Ya había pasado la carrera de F1 en Baku y era hora de seguir nuestra ruta. Con Agustín veníamos viajando haciendo autostop por más de un mes. Nuestro tiempo en Azerbaiyán había llegado a su fin y era el momento de continuar hacia unos de los países más interesantes de nuestro viaje: Irán.
La Fórmula 1 en Baku (Azerbaiyán)
Agus ya había visitado Irán el año anterior. En mi caso, era la primera vez en territorios del antiguo Imperio Persa y estaba muy entusiasmado. Había escuchado maravillas del país y su gente. Y no de cualquier persona, sino de grandes viajeros que habían recorrido mínimo 50 países. Viajeros a los que yo respetaba mucho y admiraba.
Nunca le hice caso a los medios por lo que no tenía una visión negativa de Irán. Es más, como siempre voy bastante en contra de las mayorías, me gustaba sin saber nada. Creo que en realidad me despertaba mucha curiosidad.
Desde Baku nos tomamos el bus 88 en la calle 28 de mayo y después el 197 hasta Sahil. Ahí, en las afueras de la ciudad, empezamos a hacer autostop.
Primero nos levantó un señor en su auto que nos llevó hasta Gobustan. Después nos subimos al vehículo de un italiano muy delicado con el que hicimos 20 kms. Mientras esperábamos al siguiente auto, pararon uno 10 taxis compartidos que eran Mercedes bien viejos. Finalmente nos subimos a una camioneta y fuimos hasta Salyan.
El señor nos dijo que la frontera con Irán cerraba a las 6 de la tarde. Nosotros no teníamos ni idea, pero nos dimo cuenta que íbamos a tener que dormir en el pueblo que quedaba en la frontera porque no llegábamos a tiempo. Eran las 3 de la tarde y nos faltaban más de 200 kms.
El siguiente conductor nos llevó hasta Calilabad, eran dos chicos y un señor grande. Yo dormí todo el camino. Después nos levantaron dos señores con un nene que eran fanáticos del fútbol. Nos dejaron en Masalli y se aseguraron de sacarse una selfie con nosotros antes de seguir viaje.
En Masalli nos levantaron dos señores que no nos pararon de hablar en azerí. No entendimos nada, nos reímos mucho y fuimos hasta Liman. Ahí nos levantó otro señor que tampoco paró de hablarnos en azerí y nos llevó hasta Lankaran.
Después de unos minutos nos subimos a un auto donde iban dos señores. Uno hablaba muy bien inglés y le iba traduciendo a su amigo. Iban completamente fumados y hasta nos ofrecieron marihuana. Finalmente nos dejaron a 28 kms de Astara, nuestro destino final. Pero antes de «abandonarnos», nos invitaron a tomar el té (cay o chai) como es costumbre en varios de los países de la región.
Quién había dicho que era fácil hacer autostop en esta región??
Al contrario de los que nos había pasado en otros países, en Azerbaiyán paraban los mejores autos, no los más sencillos. Parecía que eran los únicos que entendían cómo funcionaba el autostop y que se animaban a levantar a los viajeros.
Empezó a oscurecer y ya estábamos evaluando armar la carpa en algún lugar con un poco de verde (los buscábamos en el mapa del celular), pero seguimos haciendo autostop en la ruta por unos minutos más para ver si alguien paraba. Nos faltaban sólo 28 kms y queríamos empezar el día siguiente cruzando la frontera lo antes posible para ya estar en Irán.
Nos levantó un señor muy simpático en una traffic y seguimos hablando en azerí con mezcla de ruso. Nos llevó hasta Kijaba y en menos de 1 minuto frenó un chico que estaba en un taxi pero que nos llevó gratis hasta Astara, nuestro destino final del día. Ya eran las 9:30 de la noche y no podíamos más de cansados. Para colmo este chico manejaba como un loquito, no sólo en la ruta, sino también en la ciudad. Estaba tan loco que casi nos deja en Irán. Se tomó muy en serio que íbamos a la frontera.
Nos dejó a 2 cuadras del cruce a Irán.
Nos bajamos y a pocos metros había una especie de plaza con un market, un restaurant (donde terminamos comiendo y con wifi para nuestra sorpresa) y mucho verde para poner la carpa. Durante la cena nos hicimos amigos de unos camioneros iraníes que nos ofrecieron llevarnos al día siguiente en la mañana, cosa que al final no sucedió.
Terminamos de comer, armamos la carpa en el medio de la plaza y varias personas se acercaron por curiosidad. Charlamos un rato en lenguaje muy básico como pudimos y cuando nos estábamos por ir a dormir se acercó un chico azerí que estaba estudiando en Turquía y hablaba muy bien inglés. Después de unos segundos de charla, nos invitó a tomar té y cerveza con sus amigos que no hablaban ni una palabra de inglés. Sólo nos miraban como si hubiésemos sido de otro planeta.
El chico nos contó que su sueño era viajar por el mundo. Que en Turquía estaba en contacto con viajeros como forma de acercarse a los viajes, pero que necesitaba terminar de estudiar y trabajar un poco para ahorrar algo de dinero y empezar.
Después de tomarme un té, Agus una cerveza y comer muchas semillas de girasol, nos despedimos y fuimos a dormir. Había sido un día larguísimo y estábamos agotados.
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