Veníamos haciendo autostop desde Kurdistán. Tardamos dos días en cubrir los más de 700 kms que nos separaban de la ciudad de Isfahan (la tercer ciudad más grande de Irán) pero finalmente llegamos al café de Behnam, nuestro host de Couchsurfing. Él nos iba a alojar a los 3: Agustín, Anita y yo.
En ese mismo momento llegó un amigo de él y dos estudiantes de intercambio de Siria. Si bien no eran refugiados, se querían quedar en Irán por una cuestión de seguridad y nos contaban que tenían sus familias allá en el medio de la guerra entre el gobierno y el pueblo sirio. Fue una charla corta pero muy interesante.
Fuimos a comer algo con Behnam y después a su departamento. Hicimos limpieza profunda de nuestros cuerpos que venían viajando de vehículo en vehículo por 48 hs y nos tiramos a descansar para poder ser productivos el día siguiente.
Fuimos directo a la plaza principal para ver una manifestación a favor de Palestina y en contra de Israel y Estados Unidos. Era muy llamativo ver los carteles, la cantidad de niños y la agresividad de algunas imágenes, y a la vez la paz de la gente.
El calor era insoportable y estaba lleno de mangueras con las que los bomberos le tiraban agua a la gente que pasaba.
Volvimos a la plaza a visitar las mezquitas y justo era hora de rezo. Estaba lleno de gente rezando en la entrada de la mezquita principal y cuando terminaron empezaron a salir y dispersarse. Pensamos que íbamos a poder entrar en ese momento, pero la marea de gente no acababa.
Hasta que nos dimos cuenta que era viernes (día sagrado para los musulmanes) y que no íbamos a poder entrar aunque quisiéramos.
Sin embargo nos quedamos en la plaza y fuimos a tratar de entrar a la otra mezquita. La plaza está rodeada por dos mezquitas, un palacio y el gran bazar de Isfahan.
Todo estaba cerrado.
Incluido el palacio al otro lado de la plaza. Salimos a caminar hacia un parque para descansar un rato a la sombra y en el camino encontramos un súper donde comimos algo «escondidos» adentro de la tienda (todavía era Ramadan, el mes donde los musulmanes hacen ayuno durante las horas de sol).
Después caminamos por ahí. Fuimos hasta la catedral que también estaba cerrada y dimos unas vueltas por el barrio cristiano.
Comimos algo y nos tiramos a descansar del calor una vez más.
Más tarde, cuando ya había bajado el sol, fuimos a ver el puente iluminado.
El río estaba seco pero quedaban los puentes que se iluminaban de noche y que servían de paso peatonal para llegar al otro lado.
Dos chicos me pidieron si se podían sacar una foto conmigo porque me escucharon hablando en español y lo que más me sorprendió fue que el celular de uno de ellos tenía la bandera de Estados Unidos y él era de Afganistán. No había lenguaje en común como para preguntarle o tener una buena conversación, así que seguí con mi vida.
Después fuimos a comer algo y nos reunimos con nuestro host en su departamento. Él estaba muy interesado en aprender sobre la cultura hispana así que compartimos un momento muy divertido tratando de enseñarle diferentes cosas.
Al día siguiente salimos al mediodía y primero fuimos a visitar la catedral ortodoxa armenia. Muy bonita. Era una mezcla de arte armenio, europeo e iraní.
Después fuimos a un museo donde había reliquias muy buenas.
Cruzando el puente para ir a la plaza principal nos topamos con dos chicos que estaban viajando en moto desde Kirguistán dando la vuelta al Mar Caspio y volviendo a Kirguistán. Lo cómico fue que nos reconocieron como argentinos porque yo venía hablando e identificaron mi acento cordobés.
Nos quedamos charlando un rato de nuestros viajes, intercambiamos números y seguimos caminando bajo el intenso calor.
En un parque nos cruzamos con un iraní más que empezó a hablarnos y a preguntar cosas. A los 5 minutos nos invitó a su casa y no aceptamos porque íbamos camino a la mezquita que no habíamos podido visitar el día anterior. Pero cuando nos ofreció un helado aceptamos.
Estábamos yendo a la heladería mientras conversábamos cuando le preguntamos qué hacía de su vida. Nos dijo que era peluquero y en el acto (como todo iraní con su típica hospitalidad extrema) nos ofreció un corte de pelo.
Nos miramos entre nosotros y aceptamos. Yo de verdad lo necesitaba así que dije que si. Agustín dijo que no al corte de pelo pero preguntó si lo podían afeitar. La respuesta fue afirmativa. Desviamos nuestra ruta y fuimos directo a la peluquería. Pero no era cualquier peluquería.
Nos llevó caminando a una galería comercial. Fue hasta las escalera y empezó a bajar. Si hubiera estado en Argentina nunca le hubiera hablado pero menos que menos lo hubiera seguido hasta el segundo subsuelo a meterme en un lugar donde estaba lleno de jóvenes cortando el pelo.
Pero estábamos en Irán, así que confiábamos en todos. Las muestras de hospitalidad extrema que habíamos recibido los días anteriores confirmaban lo que habíamos leído en varios blogs de viajes: los iraníes son de los más hospitalarios y amables del mundo.
Historias de hospitalidad kurda: Parte I
Historias de hospitalidad kurda: Parte II
La cuestión es que terminamos en un doble subsuelo rodeado de chicos que estaban aprendiendo a cortar el pelo. Nuestro «amigo» entró a la oficina del jefe, habló con él y nos hizo señas para que pasáramos al salón. Anita, en un principio, se quedó afuera del lugar, esperando en la entrada.
Me senté en mi sillón y me hablaban en farsi. Yo no entendí nada. En un momento tenía 6 chicos atrás mío discutiendo en farsi sobre qué me iban a hacer en el pelo.
Como no entendía absolutamente nada, me dejé llevar disfruté de la situación, me reí mucho y pensé: que sea lo que Dios quiera. Lo peor que puede pasar es que me hagan un mal corte y me tenga que pelar. Hay cosas peores en la vida y la historia no me la olvido más (de hecho es una de las que más cuento a la gente de otros países).
Toda la situación era muy bizarra.
Terminé parecido al jugador de fútbol cordobés Javier Pastore y con pelos por todos lados.


