Yo lloraba de la risa. A los 10 minutos aparecieron 2 chicos para ayudar que no tenían mucha idea de cómo solucionar el problema. Hicieron lo que pudieron, hasta que a mi hermano se le ocurrió una forma de que le pasaran una herramienta por el balcón, a través de una ventana y forzó la cerradura. Al final después de casi 1 hora encerrado pudo salir, y no pudimos cerrar más la puerta del baño durante nuestra estadía.
Al día siguiente nos levantamos temprano y fuimos a la playa. Relax total, reposera, mar, intentamos hacer snorkel pero no vimos gran cosa; y a las 2 horas ya estábamos aburridos, así que fuimos a caminar por la playa. Pasamos por unos 5 hoteles enormes, llenos de gente.
En el camino nos cruzamos con algunas cosas muy particulares. Mini pirámides armadas con corales, una señora en topless y con un desnudo «cuidado» abajo, un señor de unos 75 años con hilo dental y «bolsa contenedora» adelante, entre otras. Pasamos por las playas atestadas de gente de varios hoteles, pasamos por el faro, hasta que en un hotel la seguridad no nos dejó pasar. Nos enojamos un poco, porque se supone que las playas son públicas, pero bueno, dimos media vuelta y volvimos caminando hasta el hotel.
Ya eran casi las 11, la hora en la que abría el pequeño parque de agua, así que fuimos directo ahí. Nos tiramos varias veces, hasta que nos cansamos. Nos cambiamos y volvimos a comer al restaurant «italiano» en el pueblo.
Volvimos al mar y nos pusimos a observar como el ejercito de empleados estaba armando todo, desde la mañana temprano, para lo que parecía ser un casamiento en la playa. De a poco fueron armando toda una estructura de carpas en la playa y un gazebo con varias hileras de sillas, todo en un blanco puro y absolutamente limpio.
Seguimos disfrutando del muelle y del mar hasta que empezó a llegar la gente del casamiento y fuimos a ver un poco la ceremonia desde la playa. Todos los hombres con sus típicas guayaberas blancas, y las mujeres con vestidos largos muy vistosos y tacos en la playa. Muy típico, muy cómico a la vez.
De repente me doy vuelta y veo un pequeño «robot» surcando los cielos que se acercaba al lugar del casamiento. Era un drone que habían contratado para sacar fotos del evento. En el acto identifiqué quién lo estaba manejando porque tenía un enorme control remoto en sus manos. Era increíble!
Cerca de él había otro drone más pequeño, más comercial, con luces y todo. Me acerqué y empecé a hablar con el chico. Si bien conocía los drones, y había leído mucho del tema, nunca había visto uno de uso comercial de tan cerca. La realidad es que no son tan caros y tienen múltiples usos más allá de la fotografía y el video comercial, algunos muy interesantes como: búsqueda de personas desaparecidas, prevención y control de incendios, exploración, seguridad, etc.
Lo que más me sorprendió es que el drone chiquito tenía unos lentes parecidos a los de realidad virtual que se ponía el chico que lo manejaba y que le mostraba la visión del drone. El tenía esas gafas del futuro y el drone podía estar volando detrás de él que no había problema porque él tenía los ojos del drone en sus gafas. Muy bueno!
Algunos turistas, por el hecho de querer sacar algunas fotos del casamiento, se metieron un poco en la boda; y calculo que deben haber arruinado un par de fotos «reales» del casamiento. Igualmente, terminó saliendo todo más que bien. Una boda de ensueño, en la playa, en el paraíso.
Esa noche volvimos al restaurant «italiano» a comer las pizzas. Después de llenar nuestras panzas de pizza y aprovechar el free wifi del lugar un rato, volvimos al complejo. La noche estrellada era una maravilla.
Nos levantamos bien temprano en el «pueblo italiano» en el paraíso de Bayahibe, en la República Dominicana. Desayunamos algo bien rápido y nos fuimos a disfrutar de las últimas horas que nos quedaban en el lugar.
Fuimos directo al mar, estábamos fascinados por las aguas turquesas y por el muelle interminable que le daba un toque particular a las espectaculares fotos del atardecer que habíamos sacado el día anterior.
Dejamos nuestras cosas en las reposeras del muelle y nos tiramos al agua a intentar hacer snorkel, y ver peces de colores. Digo «intentar» porque teníamos una sola máscara (bastante mala) y no teníamos el «tubito» para respirar. Nos turnamos para usar la máscara y vimos algunos peces interesantes, nada súper increíble. Donde más había era entre las «macetas» artificiales que estaban enterradas en la arena con ese fin.
El problema era que estaban muy juntas unas con otras, y cuando el oleaje era un poco más fuerte de lo normal, el agua te empujaba contra estas macetas gigantes. Si apoyabas la mano sin tener cuidado, podías llegar a terminar agarrando uno de los tantos erizos que se habían fijado en los huecos de las macetas.
Después jugamos un rato con los enormes inflables que estaban en el mar, y cuando nos cansamos, fuimos a los toboganes de agua del complejo.
Estuvimos un rato en los juegos de agua y volvimos a la habitación a bañarnos y preparar las valijas. Hicimos el check out y nos fuimos al «ristorante italiano». Comimos algo y partimos hacia La Romana.
Dimos varias vueltas por La Romana porque no encontrábamos un accesorio para nuestra nueva adquisición: una cámara GoPro. Era domingo así que fuimos primero a los supermercados. Fuimos a todos y no encontramos lo que buscábamos.
Como ya se hacía la hora, fuimos hasta el puerto (en el medio nos perdimos porque no nos funcionaba el gps), nos dejaron a mi mamá y a mí con la valijas, y se fueron a devolver el auto. A los 30 minutos, mi papá y mi hermano aparecieron y fuimos directo a hacer los trámites para subir al crucero.
flavia dice
Fascinante tu relato de lugares caribeños que no había oído nombrar, hasta ahora era Punta Cana y otros muy transitados.
Gracias, saludos con las enormes ganas de ir por ahí…
Francisco Ortiz dice
Sii hay mucho por explorar! En los próximos posts voy a seguir contando las aventuras en este increíble viaje que hicimos por varios destinos poco conocidos del Caribe!! Yo también tengo enormes ganas de volver!
Saludos!
eileen dice
que lindo todo lo que describis Fran! un lugar para conocer!
me encanto tu relato de lo vivido.
beso, eileen.
Francisco Ortiz dice
Muchas gracias Eileen! Estoy trabajando para publicar varios posts más de los otros destinos que visitamos en el Caribe!!
Pablo dice
Muuuuuuuuuy burgues pero debo destacar que el tobogán ese gigante es lo más!!!!! lástima que no entro! jejejej puta madre!!!!
Francisco Ortiz dice
Bueeno che, era viaje familiar jajaja. El tobogán lo más! De a poco los fui soltando, demasiado logré con mi papá… te adelanto que terminamos en unas casas en los árboles en el medio de la selva… lo mejor del viaje!!