Desde San Sebastían-Donostia, nos fuimos directo a Vitoria, donde pasamos una divertida tarde junto a una amiga de la familia que hoy en día ya es 99% vasca y 1% argentina (hace 25 años que vive en Vitoria); y después de un fugaz paso por Zaragoza (donde vimos sólo el casco histórico y la fabulosa basílica), finalmente llegamos a Madrid.
Muchos amigos, sobre todo de Buenos Aires, me habían dicho que Madrid no era la gran cosa, que lo mejor era Barcelona (todavía no fui, pero ya tengo pasaje para mediados de diciembre). Que Madrid era parecida a Buenos Aires, etc. Buenos Aires me encanta como turista (no para vivir), pero Madrid me gustó mucho más!
Llegamos a la tarde, dejamos el auto y las cosas en el hotel, y nos tomamos el metro a la Puerta del Sol. Bajamos y me extrañó que no había ninguna puerta, pero se notaba que era un lugar híper céntrico. Estábamos rodeados de negocios, calles que salían para todos lados, algunos edificios interesantes, muchísima gente, artistas callejeros, estatuas, vendedores callejeros, turistas, profesionales, etc. Típica imagen del centro de cualquier gran urbe a nivel mundial. Lejos habían quedado los pueblitos o ciudades pequeñas que habíamos visitado antes. Ahora estábamos en el medio del lío.
Antes de arrancar para cualquier lado, saqué el mapa, y empezamos a armar un mini itinerario para ir recorriendo lugares interesantes que estuvieran cerca. Primero fuimos a la Plaza Mayor. La verdad es que esperaba algo más imponente, es muy linda, pero la de Salamanca me gustó más.
De ahí, salimos y nos fuimos de tapas al Mercado de San Miguel. Estábamos muertos de hambre, ya eran como las 4 de la tarde y no habíamos comida nada. Muy entretenido el mercado y estaba lleno de extranjeros. Eso fue algo que se iba a repetir en casi todos los lugares que fuimos: mucho extranjeros, la mayoría europeos y bastantes argentinos. En los lugares donde habíamos estado antes era mayormente turismo interno, turismo español; acá era todo más internacional.
Caminamos un par de cuadras hasta la Catedral de Nuestra Señora de La Almudena y admiramos el majestuoso Palacio Real, desde afuera, porque ya estaba cerrado.
Desde ahí, pasando por la Plaza de Oriente y otros espacios verdes con estatuas, fuimos al Monasterio de la Encarnación, y luego al Teatro Real, en la zona de Ópera.
Caminamos varias cuadras hasta la Plaza de Cibeles, donde está el ayuntamiento de Madrid. Verde, verde hasta la Plaza de la Lealtad, la rotonda con el monumento a Neptuno, y ahí volvimos en dirección al Sol. Antes de tomarnos el metro para volver a la zona del hotel, paramos a comer algo en la barra del Museo del Jamón.
Esa noche «organicé» el itinerario para el día siguiente. Como mi papá se iba al congreso, armé mi día, y decidí iniciarlo con un free walking tour. No pude reservar uno porque internet no andaba bien en el hotel, pero llegué a ver que salía las 10 de la mañana desde la Plaza Mayor.
Me levanté bien temprano, tomé el metro, y a las 9 ya me había bajado en la estación Sol. Salí a caminar para hacer tiempo hasta el horario del tour. La noche anterior me había quedado con las ganas de ver los jardines reales, así que fui caminando hasta el Palacio Real. Había poca gente en la calle, era un día gris, de esos que parece que en cualquier momento se larga a llover. Sin embargo había gente que había salido a correr.
Me fascinó la prolijidad de los arbustos y el cuidado que tenían las flores y fuentes, todo con el fondo del Palacio. Caminé un poco por ahí, y después traté de entrar al Parque del Campo del Moro, pero no se podía, así que lo rodeé y caminé por fuera, de punta a punta. Fue un día muy verde, que recién estaba empezando.
Se estaban haciendo las 10, así que empecé a caminar hacia la Plaza Mayor. En el camino me crucé con varios grupos grandes de tours guiados, y la verdad es que pensé 2 veces en hacer el tour y terminé decidiendo que no.
Están buenos los free walking tour, suelen ser más relajados que los convencionales, más divertidos, y menos estructurados; pero sigue siendo seguir a alguien con un grupo de gente con intereses distintos. Decidí seguir caminando y explorando la ciudad por mi cuenta. Eran las 10 de la mañana y ya había caminado un montón, y quería seguir así.
En el camino hacia la Plaza Mayor, pasé por varias iglesias. Entraba a todas, cada una con sus particularidades, con sus capillas, con sus santos, con su retablo, etc. Lo que no faltaba en ninguna, era el «curro» de las velas electrónicas que se prenden con monedas. Un negocio…
Desde la Plaza Mayor caminé hasta Atocha y quedé enamorado del edificio del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Caminé bordeando el Real Jardín Botánico, y me encantó lo que vi desde afuera, así que decidí entrar. Tres euros, mapa en mano y empecé a recorrerlo tranquilo, en orden, paso a paso, zona por zona, disfrutando de la diversidad del verde que me rodeaba.
