Me subí al bus en Cracovia, rumbo a Varsovia, sin saber mucho lo que me esperaba. Había perdido el tren (no llegué a comprarlo a tiempo) y tuve que comprar un pasaje en bus.
Eran asientos que no llegaban a ser lo que en Argentina es semicama, eran rectos directamente. Casi 6 horas de viaje, con un calor insoportable (viajé todo el tiempo de remera manga corta), y sentada al lado de un polaco que no hablaba una papa de inglés, y que se bajaba en cada parada a fumar. No tenía lugar ni para poner las piernas, así que las estiraba para el pasillo. Pero lo único bueno, era que el bus tenía wifi. Qué sería de la juventud de hoy en día sin el wifi? Desconectarse para conectarse? No podíamos conectar mucho con el señor, así que conecté con amigos en Argentina casi todo el viaje.
La situación me resultaba cómica, todo junto era muy gracioso. Yo ni podía sacar la computadora para escribir un rato (como si lo estoy haciendo ahora desde Varsovia a Poznan en el tren), así que lo único que me quedaba era pasar el tiempo con el celular. Dormí unas 2 horas, y después me dediqué a pavear y a comunicarme con mis amigos de Argentina, subir fotos del viaje, etc. Y así fue como cerca de las 10 de la noche llegué a Varsovia. No tenia ni idea dónde me iba a dejar el bus, pero por suerte el coche tenia wifi y yo tenía guardaba la dirección del hostel por cualquier eventualidad.
Una vez que paró el bus y se bajaron todos (señal que el recorrido había terminado), busqué mi mochila, y justo, desde afuera, alcancé a buscar en el «salvador» google maps, cómo llegar al hostel. Estaba bastante lejos, pero tenía que caminar 2 cuadras, tomar un subte de 15 minutos y caminar unas 6 cuadras. El recorrido se alcanzó a cargar justo, y el bus (mi fuente de wifi) se fue.
Me las arreglé bastante bien para encontrar el camino. Ya eran casi las 11 de la noche de un viernes, y yo estaba llegando al hostel con mochila adelante y atrás. Y una cuadra antes, se me acerca una chica muy linda, me empieza a hablar en polaco, y en el acto se da cuenta que no estaba entendiendo nada. Cambia de idioma, y en inglés me invita al strip club. No había ni llegado y ya me estaban invitando a salir de joda. Obviamente que dije respetuosamente que no, y fui a hacer el check in al hostel.
Dejé las cosas, me bañé, y una italiana que estaba en la habitación me invitó a tomar algo al bar del hostel con otro grupo de extranjeros. Yo estaba liquidado, después de un viaje súper incómodo, así que le agradecí y dejé pasar la oportunidad. Además que al día siguiente quería recorrer al máximo Varsovia, y saliendo iba a desaprovechar el día.
En Polonia les gusta bastante la noche, y en los hostels encuentro que hay muchos tipos de viajero distintos, pero los que vienen más a divertirse que a explorar, son muchos acá. Después me iba a dar cuenta que la gente de hostel de Cracovia era más viajera trotamundos, y la gente del hostel de Varsovia era más turista en busca de fiesta.
Me fui a dormir.
Al día siguiente me levanté temprano y salí a caminar con mapa en mano (y google maps cargado, siempre). Fui por una de las calles principales hasta la zona del casco histórico. Varsovia fue destruida practicamente en su totalidad en la segunda guerra mundial, pero gran parte fue reconstruida, y hoy en día la construcción está en auge.
Menos mal que me fijé la temperatura en el weather channel, porque estaba para morirse de frío. Gorrito y guantes todo el tiempo. Era sábado a la mañana y no había nadie en la calle, tenía toda la ciudad para mí. Este hostel no tenía desayuno, así que salí sin desayunar, para ver si encontraba algo en el camino. Encontré varios, pero preferí seguir recorriendo hasta que en un momento no daba más del hambre y paré a tomar un café con un muffin.
En el camino pasé por varias iglesias, la universidad, varios monumentos, el palacio presidencial, entre otros.
Hasta que vi una columna que me habían nombrado en el hostel. Y el cambio en la arquitectura, pero sobre todo el cambio en las calles, me dio la señal que había llegado a la parte antigua. El Castillo Real estaba cerrado, porque era demasiado temprano, así que seguí caminando.
Caminé y caminé. La plaza central y sus casitas de colores, estatuas y la muralla que daba al río Wista. Y más iglesias.
Después pasé por un parque muy interesante, en dirección a la antigua parte judía. Zona que destrozaron en la guerra y que fue completamente reconstruida. Me habían dicho que lo mejor era recorrerla con el free walking tour, porque sino no había nada de especial, y tenían razón. Caminé casi una hora por complejos de edificios sin ningún atractivo particular.
