Habíamos viajado en el auto todo el día anterior, y a pesar de estar bastante cansados; nuestro deseo de seguir explorando nos daba fuerzas. Nos levantamos bien temprano, desayunamos en el hotel, y nos encontramos con unos argentinos que también se estaban hospedando allí.
Es increíble como uno encuentra argentinos en todas partes del mundo. San Diego es la segunda ciudad más grande de California (detrás de Los Ángeles), y la octava más grande de Estados Unidos. Está casi en el borde con México y tiene mucho turismo diario que cruza la frontera desde Tijuana. Muchos estadounidenses, sobre todo menores de 21 (edad legal para tomar alcohol en Estado Unidos), viajan a Tijuana a descontrolarse.
Como teníamos poco tiempo, elegimos visitar y recorrer lugares que no nos llevaran mucho tiempo y que fueran de nuestro interés.
Lo primero que hicimos fue ir hasta el Balboa Park, un parque muy muy verde lleno de cultura y actividades atractivas para toda la familia. Estacionamos el auto en el parque y empezamos a recorrerlo a pie. Unos metros más adelante nos encontramos con un carrito estilo tranvía que hace un recorrido por todo el parque con distintas paradas. Nos subimos, sin tener muy claro donde bajar.
Unas paradas más adelante, descendimos en la zona de los museos. Entre tantos edificios interesantes, se destacan el San Diego Museum of Man, The San Diego Museum of Art, San Diego Natural History Museum, el Reuben H. Fleet Science Center y el San Diego Air & Space Museum. No teníamos mucho tiempo para andar recorriendo museos, aunque éste último (el museo del aire y el espacio) llamó mi atención desde un principio, especialmente por los aviones que tiene en la entrada. Sin embargo no entramos porque era caro para no verlo todo.
Otra cosa que me llamó mucho la atención, fue que los mejores lugares para estacionar cerca de los museos, estaban reservados para autos eléctricos, y estaban ocupados con autos que se estaban cargando mientras los dueños visitaban las atracciones. Me pareció increíble en el momento (Marzo 2012), y recuerdo haber pensado: «¡Qué lejos que estamos!».
Vimos todos los museos por fuera, algunas construcciones interesantes y seguimos caminando.
Nos fuimos encontrando con otras atracciones, más naturales, a medida que íbamos caminando, como un jardín de cactus, un jardín japonés, y un jardín de rosas.
La principal atracción del Balboa Park, es el San Diego Zoo (uno de los mejores zoológicos de Estados Unidos), pero nuevamente, no teníamos suficiente tiempo y queríamos visitar varios lugares ese día.
Dimos unas vueltas más, disfrutando del verde del parque y volvimos a tomar el tranvía hasta el estacionamiento. Desde ahí manejamos hasta Old Town San Diego, una zona donde se conservan todos las construcciones de la época de la conquista española, y que parece un pequeño pueblo mexicano, con un poco de onda de vaqueros.
Los mejores hoteles en San Diego
Comimos en un restaurant mexicano, nada picante (los argentinos no estamos acostumbrados a la comida picante), pero todo muy rico. Dimos unas vueltas por la zona, entramos a algunas construcciones de época y recuerdo haberme comprado una billetera de cuero en una feria de productos locales mexicanos. El lugar es una fusión de la cultura española colonial y la mexicana más actual, con un poquito de cultura norteamericana. ¡Muy interesante!
Desde ahí, manejamos hasta la zona de Mission Beach. Caminamos un poco por la interminable playa, muy bonita, pero había muchísimo viento así que no estuvimos tanto tiempo en el lugar.
La última parada del día, antes de volver al hotel, fue la isla de Coronado. Está conectada a San Diego por un puente, y apenas cruzamos nos dimos cuenta que es una zona muy «top». Casi la mitad de la isla está ocupada por una base naval de Estados Unidos, pero el resto es un área de hermosas casas con amplios jardines, todo muy cuidado.
