Finalmente, después de un viaje interminable desde Córdoba (con escalas en Buenos Aires, Sao Paulo e Istambul), llegamos a Madrid. Buscamos el auto que habíamos alquilado, y en nuestro trayecto a Salamanca (nuestra primer parada), nos detuvimos a conocer el pueblo de Ávila, que está aproximadamente en el medio de los 220 kms que separan Madrid de Salamanca.
Lo único que sabíamos era que tenía una zona amurallada, es más, habíamos decidido visitar Ávila la noche anterior en Istambul.
Llegamos al pueblo y lo primero que nos sorprendió fue que no había semáforos, todo se organizaba con rotondas, una manera mucho más eficiente y natural de organizar el tránsito. Todas las prioridades se respetaban a rajatabla, yo estaba feliz.
Estacionamos el auto muy cerca de la imponente muralla, pagamos el parquímetro (muy barato) y fuimos directo al casco más antiguo el pueblo.
Todo estaba perfectamente ordenado y muy cuidado. Empezamos a caminar (mapa en mano), entramos al ayuntamiento, y después fuimos a recorrer la basílica (con audio tour incluido). La iglesia es muy interesante, tanto por dentro como por fuera, pero el audio tour está demasiado cargado de detalles históricos/religiosos que a pocos le interesaban.
Salimos de la basílica y preguntamos dónde ir para poder caminar por la muralla. Encontramos el lugar, y subimos. La verdad, es que no sé si vale los 5 euros por persona, pero se accede a algunas vistas interesantes (ah y no es recomendable para personas que no tengan buen estado físico, hay muchos escalones!).
Después de caminar hasta la otra punta de la muralla contemplando el paisaje, bajamos y volvimos hacia la zona de la basílica que es la entrada principal a la zona amurallada. Nos adentramos en el laberinto de calles híper angostas, y aún con mapa en mano, nos perdimos un par de veces. Por momentos teníamos la sensación de estar girando en círculos. Eso nos dio la posibilidad de ver muchos de los edificios importantes del pueblo.
Finalmente, después de haber estado unas 3 horas en el pueblo, decidimos seguir hasta Salamanca.
Pero antes, paramos en un supermercado y nos compramos pan, queso, jamón serrano, y jugo. Nos sorprendió la amabilidad y la excelente predisposición de la gente para ayudar, muy buena onda todos.
Fuimos comiendo en el auto para no perder tiempo. En menos de una hora, ya estábamos en Salamanca.
Deja una respuesta