A donde sí entré, fue al Museo de Historia Judía. Muy interesante, muy distinto a un museo tradicional. Especial para la gente que no le gustan los museos, o que se aburre en los museos convencionales. Es un recorrido que me llevó aproximadamente 2,5 horas (siguiendo el audio tour), absolutamente interactivo y moderno, que relata la historia de idas y venidas de los judíos en Polonia por más de 1200 años. Con audio tour, el precio era 35 zlotys (unos 8,5 euros).
Y después de recorrer un poco la zona judía, empecé a volver, siempre buscando los grandes espacios verdes. En el parque Ogród Saski, vi algo que me llamó mucho la atención, la Tumba del Soldado Desconodido. Con sus dos oficiales inmutables que hacían su rutina, mientras decenas de turistas les sacaban fotos.
Eran cerca de las tres y media de la tarde, y yo sabía que apenas pasadas las 4 oscurecía, entonces pensé en entrar a un museo para poder extender el día. Caminé, caminé y caminé hasta llegar al «Warsaw Uprising Museum«. Después de dar unas vueltas porque no lo encontraba (mi pista fueron los buses de agencias turísticas), llegué y había una cola de unas 50 personas esperando para entrar. Cerraba en menos de 2 horas. Me habían dicho que estaba bueno, pero no quería pagar para tener que recorrerlo rápido, así que me volví.
Ya no daba más de caminar, pero seguí. En el camino al hostel, ya de noche, paré a recorrer el Palacio de la Cultura y las Ciencias. Un imponente edificio que los polacos no quieren, porque fue un regalo de Rusia en la época de la Unión Soviética. Les metieron un monstruoso edificio en el medio de la ciudad para que nunca se olviden de ellos.
Adentro había un museo que ya estaba cerrado y una exposición que nunca entendí de qué era. Yo usé el edificio para ir al baño y para el wifi (es increíble como en Polonia hay wifi gratis en todos lados, estoy más conectado que en Argentina).
A las cinco y media de la tarde ya estaba en el hostel. Fui a la zona común de mi piso, al comedor, y me aislé para poder escribir tranquilo. Estaba bastante atrasado con el blog, y venía llevando un ritmo vertiginoso de viaje, que sumado a mi híper frágil memoria, me iban a hacer olvidar todo. No me puedo dar ese lujo, porque cuando finalmente quiero escribir ya me olvidé todos los detalles y se pierde la energía inicial del lugar.
Escribí, escribí, escribí; como si nada pasara a mi alrededor. En un momento tuve que parar para descansar un poco, y buscar algo de inspiración. No es nada fácil la vida del blogger de viajes, hay que trabajar mucho. No es sólo viajar y ya. Son tantas cosas para hacer, que si uno no se enfoca, es muy fácil perder el tiempo y no ser eficiente.
Después de trabajar una horas, salir a comer casi congelado, y hablar con un par de amigos, me fui a dormir. La mayoría de los compañeros de habitación, de joda nuevamente.
A la mañana siguiente me levanté temprano y salí a recorrer los grandes espacios verdes de la ciudad. Antes de eso, fui a la estación de trenes y compré mi pasaje. No lo compré online, porque quería que alguien me explicara bien las diferencias de precios y comodidades, pero como las que vendían tickets no hablaban inglés, lo terminé comprando en la máquina, que en definitiva es lo mismo que online. Y de ahí volví al hostel, hice el check out, guardé la mochila y salí a recorrer.
Primero el Ridza Park (de punta a punta), y después el alucinante Parque Lazienki.
Horas y horas caminando y explorando esos espacios verdes, sacando fotos, viendo jugar a los nenes, disfrutar a las familias, hacer ejercicio a los adultos mayores, comer nueces a las ardillas, volar a las palomas, correr a los perros, nadar a los patos, todo un espectáculo.
Y más en otoño, con esa conjunción de colores tan linda. Del marrón al amarillo, pasando por el rojo, el naranja y todos los del medio que sólo las mujeres saben el nombre.
Al final del recorrido, cuando ya estaba volviendo, se largó a llover fuerte. Por suerte, estaba preparado con la campera impermeable. Volví al hostel, busqué las cosas, y me fui a la estación de trenes.
Terminé viajando en el tren, rodeado de rubias flacas altas con ojos claros (no necesariamente lindas), y de otra gente, toda polaca que no hablaba una papa de inglés. Varios viajaron todo el camino en el pasillo. Tengo que averiguar cómo funciona porque seguro que es más barato.
Estoy llegando a Poznan, hasta la próxima!
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