Fuimos hasta Coronado Beach, y la verdad es que nos encantó ésta pequeña playita, muy bonita y con un poco menos de viento que la anterior. Estuvimos un rato ahí disfrutando del paisaje, y después nos dirigimos hacia Coronado Ferry Landing, una zona de negocios súper pintoresca, que queda en el extremo opuesto de la isla. Tomamos un helado y nos sentamos a disfrutar de la brisa y el paisaje del lugar.
Veníamos de días muy agitados, y se estaba haciendo tarde, así que volvimos a descansar al hotel. Nuestro segundo día para visitar San Diego también empezó temprano, ya habíamos recargado energías durmiendo bien la noche anterior. Desayunamos bien abundante y salimos manejando, ya con todas las valijas en el auto, hacia La Jolla, un barrio muy bonito de San Diego.
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Nos quedamos encantados con La Jolla Cove, una mini bahía muy pintoresca que está llena de naturaleza y vida marina. Logramos encontrar un lugar para estacionar el auto, después de dar varias vueltas; y si bien no bajamos a la playa, pudimos apreciar toda su belleza desde arriba.
Estaba lleno de lobos marinos, nadando, en la playa y en las rocas y lleno de distintas especies de aves, también en la playa y en las rocas. Era un espectáculo natural fantástico, en el medio de la ciudad. Todo muy cuidado y con verde alrededor. Como no hacía mucho calor, casi que no había gente en la playa y en el agua, por lo que los animales estaban más tranquilos.
Con la imagen de toda esta naturaleza en mente, emprendimos nuestro regreso hacia el norte de California. Pero antes de volver a South Lake Tahoe, hicimos una última parada en Monterey, para visitar a la familia de Bryan (mi amigo que vivió en mi casa de intercambio hace ya 10 años y que actualmente vive en Los Angeles).
Fueron aproximadamente 7 horas de manejo, primero por la I-5 North, y después en la salida para Paso Robles, agarré la US-101 North hasta Monterey. Yo quería hacer el último tramo por la CA-1, para ir bordeando la costa y pasar por Big Sur; pero Michael (el padre de Bryan) me dijo que el viaje iba a ser interminable por la cantidad de curvas y las velocidades máximas que son muy bajas en esa ruta.
También me advirtió de que en ese tramo de 101 que tomé, la policía ponía muchísimas multas por exceso de velocidad. En Estados Unidos se respetan a rajatabla todas las normas de tránsito (sino hay enormes multas), menos las velocidades máximas en rutas y autopistas. He manejado miles de kilómetros en Estados Unidos, y nunca nadie respeta las velocidades máximas.
A veces ponen multas por esto, sobre todo si uno va sólo en la ruta, sin otros autos; pero si una masa de autos va sobrepasando el límite, no pasa nada. Las velocidades máximas a veces son muy bajas (ej: 105 km/h) en autopistas con 5 carriles en perfecto estado. Pero como Michael me había advertido de la policía en esa zona, por primera vez en mi vida (y por consejo de él) puse en cruise control o velocidad crucero, justo en la velocidad máxima y fui manejando como un pancho hasta Monterey.
Llegamos al pueblo y no teníamos nada de regalo. Nos iban a alojar por dos noches en su casa y no les habíamos llevado nada, así que fuimos a un supermercado y les compramos un buen vino argentino (gracias globalización) y una torta helada. Llegamos a la casa y Mike nos atendió muy bien. Nos quedamos charlando hasta que llegó Shirley (la madre de mi amigo), cenamos y a dormir.
Al día siguiente saldríamos a recorrer Monterey, repitiendo gran cantidad de lugares que yo ya había visitado dos años antes, en mi primer temporada de work and travel.
Si tienen alguna duda o consulta me pueden dejar un comentario más abajo o contactarme por Facebook o Instagram.
Recorriendo la Costa Oeste de California, USA: Parte I
Recorriendo la Costa Oeste de California, USA: Parte II
Un día en Disneyland Los Angeles, California
Recorriendo la Costa Oeste de California, USA: Parte III
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