Hacía casi cinco días que estaba en Baku. Ya no tenía mucho para hacer o explorar. Agustín, mi compañero de viaje en ese momento, ya había llegado de Armenia (vía Georgia), y podíamos seguir nuestro camino a Irán. Pero había un detalle. Unos días más tarde había una carrera de F1 en la ciudad. Y si bien ninguno era fanático de los autos, nos parecía interesante ver un evento de nivel mundial en una ciudad tan lejana para nosotros como Baku.
Pero faltaban unos días y a Baku ya la había toda. Entones busqué cosas para hacer en los alrededores. Y lo más destacado era el Parque Nacional de Gobustán y los volcanes de barro.
La noche anterior me había encontrado con la pareja ucraniana-sudafricana que había conocido en Batumi (Georgia), con un personaje inglés que estaba con ellos, con mi host que vivía en Baku pero era de Ucrania, y con un azerí que había conocido en la calle. Habíamos salido a comer algo y habíamos pasado una linda noche internacional.
Unos días por Baku, la capital de Azerbaiyán
Esa misma noche, coordinamos con la pareja y el inglés para juntarnos al día siguiente en la estación de buses para ir a visitar Gobustán y los volcanes de barro. La verdad es que no teníamos mucha idea con qué nos íbamos a encontrar, pero todos estábamos en la misma situación. Viajando por mucho tiempo, Baku no nos había llamado mucho la atención, ya la habíamos explorado bastante, y estábamos buscando algo diferente para hacer.
Primero tomamos el bus 88. Ese nos dejó en la puerta de un comercio en el que esperamos unos minutos juntos con otra gente, y después tomamos el bus 195. Yo venía viendo el camino en el mapa con el gps celular. Y de repente el bus paró y el chofer nos hizo bajar. Yo podía ver que todavía faltaban como 3 kilómetros, pero ninguno estaba seguro si nos iba a dejar en la puerta o más cerca. Nadie hablaba inglés.
Insistieron con que nos bajáramos ahí, entonces bajamos, pero con dudas. Y apenas se fue el colectivo, nos dimos cuenta porqué nos habían hecho bajar.
Faltaban exactamente 2.5 kilómetros y había un taxi esperándonos para llevarnos. Nos negamos a caer en la trampa y empezamos a caminar. Creo que en el lapso de 15 minutos se nos acercaron unos 20 taxis, o gente que nos quería cobrar por llevarnos. Estábamos indignados, los chicos más que yo. Sobre todo el sudafricano.
Pero la realidad era que hacía alrededor de 35 grados o más y no había manera de caminar todo el trayecto a pie. Éramos 4 personas, un buen número para dividir lo que podía costar un taxi.
Así que empezamos a aceptar hablar con ellos y a negociar. A la mayoría les dijimos que no. Hasta que paró uno que nos dijo que iba para allá y que sólo nos cobraba algo así como 2 dólares estadounidenses. No estaba mal. Nos subimos. En el momento no entendíamos porqué era tan barato comparado con los otros locos que nos tiraban el auto encima y pretendían cobrar locuras.
Llegamos al lugar y el negocio ya estaba hecho. Pero nos ofreció más. Nos ofreció esperarnos en el museo, llevarnos a la zona donde estaban las pinturas rupestres, hacer de guía (con su escaso, pero útil inglés) y dejarnos en la parada del colectivo para volver a Baku. Nos pareció buena idea, pero no nos daba el precio. Nos decía que le diéramos lo que creíamos que valía.
Nosotros ya habíamos aprendido que había que fijar todas las condiciones antes de empezar, sino después no iba a haber forma de ponerse de acuerdo. Le ofrecimos un precio «bajo» y no aceptó. Negociamos un rato y finalmente llegamos a un acuerdo.
Entramos al museo y aprendimos de la historia del lugar y de las pinturas rupestres. Y hasta había un mapa con los lugares donde estaban las pinturas rupestres más reconocidas a nivel mundial, entre ellas La Cueva de la Manos en la provincia de Santa Cruz, en Argentina.
Salimos del museo y el señor estaba esperando. Fuimos a la zona arqueológica y efectivamente fue nuestro guía.

No contó un poco de la historia del lugar, nos mostró las pinturas rupestres más relevantes y las explicó una por una.
Las pinturas rupestres y toda esa área del Parque Nacional de Gobustán fue declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es la reserva estatal más popular de Azerbaiyán.
Dimos unas vueltas por el lugar y después seguimos hacia los volcanes de barro. Hasta ese momento, el camino había sido una ruta en muy buen estado. Pero para llegar a los volcanes de barro, el señor se metió por un lugar donde el camino no estaba asfaltado y para hacer gracia, empezó a manejar como un loco, con la música fuerte. Si bien fue divertido, un par de nosotros estábamos preocupados. Después de todo, estábamos en el medio de la nada, en el auto con un desconocido que se hacía el loco manejando.

Por suerte no pasó nada y finalmente llegamos al lugar para poder disfrutar de estas maravillas naturales. Se estima que hay sólo 700 volcanes de barro en el mundo y casi la mitad están en Azerbaiyán.
Dicen que el barro tiene propiedades terapéuticas y la verdad es que lo pudimos comprobar. Al menos a nivel superficial. Todos metimos la mano en algún volcán. Y todos nos llevamos la sorpresa de que el barro estaba frío.
Era muy viscoso. Nos costó limpiarnos, pero la piel nos quedó como nunca. Había una familia con nosotros. Éramos las únicas personas ahí en ese momento, y los niños no paraban de embarrarse de pies a cabeza. Nosotros no nos queríamos bañar en barro porque no teníamos cómo limpiarnos.
Hasta que el padre de la familia sacó unos bidones de agua y ahí nos animamos a embarrarnos más, pero tampoco tanto.
Cuando nos cansamos del barro, negociamos con el señor para que antes de llevarnos a la parada de bus, nos llevara a alguna playa. Aceptó. Nos llevó a una playa de piedras, en su pueblo, el pequeño Gobustán. Nos indicó donde estaba su casa, pero manejó hasta la playa y hasta se metió al agua con nosotros.
Yo no entré porque estaba fría y el Mar Caspio, al menos en esa zona, no era algo que me atrajera mucho. Estaba bastante contaminado por las exploraciones para buscar petróleo. Al resto, pareció importarle poco.
Después de estar un rato ahí, nos llevó a la parada y volvimos a Baku.
Fue un día distinto. Un día diferente en nuestra espera por el mega evento de clase mundial que era la carrera de F1. Aunque para nosotros sólo fuera una curiosidad porque ninguno era fanático de los autos. Pero ya que estábamos ahí, nos íbamos a quedar a verlo.
Deja una respuesta