Salimos de la peluquería y caminamos con nuestro «amigo» hacia la plaza principal. Para la hora que llegamos ya habían cerrado las 2 mezquitas y el palacio. Todo lo que queríamos visitar estaba cerrado. Pero la historia que teníamos era única. No nos arrepentíamos de nada.
Nos cruzamos con un señor que nos ofreció té en la entrada de una de las mezquitas y estas son mis anotaciones del momento:
«Nos cruzamos con algunas personas que nos ofrecieron un té, pero Agustin «sabelotodo» Cordido decía que eran cazaturistas porque el los conocía de la vez anterior que había estado en Isfahan. El señor, que entendió todo lo que Agustín me dijo en español, le remató con la siguiente frase: no hay peor guía que la persona que cree saber de un lugar o una atracción porque la visitó una vez y no está abierto a conocer o aprender más.»
Me pareció increíblemente acertada en ese momento. Haya sido un cazaturistas o no, el señor era muy inteligente.


Caminando por la plaza nos encontró el «amigo» que habíamos logrado dejar atrás cuando se había puesto un poco pesado en andar con nosotros todo el día.
Sin llevarle mucho el apunte, nos metimos en un lugar a comer una hamburguesa. El nos ofrecía ir a comer salavati (gratis) al restaurant de un amigo, decía que no podíamos comer una hamburguesa, que teníamos que comer algo mejor. La verdad es que el señor era medio raro y ya era demasiado lo que nos estaba ofreciendo. Le dijimos que comíamos la hamburguesa e íbamos para que no insistiera más pero no fuimos. Él se sentó en nuestra mesa un rato hasta que se cansó y siguió su vida.
Seguimos caminando, explorando la ciudad, cuando vimos un lugar donde alquilaban bicicletas.
Sacamos una cada uno por 2 horas y fuimos a andar por la bella franja verde que costeaba el río seco. Era todo verde por todos lados. Gente saliendo para hacer picnic con la familia a medida que oscurecía y varios montando barriletes.
Una de las cosas que más me sorprendió en Irán fue la vida social activa que tenía la gente. Mucho más de lo que me imaginaba. Estaban todo el día al aire libre disfrutando en familia. Algo muy extraño hoy en día en Occidente.

A la noche fuimos a comer con nuestro host y nos quedamos charlando hasta tarde de sus planes de viaje y de vida.
Al día siguiente nos levantamos temprano y volvimos a quedarnos hablando sobre viajes, países y culturas con Behnam. De ahí fuimos a tomar un bus que nos dejó en la ruta camino a Shiraz.
En menos de 10 minutos ya estábamos arriba del primer auto.
Después de 7:30 completamos los casi 500 km en 5 vehículos (el último recorriendo 360 km!) hasta el centro de Shiraz, nuestro siguiente destino.
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