En el camino me crucé con varios grupos de chicos de diferentes colegios que estaban visitando el Jardín Botánico. Mucha historia, mucho verde, estatuas, fuentes, y una gran colección de bonsais. Pueden gustar o no los bonsais, sobre todo por el mecanismo para lograrlos, pero la colección era impresionante. Estuve casi 2 horas, recorriendo el Jardín de punta a punta.
Salí del Real Jardín Botánico, pasé por el famoso Museo del Prado que está al frente, confirmé lo que me había dicho mi papá que a partir de las 6 de la tarde es gratis la entrada, y seguí camino. Entré a la Iglesia de los Jerónimos, al frente del Museo, pasé por la controversial Real Academia Española, y me topé con el Parque del Buen Retiro.
Sabía que era gigante, no tenía los mapas en papel, y en el celular había cargado los mapas de la zona en el google maps la noche anterior. Pero la zona del Parque del Buen Retiro no tenía detalles, no podía ver las calles internas, sólo una gran mancha verde, y mi puntito azul que se movía por dentro.
Decidí recorrerlo todo, como en los viejos tiempos, sin nada. Y que sorpresa me llevé. Era enorme, y la lluvia de los dias anteriores, más el otoño, había generado un paisaje que combinaba un verde fuerte, potenciado, con marrones, naranjas y amarillos; un escenario que no tenía nada que envidiarle al Central Park de New York. Es más, el Parque del Buen Retiro me gustó mucho más que el Central Park.
Estaba lleno de gente haciendo ejercicio, de todas las edades. Yo caminé, caminé, y caminé sin parar. Cuando llegué a la otra punta estaba agotado. Era el mediodía y no había parado de caminar ni un segundo en toda la mañana. Descansé un rato en un banquito, shockeado por la belleza del lugar, y seguí camino. Monumentos, estatuas, fuentes, etc.
Salí por el lado de la Puerta de Alcalá, caminé hasta el Ayuntamiento, y ahí, en lugar de tomar la calle Alcalá como para ir para el Sol, tomé la Gran Vía y caminé por una de las calles más conocidas de Madrid. Paré en un Mc Donalds a comer algo rápido, usar wifi y el baño, y seguí por la Gran Vía hasta la Plaza España.
De ahí al Palacio Real. Eran las 3 de la tarde, mi idea era entrar y recorrer el Palacio Real de Madrid hasta las 5:30 y después caminar hasta el Museo del Prado, y entrar a las 6 de la tarde para que fuera gratis y quedarme hasta las 8 que cierra el museo. El plan era «perfecto».
Salvo por un detalle, cuando llegué al Palacio Real, me llevé la sorpresa que estaba cerrado todo ese día por actos oficiales. No tenía ganas de seguir caminando por el centro lleno de gente, y no me quedaban grandes superficies verdes para explorar. Tenía que hacer tiempo hasta las 6 para que la entrada al Museo del Prado fuera gratis. Pero en los viajes, como en la vida, el tiempo es lo más valioso. Estaba llegando al punto de agotamiento físico, no tenia la computadora como para sentarme en algún bar a trabajar, así que decidí ir al Prado y pagar la entrada (14 euros).
El edificio del Museo es increíble, está lleno de salas que recorrí de manera lo más ordenada posible, con mapa en mano, obvio. Me gustaron mucho las esculturas románicas, la exposición de artículos de cristal, y algunas pinturas paisajísticas. Para mi gusto, demasiado español el museo (se entiende, pero es mi humilde opinión), me hubiera gustado tener un poco más de diversidad artística. Demasiado Goya, demasiado.
Aproximadamente 2 horas recorriendo el Museo del Prado y decidí que mi día había llegado a su fin a las 6 de la tarde. Caminé hasta el Sol, tomé el metro, me bajé en la estación Alvarado, a 4 cuadras el hotel, y me fui a trabajar a la habitación, descansando las piernas. En total ese día caminé más de 35.000 pasos, casi 30 kms. Récord hasta el momento!
Al día siguiente cogí el auto (ya estoy hecho un español, el resto no piense mal), auto que le habían chocado el día anterior a mi papá en el estacionamiento del centro de convenciones. Todavía no puedo creer la inutilidad española para estacionar. Hasta ese momento, creí que había sido un accidente de alguien que no sabía estacionar y lo había chocado, pero después empecé a prestar atención en los parkings.
Los lugares para estacionar son sumamente angostos, y los españoles no maniobran para entrar el auto bien, lo entran de una, aunque implique abollarle toda la puerta al del lado, y más del 90% deja el auto cruzado, es increíble. Analizando por las calles de Madrid, está lleno de autos con las puertas de atrás abolladas de esta forma, una cosa de locos. Que algún español me explique esto, por favor.
Como venía diciendo, cogí el auto y fui hasta la zona de El Escorial. No tenía mucha idea de lo que había, pero mi papá me había dicho que era espectacular, que tenía que ver eso y el Valle de los Caídos; así que puse eso en el gps y salí para allá. Más de 50 kms después llegué, y dejé el auto estacionado al frente del Monasterio El Escorial (no lo recomiendo, tiene límite de 2 horas y es bastante caro).
Como todavía no eran las 10, el Monasterio estaba cerrado para las visitas. Crucé la calle, fui hasta la oficina de turismo, y pedí mapa e instrucciones para visitar lo más importante del lugar.
Recorrí un poco el pequeñísimo casco histórico, y a las 10 en punto fui uno de los primeros en entrar (14 euros con audio guía). No les voy a contar toda la historia, porque eso lo pueden buscar en wikipedia, pero les tengo que decir que es espectacular, vale absolutamente la pena ir a visitar el Monasterio El Escorial. El Panteón de Reyes, la basílica, y la biblioteca son de otro planeta. No se pueden sacar fotos, van a tener que ir!
Estuve una hora y media para recorrerlo todo rápidamente, por lo tanto me quedaban 30 minutos de parking. Así que le pregunté a un guardia y me indicó cómo llegar a la puerta para recorrer los jardines del monasterio (gratis). No tenía mucho tiempo, así que los recorrí casi corriendo, pero de nuevo quedé asombrado por la prolijidad, el cuidado, y el arte que ponen en sus jardines, muy bonito!
Se me acabó el parking y no tenía más monedas, no quedaba mucho por conocer en la zona, así que en le camino de vuelta a Madrid, entré a visitar el Valle de los Caídos. No tenía ni la más mínima idea de qué era. Llegué a la puerta, pagué la entrada de 9 euros, y seguí el camino y los carteles. En este caso no me habían dado mapa. No tenía idea con qué me iba a encontrar…
Manejé hasta un parking y estacioné. Subí las escaleras y me quedé asombrado con lo que vi. Una construcción de proporciones inmensas, terriblemente grande y majestuosa. Columnas altísimas, una basílica en el medio, y escaleras, escaleras, escaleras.
Todavía seguía sin saber mucho lo que era, pero la majestuosidad de la construcción ya valía la pena. En las fotos no se puede apreciar bien el tamaño de semejante monstruo. Lamentablemente estaba muy nublado, y con mucha neblina, por lo que la cruz no se veía muy bien. Aunque este clima potenciaba el paisaje verde que servía de entorno a esta maravilla que ha construido el hombre.
Después de sacar un par de fotos y contemplar el monstruo, decidí entrar. De nuevo, no se podían sacar fotos adentro, pero les aseguro que vale la pena. Caminar hasta que inicia la basílica, es algo indescriptible, uno se siente diminuto ante esas paredes llenas de historia. Si quieren saber qué hay adentro, averíguenlo!
Volví al hotel cerca de las 3 de la tarde. Justo me crucé con mi papá que había salido temprano del congreso y nos fuimos a dar unas vueltas en el auto por las afueras de Madrid, compramos unas cosas que necesitábamos para el viaje y volvimos al hotel. La vuelta, yo manejando, fue lo peor de Madrid. Embotellamiento de locos, casi 2 horas para hacer 2 kms, me estaba volviendo loco.
A la mañana siguiente, no hicimos mucho. Volvimos al Sol por un rato a hacer un trámite, y de nuevo al hotel a buscar el auto y abandonar esta ciudad.
De Madrid me llevo sobre todo su verde ordenado y sus edificios majestuosos. Como toda gran ciudad, no es para vivir, demasiada locura, demasiada despersonalización; pero es una linda ciudad para visitar.
Este texto lo escribí en el auto, con la compu en la falda, mientras mi papá manejaba desde Madrid hasta Valencia. Escribir en la agenda es muy lindo, pero con el escaso tiempo que se tiene en los viajes, hay que ser más práctico y directamente escribir en la computadora. Parezco un loco, pero feliz!
Los dejo porque llegamos a Valencia!!
jota dice
Hola,
lo que comentas de los coches pasa en Madrid sobre todo, yo vivo en Madrid pero nací y crecí en otra ciudad, cuando te vienes a vivir aquí sabes que te tienes que acostumbrar a que tu coche estará lleno de arañazos y algún golpe.
El motivo? ni idea, supongo que tiene que ver con el carácter de las grandes ciudades de «hago lo que me da la gana y me da igual el de al lado», de hecho cuando llegas aqui acabas comportandote igual.
Un saludo
Francisco Ortiz dice
Jaja gracias Jota por la aclaración, espero que no termines comportándote así vos jaja a mí por eso no me gustan las grandes ciudades para vivir… Saludos!